8

12 4 0
                                    

La música aún resonaba en mis oídos, ni si quiera me había quitado los cascos.

Cuando el ascensor llegó a mi planta, las puertas de metal se abrieron y pegué un brinco asustada. Lena estaba frente a mí pulsando el botón.

—¡Uy! Hola —saludó dándome un abrazo.

—¿Que tal? —Paré la música y me quité un casco.

—Sin más. He estado un rato con estos, que pena que llegues ahora —intervino algo disgustada.

—Oh —suspiré —, he tenido una tarde bastante ajetreada —contesté mientras buscaba las llaves en la bolsa de tela negra que colgaba de mi hombro.

Ella asintió.

—¿Nerviosa?

—¿Eh?

—La uni —aclaró —. Mañana empezamos la uni.

—Oh, ¿sí? Sí —me contesté a mí misma —. Precisamente vengo de recoger los horarios y todo lo demás. —Señalé los papeles que sostenía en la mano izquierda.

—Los míos los recogí hace unos días. Me marcho —se inclinó para darme otro abrazo, el cual lo recibí con mucho gusto —que es tarde y mañana tenemos que madrugar —Sonrió no muy contenta. —Me están esperando abajo.

***

El agua caliente de la ducha empezó a caer y mis músculos parecieron irse relajando. Apoyé la frente sobre la pared y dejé que el agua corriese por mi espalda.

Quemaba, pero no me importaba. Resultaba agradable.

Tras unos minutos cerré el grifo, y cuando me hube enrollado la toalla al cuerpo, levanté la pierna para salir de la bañera. Me situé junto al lavabo, frente al espejo, y me demoré unos segundos en observar mis hombros. Sonreí cuando volví a percibir los lunares y las pecas que los salpicaban. Pero tras subir un poco la mirada, un escalofrío me recorrió de arriba a abajo.

Observé las sombras oscuras que bordeaban la parte inferior de mis ojos. Siempre había tenido ojeras, pero desde que empecé a tener pesadillas, habían incrementado. Odiaba tenerlas. O, más bien, odiaba que dejasen en mi piel una advertencia de que algo no iba bien. Abrí el neceser y cogí la crema. Luego me di un masaje bajo los ojos con el contorno de estos para intentar difuminar lo máximo posible la oscuridad.

Estaba muy cansada, así que pensé en no hacerme nada en el pelo, pero el recuerdo de la última vez que hice eso me hizo replanteármelo. Así que me apliqué la crema para los rizos y los peiné para ayudarlos a coger forma.

Tras una media hora, mal contada, ya estaba lista.

No tenía sueño, así que me acerqué a la repisa y me quedé visualizando los libros que tenía. Al final me decanté por el mismo de siempre. Agarré el libro rosáceo con una caravana y dos personas sobre ella que presidía la fila de mi pequeña pero sanadora colección de libros.

Antes de volver a empezarlo, cogí mi móvil para poner música. Y no sé que fue, pero algo me impulsó a escribir esa canción en el buscador de Youtube.

Photograph - Ed Sheeran.

Solté el libro a un lado y me acosté en la cama mirando el techo. Los primeros acordes de la canción no tardaron en aparecer.

Cuando la primera estrofa sonó, sentí algo raro. Sentí hormiguitas recorriendo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies y la voz de Ed Sheeran sonaba diferente.

Sonaba... distinta. ¿Estaba volviéndome loca?

Entonces, comprendí que no era Ed Sheeran lo que había cambiado, si no que la voz de ese chico cantando esa canción horas antes no salía de mi cabeza.

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora