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Kiss Me - Ed Sheeran

Mientras miraba por la ventana de atrás cómo las farolas de las calles se reflejaban en los charcos que la lluvia había ocasionado, intenté hacer oídos sordos. De verdad que lo intenté.

Pero entre Dani insistiéndome en que Matías estaba celoso de él y que Helena no paraba de cantar las canciones que salían en la radio, que casualmente todas las había escuchado junto a él, era imposible que no se me cruzasen los pensamientos.

-...te lo juro. Ese te miraba cómo se mira a una palmera de chocolate antes de comértela -murmuraba el rubio mirándome de vez en cuando por el espejo del coche.

Helena seguía acompañando a Ed Sheeran cómo si le hubiese llevado de invitada a un concierto.

-Dani, déjalo. Enserio. -Sabía que no lo hacía con mala intención, al contrario. Desde fuera podría parecer que no era consciente de que él quisiera conmigo y que podría perder la oportunidad de mi vida por no ver las señales, pero iba más allá de una chica que pensaba que no podían enamorarse de ella.

El pelirrojo aún no había acabado de cantar Kiss Me y sus letras también insistían en castigarme. Maldito momento en el que encendieron la radio. Su voz cantando esas mismas letras mientras su mano viajaba del volante a la palanca de cambios, sus labios dedicándome una larga sonrisa y sus ojos, anhelosos, se recrearon en mi mente.

-¿Puedes bajar un poco la radio, Helena? -pedí tratando de que su voz se esfumase de mi cabeza. Mi respiración estaba empezando a desacompasarse y, de pronto, me faltaba oxígeno dentro del coche.

A pesar de las bajas temperaturas tenía una calor horrorosa. Tiré un poco del cuello del jersey, mal día para ponerse cuello vuelto, buscando tomar una bocanada de aire limpia.

-¿...la cara que puso cuando dijiste que te venías con nosotros? Vamos, niña. Abre los ojos y mira lo que no estás viendo.

¿Que no veía cómo me miraba? Pues claro que sí, si yo le miraba igual.

¿Que no sentía que sus pelos se ponían de punta ante mi roce? Pero si era mi cuerpo el que transmitía la ola eléctrica al tenerlo cerca.

¿Que no notaba cómo su voz temblaba al saludarme? Pero si tenía que esperar a que saludara siempre él primero porque mi voz se escondía nada más verle.

Sabía que todo se había torcido. Que la idea que tenía en mi cabeza cuando pisé el suelo de Madrid se descarriló en cuanto vi sus hoyuelos marcharse delante de mí.

Pero no podía meterme en algo de lo que sabía que no saldría invicta ni, mucho menos, sabiendo que me sufriría. Que él sufriría las consecuencias de estar conmigo. Que acabaría escaldado hasta la saciedad y que sus labios dejarían de dibujar lo más perfecto que había visto en años. Su sonrisa.

-Que no, que tú es que no lo ves, porque eres modesta y...

Desconecté.

No podía seguir escuchando mientras que el eco de sus palabras se quedaba guardado en mi memoria para castigarme cada vez que decidiera seguir adelante sin plantearme las opciones.

Apoyé la cabeza sobre la ventana de detrás del copiloto y me distraje observando cómo las gotas del cristal se batían en un duelo por ver quien llegaba antes abajo.

Ganaron tres veces las de la derecha y cinco las de la izquierda.

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora