Capítulo 29

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Un escalofrío me carcome de pies a cabeza a medida que avanzo por los pasillos.

Un nudo se forma en mi estómago al entender lo que acabo de hacer.

Dejé plantado a Enzo, mejor dicho, lo dejé encerrado en la habitación para que no pueda seguirme.

Es inteligente, sabrá como salir.

Ahora solo puedo centrarme en mi chico lleno de cicatrices.

Todas las risas, las miradas fugaces y los besos robados me atormentan.

Todo lo que una vez nos caracterizó, ahora lo veo como un recuerdo imposible de recuperar y eso me rompe el corazón.

Todo lo que construimos se fue a la mierda por una posible amenaza, solo eso.

Una intimidación que podríamos haber sacado adelante si tan solo hubiera confiado en mí.

Pero no, todo lo tiene que solucionar por su propia cuenta.

Incluso si eso significa destruirme en el camino, no le interesa. 

Sujeto con fuerza el amuleto dentro de mi bolsillo al mismo tiempo en que mi corazón desesperado y mi respiración se entrecorta con cada paso que doy. 

Cada vez más cerca, cada vez menos preparada. 

El guardapelo arde en mi palma cuando abro la puerta y empiezo a subir las escaleras de forma apresurada, dejo de escuchar al mundo exterior para centrarme en el retumbar de mis latidos. 

Una vez arriba, la brisa me recibe con un abrazo familiar, el frío me penetra los huesos mientras que mi cabello danza junto a él. 

Es entonces cuando lo veo, parado de espaldas a mí e inclinado sobre la baranda observando el horizonte, un panorama que nos encantaba admirar juntos.

Es la primera vez que vuelvo desde la vez en que decidí ponerme de rodillas ante él, un evento que no volverá a suceder.

Al verlo aquí, tan cerca de mí, todos los pensamientos negativos desaparecen sin dejar rastro. 

Solo puedo centrarme en él. 

Veo como una nube de humo se desprende de sus labios al mismo tiempo en que relaja los hombros dándome la excusa perfecta para acercarme. 

-¿Fumando desde temprano? 

Noto como su cuerpo sufre una abrupta sacudida sin abandonar su posición, doy algunos pasos cerrando la distancia que nos separa. 

No se mueve en ningún momento, se mantiene estático en su lugar dando otra calada.

-No es de tu incumbencia -Un murmuro lleno de rencor se desprende de sus labios y se clava en mi corazón como una daga afilada, trago en seco antes de dar los últimos pasos que me quedaban para posicionarme a su lado -¿Qué quieres?

Siguiendo Tus LatidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora