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Abrí los ojos bostezando y me incorporé un poco sobre la cama. Estaba sin deshacer. Me había quedado dormida sobre la colcha.

Me estiré para alcanzar mi móvil, cosa que no me costó demasiado ya que estaba encendido justamente a mi lado. La pantalla se volvió negra, castigándome por habérseme pasado ponerlo a cargar.

—Genial —rechisté mientras buscaba el cargador.

En cuanto lo enchufé a la corriente y la pantalla se hubo encendido, me quedé perpleja. ¿Había dormido toda la noche seguida? ¿Sin pesadillas?

Salí de mi cuarto cómo un vendaval tras preparar la bolsa de la universidad.

Me acerqué a la terraza y encontré a Helena con el portátil sobre las piernas y con una taza de café en la mano. En los días que llevaba allí pude darme cuenta de varias cosas. Cómo que Helena estaba todas las mañanas a la misma hora en esta misma posición, o cómo que Dani dormía muchas veces fuera de casa.

Me acerqué al otro sillón y empecé a comerme los cereales.

—Buenos días —saludé mientras me llevaba la cuchara a la boca.

—Oh, buenos días. —Cerró la tapa del portátil.

Sí, esa era otra de las cosas que había aprendido. Siempre cerraba el portátil cuando alguien andaba cerca. Ese gesto despertaba en mí mucha curiosidad, pero, tras la incomodidad que mostró la vez que le pregunté sobre ello, no quise volver a sacar el tema.

—¿Qué tal? ¿Preparada? —Le dio un sorbo al café y dejó la taza sobre el posavasos de la mesa.

—No —suspiré echándome hacia atrás, desperezándome —. Me he quedado dormida.

—Ya veo —soltó una risita —. Lena llamó para preguntar si te recogía, pero estabas dormida. Ya supongo que se habrá ido, su hermano tenía prisa.

***

Tras esperar un minuto, por si algún casual de la vida los astros estaban de mi lado y el autobús se había retrasado, me di por vencida.

—¿Por aquí no he pasado ya? —murmuré de mala gana —. Un aplauso para mí, por favor. —Hice lo que me pedí y, después, me senté en el bordillo de un escaparate.

Me imagine a todos los profesores de la uni pensando que Vera Moreno Castillo era una irresponsable. Pensé en llamar a Lena para que me cubriese diciendo que había caído enferma, que los extraterrestres me habían abducido o algo cercanamente parecido. Pero, cuando entré en la agenda de contactos, un nombre nuevo estaba en la lista de recientes.

—¿Matías? —Fruncí el entrecejo, y, con él, la nariz. —¿Quién es Mat...? — Pinché en el contacto que estaba añadido con una huella de perro y un fonendoscopio a la derecha de las letras.

Hice malabarismo para evitar que se me cayese el móvil de las manos y leí en voz alta para cerciorarme de que lo que había leído era realmente lo que había leído.

—Ahora ya sabes cómo me llamo —di voz a sus palabras.

"Matías".

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora