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Estaba nerviosa. No me había parado a pensar en que ni si quiera había hablado con mis compañeras de piso.

¿Y si no nos caíamos bien? ¿Y si eran de esas chicas que dejaban todo tirado a su paso? ¿Y si no tiraban de la cisterna? ¿Y si eran unas psicópatas?

Cuando llegué al rellano, cuyo cartel de la pared dejaba claro que era el segundo piso, divisé dos puertas marrón caoba enfrentadas. Me acerqué a la que quedaba a mi derecha y me tomé unos segundos antes de golpearla con suavidad, quizás era demasiado tarde cómo para tocar al timbre.

Pasó medio minuto y nadie abría la puerta. Miré de nuevo la letra de arriba para ver si me había equivocado.

No, era el B.

Pensé en llamar al timbre por si no se habían enterado de los golpes en la puerta pero, antes de que pudiese apretar el interruptor, la puerta se abrió de golpe. Un chico, aparentemente de mi edad, alto y de ojos claros apareció tras ella.

—¿Vera? —Cuándo se dio cuenta de que aún sostenía el palo de la fregona en la mano soltó una risita y la dejó apoyada en la pared del recibidor.

—Ehh, sí —respondí con una sonrisa forzada —. ¿Tú eres...?

—Dani. —Se echó a un lado dándome paso a la casa.

—¿Daniel? —inquirí tragando saliva.

—El mismo que viste y calza —se agachó para hacer una reverencia bromeando —, pero me gusta más Dani. —Guiñó un ojo.

¡Helena! ¡Ya está aquí Vera!

Al seguirle, un olor a vainilla me golpeó. Lo primero que llamó mi atención fue la terraza que había al final de la rectangular habitación. Me imaginé estudiando y leyendo en los sillones de fuera.

A mi derecha, pegado a la pared, un sofá gris clarito hacía de base para tropecientos cojines y, justo delante de éste, yacía una mesita de cristal sobre una alfombra gris oscuro. En el lado opuesto había un mueble blanco con marcos de fotos vacíos y una tele mediana en el centro. Por el color lila de la luz de la habitación supuse que habían colocado luces led.

Una chica con camiseta de propaganda y moño desaliñado apareció a los pocos segundos por el pasillo con un trapo en las manos.

—¡Hola! Eres Vera, ¿verdad? Bueno, claro que lo eres. Encantada —se respondió ella misma.

—Igualmente.

—Antes que nada, una pregunta. —No sabía en que momento me había sentado junto a Dani en el sofá. —¿Pronombres?

–—¿Cuales son tus pronombres? ¿Cómo te gusta que se dirijan a ti? —aclaró Helena sentándose al lado.

—Ah, eh... Ella. ¿Y los vuestros?

—Ella también.

—Yo, él.

***

Llevaba un rato pensando en cómo podía decorar mi habitación; algunos cuadros por allí, mi portátil por allá, una alfombra en el suelo, guirnaldas de luces...; cuando Helena entró con unas sábanas blancas en las manos.

—Siento que nos hayamos conocido así —dejó el juego de cama en el escritorio y señaló su atuendo —, estábamos limpiando.

Le quité importancia con un gesto de mano.

—La casa está muy bien.

—Es cierto —respondió pasándose un mechón de su pelo rubio por detrás de la oreja —, mi hermano y yo nos enamoramos de ella en cuanto la visitamos.

Asentí comprendiendo, por fin, el parecido que se reflejaba entre ambos.

—Chicas, ha llamado Lena. Dice que si nos apetece salir a comer a algún sitio —propuso Dani apareciendo por el marco de la puerta.

—Id vosotros, yo estoy cansada del viaje. Estoy deseando meterme en la cama —aseguré con una sonrisa.

—No vamos a dejarte sola la primera noche —negó en rotundo Dani —. ¿Noche candy? —Miró a su hermana.

—Noche candy —sentenció.

***

—Es que ¿Cómo puede estar tan bueno? —objetivó Dani babeando por Tom Holland. Llevaba desde que había empezado la película soltando comentarios así y ya estaba casi finalizando.

Sonreí y le pegué otro bocado a la pizza.

—Yo me lo comería con patatas —aseguró Lena.

Cuando me la presentaron me resultó raro, era cómo si ya la hubiese visto. Había resultado ser igual de simpática que mis compañeros de piso. Y en el poco tiempo que llevaba ahí, había descubierto que teníamos muchas cosas en común.

—¡¿Enserio?! —exclamé ilusionada por primera vez desde que había bajado del avión al enterarme de que Lena estudiaría veterinaria —. ¡Yo también!

—Que miedo —susurró Dani a Helena —, son como dos gotas de agua.

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora