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Me desperté con las sábanas enrolladas en las piernas y los rizos alzados en una coleta. Abrí los ojos y, con la poca luz que entraba por el hueco de la persiana, vi que aún llevaba puesto el traje negro de Helena.

Me incorporé en la cama dejando el cabezal detrás de mi espalda. Subí la persiana y, tras ver que aún era de noche, me recosté.

"Que las estrellas siempre estén contigo, rizos" recordé sus palabras antes de que nos despidiéramos.

Sentí cómo mi corazón se envolvía en un abrazo. No sabía por qué, pero sentí que sus palabras escondían algo más. Algo con dos palabras y ocho letras.

Seis palabras que se resumían en dos.

Volví a meterme en la cama, esa vez con una sonrisa escapándoseme de los labios. Dejé la persiana levantada y, mirando a las estrellas, me dormí. 

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora