15

2.6K 165 16
                                    

Ane's POV

Cuando nos separamos del beso, bajo mi cabeza apoyando mi frente en su hombro para ocultar mi sonrisa. No deja que pase un segundo cuando coge mi cara entre sus manos y nos miramos riéndonos.

-Aaay, ¿qué voy a hacer contigo?- suspiro y amplía aún más su sonrisa.

-Mmm, ¿darme otro beso?- responde y esta vez soy yo quien le besa.- Ahora no quiero dejar de besarte nunca.- confiesa para después darme otro beso corto.

-Todo el esfuerzo que he hecho por alejarme de ti y te lo has cargado. Enhorabuena, eh.- bromeo, aunque es una realidad.

-Haré que merezca la pena cada día, te lo prometo.

Me derrito simplemente con esas palabras y volvemos a compartir un beso, esta vez, mucho más largo. Consigo escapar de sus garras y entro en casa por fin.

———————————————————————————

Las mañanas post partidos suelen pasar rápido por la gran cantidad de contenido que tenemos que programar, ya sea porque hemos ganado y hay que celebrar o porque activemos el protocolo de derrota y haya que desviar un poco la atención del resultado.
A eso de las 10:30 me llega un mensaje de Robin dándome los buenos días, a lo que respondo un rato después en cuanto tengo un momento. Estoy como una adolescente contestándole a cada hueco que tengo y me pregunto cómo he acabado así, aunque pienso en él y tengo la respuesta más que clara. No solo es que sea guapísimo y esté para comerselo, es también como se comporta en su día a día. Y no hablo solo de que conmigo sea el chico más atento, gracioso y bueno del mundo. También es como se comporta con todo el mundo: lo respetuoso que es, su amabilidad, su buena cara ante todo, su predisposición, su buen humor... De veras que me gustaría poder decir algo malo de él, pero todavía no lo he encontrado. De hecho, lo único que me molesta es que se haya cargado todas las barreras que he puesto para no pillarme de él de un plumazo.

Consigo salir a las dos y media junto a mis compañeros. Nos dirigimos a nuestros coches en el parking hablando sobre cómo aprovecharemos la tarde de descanso para desconectar completamente del fútbol y de la Real.

-Bueno, algunas desconectarán menos.- suelta Paula y le echo una mirada que dice "cállate o estás muerta".- Lo decía por tu hiper productividad.- ríe y se encoge de hombros de forma inocente.

-De hecho hoy hay tenis, así que sí desconectaré del fútbol.- informo a mis compañeros en mi defensa.

-Madre mía la tenista frustrada...- dice Isa y arranca una carcajada de todos. Todo porque un día les conté que de pequeña jugaba, y aún lo hago a veces, pero que me retiré por un pelotazo que hizo a la Ane de 13 años cogerle miedo a las bolas rápidas.

Me monto en mi coche y aviso a Robin de que en 15 minutos estaré allí. Sí, me ha convencido para que vaya a su casa a comer y pasar la tarde juntos. Imaginad decirle que no. No os negaré que voy algo nerviosa durante el camino. ¿Cómo actuará tras los besos de ayer? ¿Volveremos a lo de antes o seguiremos avanzando? Son algunas de las preguntas que una mente sobrepensante como la mía no puede evitar hacerse.
Aparco por fin y me dirijo a la puerta. Al llamar al timbre, no pasan ni 5 segundos cuando escucho la verja abrirse. Cruzo el jardín y, cuando me quedan dos pasos para llegar, la puerta se abre dejándome ver un Robin con unas calzonas azules de la selección, una camiseta blanca lisa y unas chanclas. ¿Cómo se puede estar tan guapo con tan poco? Yo tampoco me lo explico. Pero es que esa cara, esa sonrisa... no ayudan.
Voy a hablar para saludarle en cuanto salgo de mi ensimismamiento, pero rápidamente me coge de la cintura para atraerme hacia él y besarme. Por instinto, subo los brazos para rodearle y tira más de mi hacia dentro para cerrar la puerta con su pie sin dejar de tocarme. Intensifica un poco más el beso y baja sus manos a mi culo, lo que me hace reír en mitad del beso para que él me responda dando un pequeño bocado en mi labio.

-Auch.- me quejo separándome unos milímetros y vuelve a acortar esa distancia.

-Déjame besarte en condiciones.- dice sobre mi boca y esta vez soy yo quien comienza el beso.

-Oye, que yo venía aquí a comer contigo.- hablo tras unos besos más y se ríe en respuesta.

-Perdón, es que yo tenía demasiadas ganas de comerte a ti.

Se ríe ante mi cara, como siempre, y doy un golpe en su pecho dirigiéndome a la cocina y dejándole atrás. Nos sentamos ambos en la isla de la cocina y sirve la comida que él mismo ha cocinado para los dos. Sí, chicas, confirmamos que es perfecto.

-¿Vas a subir a ponerte cómoda?- me pregunta mientras ponemos los platos en el lavavajillas.

-¿Y si vemos el tenis en la tele de tu habitación?- pregunto inocente y asiente en respuesta.- Te espero en la cama entonces.

Me dirijo a su habitación y me fijo en que todo está tal y como la última vez que estuve aquí. Es ordenado, chicas. Otro punto a favor.
Abro el cajón de la cómoda para coger una camiseta y cojo una de entrenamiento de la selección que tiene por ahí. Dejo mi ropa en el sillón y me meto directamente en la cama. Estoy buscando en la tele el canal donde ponen el partido de Carlos Alcaraz cuando entra en la habitación. Se para a mirarme mientras se quita la camiseta para estar más cómodo y por fin se mete en la cama. Lo primero que hace es venir directamente a atacar mi cuello dejando una senda de besos hasta llegar a mi cara, pasando por mi boca.

-Ay Robin, que estaba buscando el partido.- me quejo de forma fingida mientras me río, es más que obvio que estoy encantada con sus besos y, de hecho, dejo el mando a un lado.

-Lo siento, es que me he dado cuenta de que ahora eres lo que más me gusta de España.- confiesa mientras se coloca encima de mi apoyado en sus brazos, mirándome fijamente.

-Y de Italia.- añado sonriente, haciendo alusión a mi doble nacionalidad.

-Y del mundo.- afirma y hace que se me caiga la baba con él una vez más.

Paso mis manos por su cuello, jugando con su pelo y nos volvemos a besar. Solo nos separamos para que Robin por fin ponga el partido y esta vez sea yo quien se encuentre prácticamente tumbada encima de él para poder besarle con mayor comodidad.

Tras toda una tarde de besos enredados en sus sábanas, me encuentro vistiéndome para volver a mi casa, que ya va siendo hora.

-No quiero que te vayas.- admite apareciendo tras de mi mientras me miro al espejo ajustando mi ropa y dejando un beso en mi cuello.

-Tengo que irme. Tengo que ponerme guapa para mis amigas.- respondo recordándole que me voy por una buena causa, y es que he quedado con mis amigas para cenar.

-Ya estás guapísima.- responde dejando más besos en mi cuello y agarro sus manos mientras están posadas en mi cintura.

-Tú sí que eres guapo.- me giro para quedar frente a él.- No sé cómo he podido resistir tanto...

-Ha merecido la pena. Poder besarte cuando quiera no tiene precio.- dice y acorto el espacio que quedaba entre nosotros para besarle.

Completamente perdida, chicas. Así estoy. Y lo peor es que tengo la intuición de que no me arrepentiré de esto porque tengo Robin Le Normand para largo.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora