Capítulo cuatro: Pesadilla - Parte 2

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Contundente sale de la oficina, caminando a lo largo del jardín hasta llegar a la entrada principal, donde los niños brincan y ríen felices. "¿Qué está pasando?", se pregunta extrañado.

—¿Qué están haciendo ahí? —señala al grupo de niños que salen huyendo con peluches en las manos. —¿De dónde...?

—Señor Alexander. —Una mujer de cabello negro, largo y algo rebelde, se acerca con una suave sonrisa al sacerdote que retrocede, altivo y de brazos cruzados.

—¿Y usted quién es? —insensible y sin expresión alguna mira desconfiado a la joven azabache, que se atragante por un momento.

—Soy Rebeca D'Agostino Barone. Es un placer conocerlo. —sonríe y estira su mano para recibir un apretón que nunca llegará.

—No puedo decir lo mismo. —dice dándose la media vuelta.

—Y no lo culpo, pero solo déjeme decirle que el señor Vizcaíno compró los obsequios para los niños, además de otros recursos que seguro necesitarán. —dice sonriendo amablemente.

—¿Ahora las cosas son así? —lanza una carcajada suave y niega con la cabeza sin dejar de verla. Lentamente, se acerca a la joven que, nerviosa, lo mira al sentir una fuerza sobreponerse en su cuerpo. —¿Ahora están intentando comprarme? —escupe sin más, mirando con desprecio a la mujer que solo abaja la cabeza.

—No, no es así, solo es para mantenernos en paz. —lo mira nuevamente, atrapando aquel par de ojos marrones, inexpresivos. —Dígame una cosa. ¿Usted es un omega dominante?

—Lo que yo sea no es asunto de ninguno de ustedes. —sin más, se aleja y, mirando al cielo gris que está a punto de llorar, va de prisa hacia la salida trasera, para tomar su auto y retirarse, enfurecido. —No quiero sentirme así, no quiero odiarlos de nuevo. —musita, apoyando la frente en el volante del auto, fatigado. Respira hondamente y con suavidad dice las siguientes palabras: —Efesios 4:31-32.... Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. —un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas, para luego erguir su cuerpo, encender el auto e irse a la cabaña, otro lugar donde su corazón se siente seguro.

—¿A dónde fue el curita ese? —dispuesto a enfrentar al pelirrojo que lo ha sacado de casillas, vuelve, buscándolo con la mirada por doquier.

—Señor, déjelo en paz y concéntrese en lo realmente importante en este momento. —Tiziano, lo detiene tomando los hombros del alfa caprichoso. —Deja de comportarte como un niño y dejalo en paz, nada tiene que ver en el asunto.

—No lo creo, menos siendo el más cercano al párroco, le guste o no, está involucrado en esto. —sonríe complacido, consciente de que la existencia del sacerdote será perturbada por su sola presencia a diario. —No veo por qué no puedo divertirme un rato molestando a ese imbécil.

—El único que está siendo un imbécil, aquí eres tú. —Tiziano, colmado de impaciencia, lo ataca con justa causa. —¿Qué ganas con esto? Además, ¿de verdad crees que vas a fastidiarlo solo así? ¿Ya lo viste?

—Nada que no haya visto antes.

—No mientas. —señala Rebeca, riendo a carcajadas. —Aparte de que tiene un carácter y humor de puta mierda, es un omega dominante, no me lo puedo creer todavía.

—Lo del carácter y el temperamento, es evidente, pero lo otro, carajo, no. —mira sorprendido a Lorenzo, que en silencio mira el suelo terroso. Tiziano se atraganta al verlo, "Que no vaya a hacer lo que estoy pensando", piensa.

—Vamos a comprobarlo. —sonríe, arrogante.

—Oye, no estoy bromeando, idiota, es en serio, casi me vomito.

—¿De qué hablas? —pregunta, confundido.

—A veces eres bastante retrasado. Es un omega, uno dominante, sus feromonas casi me matan... lo que no entiendo es... —frunce el ceño al percatarse de aquel detalle. —Sus feromonas, no huelen a nada y eso es todavía más aterrador.

—Imposible. —ríe mirando al par de alfas. —¿Es en serio? Sus feromonas huelen a canela.

—Oye, ¿seguro que no alucinas? —pregunta la azabache.

—No, no lo hago, huelen a canela, adema's no es la primera vez que me encuentro con él. —acaricia su cabello. —Me lo he encontrado antes unas dos veces, no podía recordar su nombre, pero sí su aroma, uno a canela. La segunda vez el aroma fue más fuerte.

—Espera... —Tiziano, tratando de atar cabos, acaricia su barbilla. —¿Ayer?

—Sí. —sonríe y ríe con socarronería.

—Esto no es bueno.

—¿Por qué no? —dice con obviedad.

—Tu Rut fue irregular ayer y no fue por obra gracias del espíritu santo. —mira a Rebeca que abre sus ojos sorprendida, dándose cuenta. —Las feromonas de ese Omega lo hicieron. —se acerca rápidamente a Lorenzo que deja de sonreír al instante. —Atrévete a hacerlo enoja y la próxima que libere sus feromonas va a hacer que te arrodilles y vomites lo que no vomito Rebeca hoy. Es un arma de doble filo. —suspira. —Es como los alfas y omegas comunes. La feromona puede ser para calmar o para causarte malestar cuando nos sentimos en peligro, ahora imagínalo en un omega dominante, es tan fuerte y agresiva como la de un alfa dominante y si no quiere tratar de matarte con él, te sugiero que lo dejes en paz.

—Creo que no debiste decirme eso. —sonríe encantado y malicioso.

—No... —advierte Rebeca. —Lorenzo, no es...

—Sí, va a ser mucho más divertido estar aquí de lo que pensé. —da media vuelta y camina imponente y emocionado, corre hacia el auto y sube al mismo. —A ver cuánto resistes. —musita—¿Crees que puedes escaparte así y nada más? —mira delante de él, el auto de Alexander, aumentar la velocidad. —Ya te diste cuenta. —sonríe sintiendo la adrenalina quemar su cuerpo. —Vaya que sabes como sacar de quicio a la gente.

El rugido de los motores rompe la tranquilidad de aquel hermoso campo, del lugar que ha sido el hogar de Alexander por años y en al cual solo ha ido su familia. "Ese tipo, ¿qué es lo que está haciendo ahora?", alarmado y enojado, acelera, tratando de perderlo en el camino, pero esto solo desata una carrera entre ambos. Lanza una nube de polvo que casi ciega la vista del alfa caprichoso tras el que lo persigue en un todoterreno negro. "Vaya, qué salvaje es cuando se lo propone", Lorenzo piensa y ríe divertido. El pelirrojo derrapa en una curva cerrada, sus neumáticos chillan y levantan una nube de grava. En el todoterreno, los nudillos del joven Vizcaíno se tornan blancos mientras agarra el volante con fuerza, sus ojos ambarinos, dilatados solo siguen clavados en las luces traseras del auto frente a el. El velocímetro roza peligrosamente la marca de los 100 kilómetros por hora, pero aquello no lo detiene que apretar mucho más el acelerador.

La carretera se estrecha, y los arbustos que bordean el camino rozan los costados de los autos, dejando marcas en la pintura, ¿acaso eso es lo realmente importante ahora? No, ni siquiera para Lorenzo, un joven aficionado por los autos de marca, ahora solo le importa alcanzar un auto que probablemente compraría por unos míseros 9 millones de euros. Alexander intenta hacer una maniobra desesperado por quitarlo de su camino, girando bruscamente hacia un camino lateral aún más estrecho y cubierto de maleza. Lorenzo gira el volante con destreza, siguiendo al auto al instante.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —pregunta y grita enfurecido el pelirrojo, causando que el de ojos ambarinos ría prepotente. 

Vizcaíno ©  (Omegaverse, romance, erotismo y mafia). #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora