Capítulo dos: Frenesí - Parte 1

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¡Exaltación!

Si en las flores se expresa la belleza

y del nardo se extrae una fragancia;

lo mismo en proximidad que la distancia,

en ti el olor de la hermosura empieza.

Si estar contigo, muere la tristeza

y el alma en tu amistad, amor escancia,

¡cuán bello! compartir en una estancia

el ámbar que en tu boca se represa.

Y fundidos en beso apasionado

el resto... Eros dirá cuando ya nada

podrá frenar mi anhelo desbordado.

Porque el amor es una llamarada...

combustible tan sólo apaciguado

que se vuelve a prender en tu mirada.

—Poemas Eróticos... y de los otros por Ramiro Quiroga Ariza, poeta colombiano.

A la mañana siguiente, con cielo algo nublado y con una ligera bruma que suaviza la luz del sol, dando señal de posibles lluvias, poco tormentosas, Tiziano termina de preparar un café de frutos rojos, tomando un sorbo posteriormente mientras observa a través de la ventana de la cocina de la casa de Dante. Cierra sus ojos y aspira suavemente el aire fresco, trae consigo un aroma a tierra húmeda y hojas recién mojadas, provenientes del jardín de la casa de al lado. Las aves cantan suavemente, mientras las nubes grises se mueven lentamente, al igual que sus preocupaciones debido a la reciente actividad de los cuervos de Calabria y la reaparición de aquel asesino. "¿Hace cuánto estabas vigilándonos?", se pregunta y suspira, tomando otro sorbo de café mientras sus largas pestañas dejan entrever ocasionales destellos de luz dorada.

—Buenos días. —musita suavemente Dante al oído del alfa.

—Por Dios, ¿cómo mierda haces eso? —respinga, asustado.

—Estuve en el equipo GSG 9 alemán, aprendí cosas. —suspira sonriente, abrazándolo suavemente detrás. —¿Pasa algo?

—¿Cómo está... Enzo? —pregunta, Tiziano, pensativo. —Sé que tiene una relación de mierda con Rebeca desde el primer día en que se vieron las caras, pero... Rebeca está cada vez más distante y puedo ver en la cara de la bola de algodón que no se siente bien con eso. —toma un poco de café. —Además, es la primera vez que veo a Rebeca tan...

—¿Reservada, cuidadosa? Porque no es para nada hostil o pícara con el muchacho. —señala, Dante. —Podría estar equivocado, pero a Rebeca le gusta ese chico y no para follárselo por un par de día.

—Qué delicado eres para decir las cosas. —empuja al joven beta que sonríe con sorna. —Eso también lo noté... Sin embargo, Enzo no sale mucho de casa y... Rebeca se hace la sorda, muda y ciega del asunto. —responde Tiziano. —Lo vigila constantemente y eso, es decir, es su trabajo en este momento, pero cero entendimiento entre ellos. Es que ni le da los buenos días a Rebeca.

—Asunto personal y gordo, de momento es mejor no intervenir. Si vemos que las cosas van a peor, podemos meter las manos ahí.

—Dante... —se estremece y jadea ligeramente al sentir las manos del contrario entre sus muslos. —Tenemos que...

—¿Tenemos qué? —baja el pantaloncillo blanco con dureza y palmea el glúteo izquierdo del alfa. Con fuerza inclina el cuerpo del hombre.

—Eres un maldito pervertido. Estabas hablando de algo... ¡Oh! —ahoga sus palabras al ser penetrado placentera y sorpresivamente.

—Amor, no te enojes. —dice sonriendo, mientras lo embiste una y otra vez. —¿Te gusta el desayuno? Porque a mí me encanta.

Dante somete al alfa, que gime una y otra vez sin parar, mientras las lágrimas de placer bañan sus mejillas, junto a protestas difíciles de entender. Lo folla sin piedad alguna, fascinado por el rostro de Tiziano al llegar a múltiples orgasmos.

—Debemos salir deprisa. —gruñe Dante entre besos y caricias. —Tenemos una reunión con los nuevos miembros, ¿verdad, cariño? —embiste con fuerza.

—¡Sí, lo sé, por favor, quiero correrme! —responde Tiziano, entre gemidos y respiraciones entrecortadas. —Dante, por favor. —mira al beta directamente a los ojos, débil, avergonzado y colmado de placer.

—Carajo. —gruñe el de cabellos castaños, sonriendo encantado por aquellas súplicas. —Lo que quieras, cariño.

Embiste cuatro veces más con fuerza hasta llegar al clímax. Tiziano se estremece y gime tembloroso, ahogando los gemidos mientras la eyaculación liberaba su cuerpo de aquella dulce y angustiosa presión.

—Vístete, amor, tenemos que irnos ya —ordena Dante, dando una palmada al morocho, para luego salir de su interior. —No te vayas a caer. —dice con voz afable y sonrisa dulzona. Se estira y se retira hacia el baño, cantarín.

—Maldito... pervertido... —musita agitado, deslizándose suavemente hasta sentarse en el suelo empapado de sudor y de semen.

—¡Valentino, sí, hablas con Dante! —dice a voz alta, alertando a Tiziano. —¡Él... está algo ocupado ahora!

—Maldito bastardo. —se levanta sintiendo las piernas temblorosas y subiendo el pantaloncillo blanco como le es posible.

Por otro lado, Rebeca espera pacientemente a que Enzo salga de su casa, la que el viejo Vizcaíno le dejó antes de morir, un lugar que parece la casa ideal para una linda anciana dulce que sale por las mañanas a regar las flores. "Es un genio y un dulce anciano atrapado en el cuerpo de un muchacho de veintidós años", piensa y acaricia su cuello mientras observa atenta los alrededores. Se detiene al ver a Enzo, salir como siempre tan... "Brillante", piensa y sin que su rostro exprese fascinación alguna, saluda con una breve inclinación.

—Te traje esto —dice Enzo, ofreciéndolo rápidamente al estar frente a ella, con una sonrisa tímida.

—No, gracias —responde suavemente, pero con dureza. —Ya comí y no es apropiado. —coloca los brazos detrás de su espalda. "Mierda, ¿qué acabo de hacer?, solo son pastelillos de mora", se muerde la lengua internamente.

La expresión de Enzo se torna triste. Su pequeña felicidad desaparece y se convierte en enojo rápidamente.

—Siempre haces esto. —musita el de cabellos blancos. —Intento ser amable contigo... y tú me rechazas... Solo es comida.

—Lo siento, Enzo —dice, tratando de retractarse. —No quise...

Antes de que pueda terminar, Enzo arroja los pastelillos de mora a la basura con brusquedad y se dirige al auto. Abre la puerta, se mete y cierra de un portazo. Rebeca suspira frustrada, acariciando sus cabellos.

—Vaya mierda. —entra refunfuñando y azotando la puerta con mayor fuerza que Enzo. Enciende el auto y empieza la marcha. —No tenías por qué botarlo. —señala mirándolo por el retrovisor.

—Lo compré yo, puedo hacer lo que quiera con mis cosas. No tienes derecho...

—¡Enzo, basta! —exclama enfurecida, causando que el muchacho se estremece. —No puedes tratarme así, un momento me alejas y al siguiente intentas ser amable. ¡Me confundes!

—¿Yo te confundo? —pregunta con cinismo. —¡Cada vez que te trato de dar algo, me dices que no quieres, que comiste, que no tienes hambre, ¿crees que no me doy cuenta de lo que estás haciendo?! —vocifera finalmente, callando posteriormente, agitado junto a un par de ojos húmedos. —Tranquila, ya no volverá a hacerte cargo de mí. Le diré a Dante que busque a alguien más. —sus labios empiezan a temblar de repente, causando que el corazón de la morocha sea apretado al ver aquel rostro.

—Enzo... —lo llama con suavidad apretando el volante con sus manos mientras sigue conduciendo. De repente, sus instintos le indican la aproximación de disparos y el chirrido de los neumáticos de dos o tres autos detrás. —¡Enzo, agáchate! —grita.

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora