Siguiendo Tus Latidos

Capítulo 27

╰─▸ ❝ @[El dolor de Alexia]

Siempre me ha gustado la media noche, es el momento perfecto para deambular en paz y en completa soledad.

Nadie puede molestarte ni saber en dónde estás, solo la luna es testigo de las locuras que avecinan.

Se puede reír en voz baja, bailar, llorar, pedir y practicar.

Caminar por los pasillos sabiendo que nadie puede hacerte daño porque, en efecto, todos duermen o follan en sus habitaciones.

Todos le temen a la oscuridad.

Lo que no saben es que, a veces, la oscuridad ofrece más libertad que la luz. 

Cuando el sol gobierna el cielo se espera que cada uno cumpla con su papel; despertarse, desayunar, ir clases, almorzar, dar exámenes, merendar, estudiar en la biblioteca, juntarse con amigos y sonreír.

No existe margen de error, todos se mantienen fieles a los papeles que les toca interpretar. 

En cambio, cuando toda pizca de luz abandona el lugar para dar espacio a la gotera de plata, se permite la presencia de aquellos pecados demasiado inhumanos como para soportar a plena luz del día. 

Cada estudiante es libre de huir de sus vidas perfectas; pueden beber, fumar, follar, correr, despreciar y... asesinar. 

O al menos pueden intentarlo.

Las noches son sagradas, la vigilancia disminuye al mismo tiempo en que la sed de venganza crece.

Siempre me gustaron las noches para caminar junto a él, lejos de cada crítica y malentendido.

Las noches con Mattheo siempre fueron brillantes, amorosas y cómplices.

Pero esas relucientes salidas contempladas por la luna y las estrellas fueron manchadas con sangre, un líquido tan espeso y caliente que consigue arrebatarnos la cordura.

Primero mi desliz con Ronald, luego mi percance con Umbridge y ahora, el ataque a Draco. 

Las brisas dejaron de ser cálidas para traer una helada inimaginable.

Aún más perturbadora al saber que esta vez es Potter quién se desvía del camino.

Supongo que en un punto todos cometemos locuras por amor, la persona que dice lo contrario jamás ha amado.

Observo el cielo a través de la ventana y suspiro, llevo dos horas y media encerrada en el despacho de mi padre esperando a ser bendecida con su presencia. 

Sé lo que me espera, sus ojos dijeron más que mil palabras.

Cierro mis manos en forma de puños en un estúpido intento por mantener la calma, a partir de hoy nada será igual.