38

2 0 0
                                    

Con la miel en los labios - Aitana

Noto cómo algo sólido choca con mi espalda, haciéndome arquear aún más hacia él. Doy gracias en silencio a que es lo suficientemente fuerte cómo para ser capaz de sostener mi cuerpo porque, si por mis piernas fueran, estaría tirada en el suelo.

Su voz se resume en quejidos asimilados a gemidos mientras deja un reguero de besos por mi cuello. Echo la cabeza hacia atrás, cediéndole más espacio para divagar por toda mi piel a su antojo.

-Joder -susurra a la misma velocidad que a la que van nuestras respiraciones, Se quita la chaqueta de cuero sintético que se ha puesto esta noche y le observo de abajo a arriba.

Cuando deja caer la chaqueta en el suelo vuelve a embestirme contra la pared saboreando mis labios, calmando mis ansias y tocando cada parte de mi cuerpo.

Un más sincero gemido se escapa de entre mis labios cuando sus dedos robustos rozan por encima del top esa parte sensible. Siento que el mundo se viene abajo y así se lo hago saber.

-Te necesito -exclamo cuando su boca empieza a descender abandonando la comisura de mis labios para encontrarse más abajo -, te...

___

-¿Perdona? -comenta con tono irónico levantando la vista del libro hacia ella -. ¿Esto lo has escrito tú? ¿Mi hermana? ¿Esto? ¿Tú?

Reí al ver la cara de Dani. Tenía la boca abierta y la mirada clavada en su hermana.

-Escribes genial, Helena -piropeé su estilo de escritura.

Por un momento, deseé estar en su mente. Deseé ser capaz de ver todas y cada una de esas acciones como Helena había conseguido plasmarlas en letras. Envidié que por su mente un roce fuese sinónimo de placer, que un quejido tuviera su fonética en gemido y que mostrar tu cuerpo no tuviese que ser una osadía, si no, más bien, un deseo propio.

-No me sorprende que hayas conseguido que contacten contigo.

Dani me quitó el libro de las manos, se marchó a la otra punta del salón y lo abrió por la página que nos habíamos quedado los dos.

-Con vuestro permiso, voy a terminar esta joya -dijo sonriendo de oreja a oreja-. ¿Qué? No todos los días descubres que tu hermana es escritora de porno... pensé que escribirías sobre unicornios rosas y esas cosas.

Helena y yo le miramos con los ojos muy abiertos.

-Que no es porn...

-Vale, siendo tú, sobre unicornios tampoco -la interrumpió -. Pero nunca se me habría pasado por la cabeza que escribieras sobre corridas, toqueteos en sitios públicos y yo que se. A saber que más has escrito.

Vi de reojo como Helena empezaba a asemejarse más a un tomate que a una persona.

-¿Por qué no vas a tu cuarto a seguir leyéndolo? Aquí no te vas a concentrar con nosotras hablando.

Helena me lo agradeció con una leve sonrisa.

-¿De verdad te parece bueno? -dudó mientras jugueteaba con sus dedos por encima de su falda.

-Es muy bueno, Helena -repetí para tranquilizarla -. De verdad. Tienes una forma de escribir preciosa. Cada matiz que le das a las palabras es capaz de traspasar el papel y poner los pelos de punta.

Levantó la cabeza mirándome, por primera vez desde que nos habíamos quedado solas, a los ojos. Tenía un brillo diferente.

-Me gustaría dedicarme a ello -murmuró sin abrir demasiado la boca.

-Te vas a dedicar a ello, Helena. -Dejé caer una mano sobre las suyas nerviosas. -Ya lo estás haciendo. Recuerda buscarme en las firmas, porque seré la primera en sostener tus historias en mis manos.

***

Estaba tan agobiada con los exámenes, que ni si quiera había tenido tiempo de pensar en lo que había pasado la noche anterior.

Cuando terminé la sesión de estudio, cogí el móvil visualizando un mensaje suyo en la bandeja de entrada. El corazón me dio un vuelco, amenazando con salírseme del pecho.

Matías🐾🩺: ¿Puedes mandarme las fotos?

Las fotos.

Abrí la galería y pinché en la más reciente. Sonreí al ver como nuestras caras sonrientes dibujaban en la pantalla la silueta de una pareja que parece haber ido al concierto de su cantante favorito por el regalo de aniversario.

Que distinta es la realidad al fenómeno. ¿Verdad?

Cuando acabó nuestra canción, cómo por arte de magia, ambos nos separamos haciendo resonar nuestros labios. Nuestros ojos se abrieron, conectando por fin con la realidad.

Eran diferentes. Nuestras miradas eran dignas de alguien que sabe que por fin está haciendo lo que quiere, pero que le esperan años de condena por ello.

Un lado bueno, por otro malo.

Ambos sabíamos que ese beso había servido para mucho más que para aliviar cualquier tensión, con ese beso nos habíamos contado las mil y una cosas que con palabras no éramos capaces.

Una acción vale más que mil palabras.

Y un beso vale más que cualquier acción.

Él, sin apartar su mirada de la mía, atrajo mi cabeza a su pecho dejándome acurrucada en él durante lo que pudieron ser minutos. Recuerdo la sensación agridulce que se me instauró en el pecho cuando noté que su elevada frecuencia cardiaca no distaba de la mía.

Ambos sabíamos que eso no había servido más que para dejarnos con la miel en los labios. Puedes darte el lujo que juntar tu boca con dulzura para disfrutar la más adelante pero, cuando te quieres dar cuenta, el sabor amargo reitera en tus labios el vacío que tú mismo propiciaste.

Cuando el concierto hubo acabado, mientras nos dirigíamos a la salida, sus manos se entreveraron con fuerza en las mías.

-No te sueltes, hay mucha gente -me susurró próximo al oído. Sus manos dejaron claro que no iba a dejarme desobedecer.

Tuvimos que pasar por la zona del FotoColl para poder salir del reciento y fue allí donde una pareja, no mucho más mayor que nosotros, se dirigió a nosotros con cierta cercanía.

-¡Hola!

-Hola -sonreí, aún de la mano de Matías.

-¿Os importaría hacernos una foto? -preguntó ella tendiéndonos el teléfono que, a juzgar por el fondo de pantalla, seguramente sería de su novio. Este quedaba a unos dos pasos tras ella.

-Claro -acepté el móvil con la cámara abierta.

-Poneos ahí. -Matías señaló un hueco libre de la alfombra roja.

Tras hacerles unas cuantas fotos, por si acaso algunas no les gustaban, la chica regresó a por el móvil.

-Gracias. -Su sonrisa seguía intacta. -¿Queréis que os hagamos nosotros?

Matías accedió pasando su brazo tras mi costado, esa vez de manera estética, para la foto. Noté que intentó rozarme lo menos posible, cómo si la situación se le antojase incómoda. Así que intenté hacer lo mismo.

Entrecerré los ojos, de manera involuntaria, el par de veces que saltó el flash de la cámara de mi móvil. Pedí en silencio no salir con ellos cerrados en todas las fotos, siempre había sido una malísima modelo.

Odiaba las fotos pero presentía que aquellas serían un tanto especiales, que las querría tener para siempre.

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora