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Antes de ir a casa pasamos por el hospital para que Matías pudiese coger sus cosas. La semana anterior le había tocado a él quedarse a dormir así que, al tenerlas guardadas en neceseres y bolsas, lo tenía fácil a la hora de recogerlas.

Solo tuve que esperar en el coche diez minutos hasta que acabase. Lo cual fueron tres canciones y media.

—¿Lo tienes todo? —inquirí al verle entrar en el coche.

Él asintió.

—¿Cómo está?

—Igual, por lo menos no ha empeorado —contestó con una sonrisa tristona.

—Bueno, algo es algo.

No era la primera vez que Matías se quedaba a dormir en casa, pero sí que era la primera que lo planeábamos. Cuando Dani y Helena me dijeron que lo invitara me pareció que estaban de coña. Luego, al ver que ni si quiera se miraban de reojo, comprendí que lo decían enserio.

Me costó decidirme pero, después de casi dos semanas dándole vueltas en la cabeza, acabé proponiéndoselo.

Y ahí estábamos, yo poniendo la lavadora y él observándome desde la encimera.

—¿Podrías dejar de mirarme? Me siento observada.

—Podría.

—Pero no lo vas a hacer, ¿verdad? —añadí por él, sonriendo, al igual que lo estaba haciendo él.

—Si ya sabes la respuesta, ¿para qué preguntas? —suspiró divertido.

—Cierto, a quién se le ocurre... —puse los ojos en blanco y me acerqué a él para rodearle en un abrazo. No era mucho más alto que yo pero, aún así, seguía quedando centímetros por encima de mí así que tuve que conformarme, una vez más, con que fuera él quien pusiese los brazos por encima.

—Algún día creceré y seré yo la que de el abrazo —bromeé contra su pecho.

—Algún día —me dio la razón.

—¿Te estás riendo? —le incriminé inclinando la cabeza para verle la cara —¡Te estás riendo!

—Es que estás muy graciosa —se excusó mirándome de arriba a abajo.

Claro, tenía puesto el pijama de los pitufos.

—Te lo compraré, algún día. Y tendrás que ir vagando por casa con él puesto.

Él abrió los ojos con sorpresa.

Suspiré, aliviada, cuando Azul entró en la cocina acaparando toda su atención, salvándome de las palabras que yo misma había soltado.

***

—Si dejaseis de negaros a cada opción que propongo ya iríamos por el final de la película —se quejó Dani mirando a su novio.

—Dani, las tiendas de video clubs dejaron de existir por personas cómo tú —farfulló su hermana.

Él abrió la boca ofendido.

—Eso ha dolido.

Intenté no reírme demasiado pero Matías decidió que era el momento idóneo para ponerse a darme en el costado con el dedo índice. Sabía lo que estaba haciendo.

—No —chillé entre risas —¡No! ¡Para!

—¿Qué bicho le ha picado a esta ahora? —preguntó Dani desde el otro extremo del sofá.

—Ce la mour... —canturreó Helena —A este paso me pongo a bailar Festín con el plumero y a quemar cada cosa que caiga en mis manos.

Solté unas pequeñas risas al escucharla compararse con Lumière de La Bella y la Bestia pero, rápidamente, mi cabeza viajó a Sevilla.

Mara. Helena.

Mierda. Se me había olvidado indagar sobre el temilla que teníamos pendiente. Mara iba a matarme.

—Esto... —Murmuré tratando de buscar sutileza dónde no la había —¿Por qué no has traído tú a nadie? Sería lo justo, ¿no? —miré a su hermano para buscar apoyo aunque solo recibí una risotada de su parte.

—¿Ésta? El día que la veas con alguien pellízcate el brazo porque estarás soñando.

—Eres gilipollas —farfulló ella.

—Nininini.

—¿Esto es así siempre? —preguntó divertido a mi lado.

Lucas debió de escucharle ya que asintió con la cabeza con una sonrisa bajo la nariz en nuestra dirección. 

Bajando EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora