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-Tia, fuera bromas. ¿Tu entiendes algo? -me preguntó Lena sujetando el libro entre las manos.

Llevábamos mas de una hora en la biblioteca del campus, habíamos decidido ir cuando salimos de la última clase que teníamos esa tarde.

-Mira, yo lo único que sé es que estoy que pego bocados. -Suspiré tras notar cómo mi barriga crujía. -¿Tú no tienes hambre?

Lena negó con la cabeza.

-Jonas me invitó a su casa a comer. ¿Sabes? La madre es monísima y la hermana ni te cuento. -Suspiró apoyando la cabeza en una de sus manos. -Su familia es perfecta, igual que él.

-Qué bien. -No sabía que responder cada vez que Lena idolatraba a Jonas. Había llegado el punto en el que casi todas las conversaciones rondaban alrededor de él. O hablábamos de Jonas o de la universidad.

-Pues sí, es fantástico.

Volví a centrarme en los apuntes, pensando que ya había acabado.

-Encima cocina genial, el otro día hizo el plato que cocinó el hombre ese de la perilla en MasterChef.

-¿Y estaba bueno?

Antes de que le diese tiempo a volver a hablar, mi teléfono se encendió dejando la pantalla de inicio a la vista.

"Nuevo mensaje de Matías🐾🩺."

Sonreí.

-¿Qué tienes ahí, pillina? -Se inclinó hacia mí poniendo la mano en mi móvil para verlo.

Alejé el teléfono de su vista antes de que le diese tiempo a ver nada.

-Nada, cotilla -respondí, al principio un poco divertida, pero busqué rápido una excusa -. Es... Es mi hermana, Eli. Te he hablado de ella muchas veces.

-Ya -ironizó sin creérselo.

-Que sí.

-Ya, ya. Tu hermana. Sí.

Su tonito de tin tin me estaba poniendo nerviosa.

-Lena, de verdad. No es nada.

-Vale, pero, si no me cuentas las tuyas, luego no me pidas que te cuentes cosas sobre Jonas... -tiró la pullita, aunque en realidad lanzó una daga contra ella.

-Técnicamente, eres tú la que no para de hablar de él y de vuestro perfecto romance -Quizás sonó demasiado borde, más de lo que pretendía, pero me harté demasiado pronto de sus vaciles.

-Perdona por querer contarle a mi amiga cómo me va en la vida -empezó a subir el tono de voz.

-Shh -llevé mi dedo índice a los labios y a señalar hacia las otras mesas que nos estaban mirando-, no chilles. Si no te digo que no me cuentes las cosas, pero tampoco me hace falta saber qué es lo que almuerza, merienda y cena Jonas todos los días.

-No, es que aquí una ni hablar puede.

-La cosa no es hablar, es sobre qué hablar. -Mi corazón empezó a alterarse.-Me parece fantástico que me hables sobre él pero podemos hablar también de más cosas.

-Vamos, que te aburro -sacó sus propias conclusiones.

-No es eso. -Me llevé las manos hasta la cabeza y me aparté los rizos rebeldes de la cara. -Déjalo -suspiré de nuevo -, perdona. No he estado bien -traté de amansar la situación -, llevo unos días - años - muy cansada.

-Pues no, no lo has estado, la verdad -farfulló dejando bruscamente el bolígrafo sobre la mesa -. Pero gracias, por pedir perdón.

Asentí y volví a centrarme en los apuntes que tenía delante, aunque ni si quiera traté de leer el título.

-Vera, lo que sí te digo es que no deberías pagar las cosas con los demás.

Sus palabras cayeron sobre mí como si fueran un jarro de agua fría haciéndome temblar por el repentino cambio de temperatura.

-Yo no tengo la culpa de que estés cansada -farfulló mientras cogía los bolis para meterlos en el estuche.

No tuve valor de responderle. Agaché la cabeza, huyendo de su mirada. Temiendo que me mirase con los mismo ojos que con los que él, hacía meses, me juraba ser yo la causante de todo. Cerré los puños clavando las uñas en mi piel quebrantada buscando una distracción a la presión del pecho.

Sabía que tenía razón.

Era cierto. Lo sabía. Sabía que nadie que no fuera yo tendría que ser encomendado de amansar a la bestia, de tratar de hacerle ver que no todo el mundo es igual y que no siempre te encontrarás de frente con quien te maldice hasta que apaga el brillo en tu mirada.

Lena ni si quiera sabía qué era lo que pasaba y, aún así, había conseguido dar con la clave. Por eso, que fuera ella la que me lo dijera, me hizo replantearme si lo que había empezado hacía unos meses iba por el camino correcto o si me había equivocado nada más pasar de la casilla de salida.

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora