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Llevaba un par de horas despierta, aunque, realmente, lo llevaba toda la noche. Cuando conseguí que Matías descansase entre mis brazos no logré pegar ojo pensando en que pudiera despertarse.

Dani se había marchado a casa de Lucas hacía una hora y Helena se fue a la biblioteca para continuar con su siguiente proyecto, así que estábamos solos.

Con los puños cerrados con fuerza correteaba nerviosa por el salón esperando a que diese alguna seña de que estuviese despierto. Al rato decidí sentarme e intentar avanzar con los trabajos de fin de semestre aunque, claramente, no conseguí más que poner mi nombre en el encabezado.

Al menos estaba descansado.

Sobre las once de la mañana le vi aparecer por el pasillo. El dolor podía verse reflejado perfectamente en sus ojos, no estaba llorando pero su expresión dejaba claro que estaba a abatido.

Me acerqué a él cuando su mirada deparó en la mía y nos guié a los dos hasta el sofá.

—¿Tienes hambre? —pregunté, pecando de querer cuidarle cómo si estuviese hecho de cristal —¿Quieres algo de desayunar? —propuse obviando el hecho de que dentro de nada sería la hora de comer.

Él negó con la cabeza antes de añadir:

—No, gracias.

—Matías, si necesitas hablar sabes que estoy aquí —afirmé aunque sabía que no hacía falta. Él lo sabía, por eso me había llevado aquella noche a su escondite bajo las estrellas. Por eso, la noche anterior, buscó refugio en mí.

—Ben —su voz parecía estar un poco más recompuesta, seguramente, gracias a haber descansado —, te he hablado de él alguna vez.

Era cierto, lo había mencionado en alguna conversación que habíamos tenido. Me acordaba.

Al ver que asentí, prosiguió:

—Meses antes de que llegases, sobre abril —dijo sin si quiera tener que pararse a pensar la fecha.

Noté debajo de las mías cómo sus manos habían empezado a temblar, se las cogí y regresó la mirada hacia mis ojos.

—Se me hizo tarde en casa de Javi y al día siguiente tenía universidad. Estaba lloviendo así que le pedí que me recogiese. Volví a llamarle, al rato, al ver que había pasado demasiado tiempo y no llegaba. Pensé que, quizá, se había entretenido con Clara, la que era su novia. —Cerró los ojos cómo si no soportase la idea de mantenerlos más tiempo abiertos, cómo si cerrarlos hiciese que doliese menos. —Desesperado, llamé a todos sus amigos, llamé a Clara, llamé a casa... —su voz estaba a punto de romperse —Cuando escuché la voz rota de mamá lo comprendí. El mundo se me vino encima. Todo cuanto tenía se me había esfumado del alcance de las manos. De pronto, existir no tenía sentido —abrió los ojos —, Vera.

—Matías, no fue culpa tuya —dije adelantándome a donde intuí que se dirigía la conversación.

Él negó varias veces.

Azul apareció por el pasillo desperezándose de haberse acabado de despertar y se acercó a nosotros con las orejitas levantadas, escuchándonos.

—Si no le hubiese llamado estaría bien. No habría pasado nada —murmuró con Azul en su falda.

—No —negué sobreponiéndome a su voz. No podía permitir que se cargase el peso de algo que nadie tenía culpa sobre sus hombros —. No había manera de saber que eso iba a pasar. No fue culpa tuya, Matías. Ni tuya, ni de nadie —repetí por si acaso no me había escuchado.

—Sí —arrugó el entrecejo —, fui yo quién le llamé. Yo le pedí que viniese a buscarme. Yo... —su voz se resquebrajó antes de terminar por decir: —¡Yo debería de haber estado en ese coche, no él!

Sentí cómo el corazón se me hacía trizas al escuchar esas palabras acompañadas de una voz que solo respondía ante el dolor.

Ante el dolor, la culpa y el miedo.

—Mírame —proyecté la voz cómo pude —. Matías, mírame.

Al segundo intento, Matías elevó la mandíbula oscurecida por la barba, que llevaría mínimo una semana sin afeitarse, y posó su mirada sobre la mía.

—No fue culpa tuya. ¿Me oyes? —susurré con delicadeza. Temía que en cualquier momento volviese a romperse.

—Pero ella misma lo dijo —paró para tragarse el nudo que tenía en la garganta —, fue mi culpa. Mi culpa.

—¿Quién? ¿Quién te dijo eso?

—Mi madre.

Dos palabras que bastaron para romperle de nuevo. 

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora