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Photograph—Ed Sheeran

—Entonces... —divagó Marta —¿Ha ido todo bien?

—Se podría decir que sí —contesté mientras me aseguraba de que había cogido todas mis cosas —, la verdad. Me lo esperaba peor. —Posé el dedo índice sobre mis labios. —Pero tu no digas nada —sonreí.

—Me alegro. —Recorrió la poca distancia que nos separaba y me fundió en un cálido y dulce abrazo.

La puerta de la casa chirrió y entre el resquicio apareció la cabeza despeinada de el chico del aeropuerto.

—Perdonad, estoy a punto de irme y he pensado que quizás te vendría bien un coche.

Miré a Marta, cuyas cejas estaban ligeramente arqueadas, y movió los labios para formar un "qué mono". La imité pero para producir un "O qué psicópata".

Fui a decirle que no, que disfrutaba escuchando música en el camino de vuelta a casa. Pero mi mirada se desvió a la ventana y ver lo oscuro que ya estaba me acobardó.

—Está bien.

Él volvió a sonreír y se despidió de Marta.

—Te espero fuera.

***

Los largos y algo robustos dedos del hoyuelos tamborileaban en el volante mientras las primeras notas de una canción daban paso a la letra. Desvié mi mirada, con una pequeña sonrisa, de la ventana del copiloto hacia él cuando le escuché canturrear por encima de Photograph. Me miró de reojo, supongo que notó que mis ojos estaban clavados en su rostro, y sonrió de lado dejando relucir sus hoyuelos.

Me uní a él riendo, coordinando nuestras voces.

—No cantas nada mal —ironizó entre risas.

—Cállate —bramé intentando esconder la sonrisa.

—Solo parece que te has quemado con el agua de la ducha, pero no lo haces nada mal —bromeó.

—Por lo menos, yo entono —contraataqué.

—Touché —finalizó la conversación llevándose un dedo a la boca, simulando que cerraba una cremallera.

Dirigió nuevamente la mirada hacia la carretera y supuse que quería que guardase silencio, así que presté atención a la música que aún sonaba por la vetusta radio.

***

Estaba ensimismada observando como sus manos movían con tanta sutileza el volante, cuando las primeras notas de la canción amenazaron con dejar salir la letra. Mi cuerpo se tensó al instante y me aferré al asiento cómo si me fuera la vida en ello.

Escuché la primera estrofa de Someone You Love de Lewis Capaldi.

Intenté no cerrar los ojos en un vago intento de protegerme. Cómo cuando por las noches te acecha el miedo y con simplemente taparte con la sábana ya nada puede pasarte. Sólo que la sábana realmente no protege más que del frío.

Seguí escuchando la canción y cerré los ojos. Algo húmedo resbaló por mi mejilla hasta humedecer mi pierna.

—¿Estás bien?

No respondí.

La voz de Lewis Capaldi volvió a colarse por mis oídos. No podía seguir escuchándola. Alargué mi brazo, cómo si ardiese estando pegado a mi cuerpo, y apagué la radio. El interior del coche se hundió en un silencio en el que se podía escuchar el tamborileo de mi corazón y el eco de nuestras respiraciones. Ni si quiera me había percatado de que ya habíamos llegado, ni de que el coche estaba mal estacionado en la puerta de la universidad, a donde le había pedido que me llevara.

—Ey —volvió a llamar mi atención, pero esta vez obligándome a mirarle con su mano en mi barbilla.

Parpadeé un par de veces para eliminar cualquier rastro de aflicción. No podía mostrar debilidad. Yo no era débil.

—Sí, esta canción siempre me ha conmovido. —A pesar de que puse todos mis dotes de actuación, él no pareció muy convencido. —Gracias por traerme.

Me apresuré a salir de coche antes de que le diese tiempo de preguntarme nada más, antes de cerrar la puerta asomé la cabeza por la puerta del copiloto.

—Una amiga va a venir a recogerme —volví a mentir. Él entendió lo que le quise decir asintiendo con la cabeza.

—¿Me prestas tu móvil? —inquirió justo cuando me di la vuelta para marcharme.

Al ver mi cara confusa añadió:

—Será solo un momento.

—Claro —acepté extendiéndoselo en mi mano. Lo más seguro era que se hubiese quedado sin batería.

—Rizos —levantó la mirada del dispositivo para posarla sobre mí —, si me lo das desbloqueado quizás pueda usarlo —se burló emitiendo una sonrisa.

Me contagié de ella y me dejé llevar soltando alguna carcajada. Al coger el móvil de sus manos para desbloqueárselo, noté la piel cuidada de sus manos deslizarse bajo las yemas de mis dedos.

Se nos erizó la piel. A los dos.

—Toma. —Volví a tenderle el teléfono, esta vez desbloqueado, mirando hacia cualquier parte para evitar chocarme con su mirada.

Me quedé observando cómo manejaba el mismo móvil que yo usaba a diario. Tecleó unas cuantas veces y, cuando pareció conforme, lo apagó. Levantó la mirada hacia mí. Supongo que lo que le hizo sonreír fue haberme pillado mirándolo de nuevo. Y creo que algo de mí quería que me pillase, ya que esa vez no aparté la mirada. O, al menos, no hasta que la descarrilé de sus pupilas hasta sus hoyuelos. 

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora