Capítulo 47

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╰─▸ ❝ @[Lo prometido es deuda]

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Esperamos cautivas en el tren hasta estar seguras de ser las únicas a bordo, necesitamos ser las últimas en salir para evitar cruzarnos con los demás.

Los minutos fueron pasando de forma lenta y, por mucho que quiera negarlo, una pequeña punzada llena de alivio me atravesó el pecho al no ver señales de Mattheo.

Por mucho que quiera verlo sé que lo mejor que puedo hacer es mantenerme alejada, al menos durante unas horas.

Al aguardar tanto tiempo perdemos los botes por lo que no nos queda más remedio que esperar las carrozas.

El recorrido del bosque no debería durar más de treinta minutos, pero con Sophie haciendo un recordatorio constante de todo lo que debemos hacer al llegar lo convierte en un viaje eterno.

Asiento débilmente fingiendo escucharla cuando la realidad es que no dejo de observar a las magníficas criaturas que tiran del carruaje.

Este es el primer año que puedo ver a los Thestral y, aunque he leído sobre ellos hace menos de dos años, aún no me acostumbro a su presencia.

Lucen tan majestuosos como irreales, es demasiado cruel tener que pasar por una experiencia tan... Traumática para poder verlos.

Es decir, todo deberían tener la posibilidad de conocerlos pero nadie debería ver morir a alguien en primera persona.

Durante todo el trayecto hubo algo que me molestaba pero no supe identificarlo hasta que cruzamos las puertas principales del castillo.

El timbre chillón y asustadizo de Sophie finalmente había cesado.

Desde el primer paso que damos dentro de las paredes del colegio se perciba una vibración energética totalmente contraria a la usual.

Es como la chispa encargada de avivar el calor en Hogwarts hubiese desaparecido e, inevitablemente, me pregunto si ese brillo faltante se trata de Harry.

Cierro los ojos con dolor al recordar su ausencia y la causa de la misma.

No culpo a Mattheo, él solo hizo lo que tenía que hacer.

No fue un arrebato, no fue una venganza personal y mucho menos un capricho.

Las cosas se dieron así, no hay mucho más para decir.

Subimos las escaleras con prisa salteándonos la cena, lo que menos nos apetece es comer algo sabiendo todas las cosas que se están poniendo en juego en este momento.

Además, llegamos a la conclusión de que lo mejor que puedo hacer es mantenerme alejada de la vista de Tom, por precaución.

Aguardamos a que la cena se termine para reincorporarnos en una ola de personas inentendible, no sé cuánto tiempo pasamos ocultas mordiendo nuestras uñas hasta que la multitud se reúne en los pasillos para ir a las salas comunes.

Siguiendo Tus LatidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora