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Tras la conversación que había tenido con Matías tenía que mantener una conmigo misma. Me aterraba la más mínima idea de sentir pero, aún así, miles de emociones pasaban por mi cabeza al decir su nombre.

Estaba confundida, conmigo.

Estaba enfada, también conmigo.

—¿Por cual os habéis decantado al final? —pregunté terminando de abrocharme la camisa del pijama. Acababa de salir de la ducha reflexiva y, tras casi media hora con la mirada perdida en el espejo, me sentí con fuerzas para no desmoronarme en cuanto me sentase en el sofá.

—¿Tú que crees? —ironizó Helena trayendo un bol con palomitas de la cocina.

Detrás de ella, Mara entró en el salón con una jarra de agua que dejó en la mesita plegable antes de sentarse a mi lado.

—¿Qué tal? —me preguntó en un susurro limpio para que nadie más que yo la escuchase.

Esbocé una lastimera sonrisa.

—¿Vemos Titanic?

—¿Otra vez Dani? —Su hermana puso los ojos en blanco.

—No, por favor —Lena encendió su móvil y empezó a chatear con alguien, seguramente con Jonas.

Mientras Dani, Helena y Lena discutían sobre qué película ver, Mara tenía su mirada fija en mí. Era cómo si la magia existiera y fuese capaz de leer más allá de unas arruguitas en los labios.

—Estoy bien —puse una mano sobre la suya que estaba dejada de caer sobre su rodilla.

—Vera, no me mientas —suspiró —. A mí, no.

Tuve que morderme el labio por dentro para no dejar escapar un quejido.

Sus ojos me hicieron saber que quería tener esa conversación al día siguiente, antes de marcharse. Y, por primera vez desde que había llegado, sentí que necesitaba soltarlo todo.

Asentí con la cabeza y envolví mi cuerpo en la manta.

***

La musiquita de los créditos hacía armonía con los quejidos que mi voz soltaba a juego con las lágrimas.

Maldita película.

Maldito Netflix.

Maldita Anne Hathaway.

Y malditos sentimientos.

Miré a mi alrededor buscando a alguien despierto para poder despotricar del final de la película pero no quedaba nadie en pie, a no ser que quisiera conversar con los ronquidos de mi querido Daniel.

Me levanté con cuidado de no despertar ni a Mara ni a Lena y me dirigí a mi cuarto para coger el móvil. Desconecté el cargador de la pared. No lo miraba desde que había salido del baño así que ya la batería estaba completa.

Sin si quiera mirar la bandeja de entrada, fui directa al baño para lavarme los dientes. Odiaba tenerlos o sentirlos sucios.

Al pararme frente al espejo hice una mueca. ¿Tan fea estaba cuando lloraba?

Justo antes de empezar a lavarme los dientes, el sonido de una notificación me hizo desviar la vista hacia la pantalla y apartar el cepillo de mi boca.

Cogí el teléfono y me senté en el retrete con la espalda apoyada en la pared.

Matías🐾🩺: ¿Estás dormida?

Dude en si abrir el mensaje o no. La conversación que habíamos tenido esa tarde me había abierto los ojos. Había hecho caer el velo que me distanciaba de la realidad dando por terminado el periodo de adaptación. Matías tenía razón, no podía pretender que él esperase hasta que los miedos desaparecieran. Tenía que decidirme.

Era sencillo.

O le plantaba cara al miedo y abría la puerta del armario o, bien, dejaba que el monstruo siguiese atormentándome desde la cama.

Vera: Acabamos de terminar una película.

*Foto de Vera*

Le mandé una foto de mi cara enrojecida por haber llorado minutos antes. Era increíble que a pesar de sentirme fea no me importase en absoluto que él me viese.

Vera: No veas "Siempre el mismo día".

Matías🐾🩺: Espero que solo estés llorando por la película porque, si no, voy a tener que buscar y hacerme cargo del responsable.

*Foto de Matías*

Le di a la foto para poder verla. La había mandado, cómo yo, en ver solo una vez. Tenía una ligera sonrisa que, a pesar de no mostrar sus hoyuelos, le iluminaba toda la cara. Sin pararme a pensar en lo que hacía, pasé la yema del dedo índice por su pelo despeinado haciendo que, sin querer, se cerrase la foto.

—Mierda —mascullé al caer en que no podía volver a verla.

La recreé en mi mente. Parecía sacada en una habitación de hospital, lo cual me pareció extraño, pero supuse que sería por el gélido blanco que pintaba la pared del fondo. Olvidé la idea tras recordar que llevaba puesto el pijama.

Vera: No creo que haga falta.

Matías🐾🩺: ¿Te vas a dormir ya?

Vera: No creo. ¿Tú?

Matías🐾🩺: Tampoco.

Sentí cómo mi corazón lanzaba señales eléctricas por todo mi cuerpo. Tuve la necesidad de cobijarme una vez más entre sus brazos. Pero, ¿No era eso lo que me aterraba?

Vera: Matías

Me sentía culpable. No había sido capaz de darle una respuesta esa tarde. No había tenido el valor de plantarle cara a mis miedos y hacer, por primera vez en años, lo que quería sin importar nada más. Había sido egoísta y había dejado que él siguiese sumido en el dolor que traían consigo las dudas.

Matías🐾🩺: Rizos, olvídate de lo que te he dicho esta tarde. No quiero que tomes la decisión presionada ni mucho menos. Yo voy a estar aquí para cuando te sientas lista.

Vera: Matías.

Matías🐾🩺: Dime, rizos.

Mi corazón empezó a latir desbocado, creo que porque era consciente de lo que estaba a punto de hacer.

Vera: yo también quiero ser quien te mande fotos del cielo, pero tengo miedo. 

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora