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-¿Qué tal el día? -preguntó Dani al verme entrar por la puerta. Estaba con la espalda apoyada en la encimera de la cocina y Lucas, a su lado, le daba besitos en el cuello mientras él se retorcía de las cosquillas.

Pensé en cómo me vería yo haciendo eso. En cómo nos veríamos nosotros.

"Si no tuviese miedo, quizás". Pensé.

"Si no hubiese pasado eso, a lo mejor ". Volví a pensar.

-Bueno, que esté acabando me consuela -exhalé tan profundo que mis costillas parecían haberse borrado del mapa.

Lucas se apartó de su lado en cuanto escuchó mi voz, no me había oido llegar, y se acercó a mí para saludarme.

-Qué putada.

-Ni que lo digas -contesté al rubio mientras le daba un abrazo a su novio -Voy a darme una buena ducha.

-Okey.

Lucas le dio un codazo y cuando vio que Dani no decía nada decidió tomar él la palabra.

-Helena dijo antes que tenía que contaros algo -soltó mientras volvía al lado de Dani.

-¿El qué? -Miré a Dani. -¿Le pasa algo?

-Dijo que no era nada malo -añadió Lucas -, tranquila.

Suspiré aliviada.

***

Salí de la ducha cómo si hubiese estado dos horas y media en un spa. Haber estado bajo agua caliente durante diez minutos había destensado todos los músculos de mi cuerpo. Lástima que no hiciese el mismo efecto para relajar la mente y callar a mis pensamientos.

Me sujeté con fuerzas a la toalla, cómo si tuviese miedo de ver que es lo que había debajo de ella. Aunque podía recorrer las líneas perfectamente, a ciegas incluso.

Me las sabía de memoria.

Mientras esperaba a que mi piel absorbiera la crema corporal, cogí el móvil y vi en la bandeja de entrada el mensaje de Matías que, aún, no había abierto.

Matías🐾🩺: ¿Irías conmigo si te lo pidiese?

Debajo del mensaje había adjuntado una foto de un post de Instagram del perfil de Ed Sheeran.

"Giras del año." Presidía de título, en inglés, lógicamente.

Noté cómo se me pusieron todos los vellos de punta. De pronto, el oxígeno se me antojaba inalcanzable. Me tomé unos segundos para asimilar lo que me acababa de pedir y miré mis ojos cómo si la respuesta a su pregunta estuviese escondida tras mis pupilas. La fecha que señalaba a la capital caía en fin de semana y, por un momento, me ilusioné al pensar que no tendría problemas para ir con la universidad.

No sabría decir si fue por valentía, o por todo lo contrario, pero me levanté del bidé y, cómo si el frio que me rodeaba hubiese desaparecido, tiré de la toalla hasta que ésta cayó a mis pies y mi piel quedó desnuda.

Cada curva de mi cuerpo se vio a sí misma en el espejo.

Cada rincón de mi piel se reflejó cómo lo hacían la otra noche las luces sobre los charcales de lluvia.

Cada línea que la formaba, aparecía tras la capa de vaho que retenía el espejo.

Alargué el brazo y pasé la mano sobre este para aclarar la visión, luego acaricié las letras trazadas sobre mi piel.

Hacía quinientos cuarenta y siete días desde los que mi cuerpo se había movido por instinto, por supervivencia, en el que la viveza se había quedado enterrada junto a la tinta, escondida bajo mi piel.

Observé cada letra que conformaba a la palabra.

"Force" se leía en cursiva, "fuerza" en francés.

Llevé mi mano hasta ellas y empecé a trazar las líneas que las dibujaba, empezando por las de la izquierda y acabando en la que se aproximaba al pecho derecho. Noté una gota deslizarse por mi mejilla, siendo el sabor salado el que la diferenció del resto que me enlodaba.

Cerré los ojos, presa de los ruidos que se adueñaban de mi cabeza, y, entonces, pasó.

Pasó lo que llevaba meses evitando.

Pasó aquello de lo que me refugiaba en esa nueva vida.

Pasó aquello que creía que había quedado olvidado en el ala Oeste del Castillo. Pero, aunque la Bestia se marche de Chambord, la maldición de la rosa no desaparece ¿No?

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora