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Ane's POV

Despertar sola en la cama tras una noche de pasión no es mi cosa favorita en el mundo pero, cuando veo a Robin entrar a la habitación completamente sudado y en chándal recién llegado de correr, entonces siento que la vida ya me trata mejor.

-Buenos días, mi amor. ¿Te he despertado yo?- pregunta mientras se quita la camiseta y la deja a un lado de su maleta en el suelo.

Niego con la cabeza recorriendo su torso con mi vista y viene hacia mi riéndose para darme un beso.

-Hace un día increíble. ¿Me ducho y vamos a desayunar y a la playa?- propone y asiento. No soy una morning person y me cuesta hablar recién despierta.- Te invitaría a la ducha pero perdería tiempo de verte con ese bikini verde que metí en tu maleta.

-Tira, anda. No me provoques.- respondo riéndome y tirándole una de las almohadas con la que, por supuesto, ni siquiera alcanzo a rozarle.

-Anoche todo eran te quieros y besos, hoy que no te propongo sexo me tiras cosas. Me siento un objeto sexual.- se queja y le saco el dedo.

Mientras se ducha hago mi rutina de skin care y, siendo completamente sincera, cuando veo su cuerpo a través de la mampara de la ducha me siento tentada en varias ocasiones a entrar con él.

Una vez preparados los dos, bajamos al bufet libre de desayuno. Os confesaré una cosa: en casa solo desayuno un colacao pero no me soltéis en un bufet de hotel porque me apetecerá probar todo. Soltamos nuestras cosas en una de las mesas y nos dispersamos para ir coger lo que más nos apetece. Cuando vuelvo a la mesa para soltar el plato de fruta que me he preparado, veo que Robin viene con su café y mi colacao.

-Awww, ahora sí que te quiero.- digo dejando un beso en su hombro y sonríe orgulloso por su logro.

-Te haré el colacao cada mañana durante el resto de tu vida cuando vengas a vivir conmigo.- suelta y le pego en el brazo.

-Para, Robin.- le amenazo con un dedo en su pecho pero ni caso me hace.

Desde anoche está con las bromitas sobre vivir juntos y casarnos. Concretamente desde que le dijo al camarero que yo era su mujer y vio que me ponía nerviosa. Es mortal, busca mis puntos débiles para explotarlos. No sé si tengo un novio o un enemigo. Pero bueno, con esa cara se lo perdonaremos. Como para no.

Tras el desayuno volvemos a la habitación para coger un par de toallas para la playa y bajamos a las hamacas del hotel.

-Que odio la crema, Ane. Deja pringoso.- se queja cuando me acerco a él con el bote de protección solar.

-Robin, no seas niño chico. No deja pringoso.

-Se supone que me quieres.- se queja como lo que os decía, un niño pequeño.- Además, yo ya estoy moreno.- dice enseñándome el brazo.

-Sí, los brazos únicamente, que pareces un camionero en vez de un futbolista. Ven aquí.- le regaño y se ríe de mí.

-Vale, tú ganas. Pero ahora yo te echaré crema a ti también.- asiento dándole a entender que estoy de acuerdo y una sonrisa triunfadora se instala en su cara, dándome a entender que en realidad ha ganado él.

Cuando acabo de ponerle crema por todas partes, incluida la cara, me tumba de un empujón haciéndose el enfadado y me quita el bote de crema de la mano. Comienza por mi espalda, bajando a mi culo donde se entretiene más de lo necesario y, cuando llega a mis piernas, tengo que recordarle que estamos al aire libre y que, aunque la playa esté bastante vacía, seguimos estando en público. Me indica que me de la vuelta y sigue repartiendo crema por todo mi cuerpo, centrándose esta vez mucho más de lo necesario en mis pechos.

-Robin...- le advierto y se ríe, agachándose a dejar un beso en mi pecho izquierdo.

-Uf, sabe a crema.- se queja con cara de asco.- Me limpio en ti.- dice y me besa mientras me río.

Dura un total de cinco minutos quieto en su tumbona cuando me propone ir a ver qué tal está el agua, oferta que declino porque con las olas que hay no me meto al agua ni loca. Miro cómo camina hacia el agua y mi móvil suena dejando ver una llamada entrante de mi padre.

-Hola, papi.- saludo alegre.

-¿Qué tal, hija? Oye, ¿qué es ese mensaje de "papá estoy en Nerja se me ha olvidado decírtelo, me quedo un par de días"?- pregunta y río.- ¿Volviste a casa y de ahí te fuiste con las chicas o cómo lo has hecho?- suspiro ante su pregunta y me armo de valor para responder.

-En realidad no he venido con las chicas. Vine directa de Granada hasta aquí.

-¿Con los del trabajo o qué?- me interrumpe y escucho a Amaia por detrás pidiéndole que ponga el manos libres, lo que me hace reír porque se que ella ya me ha pillado.

-No, no. Es con... Bueno, estoy con alguien.

-Ya, imagino que sola no estarás. ¿Es con un novio?- se sobresalta de buenas a primeras.

-Sí, bueno, estoy con un chico...

-¿Pero desde cuándo? ¿Y qué es de Málaga?- vuelve a preguntar mi padre y escucho a Amaia reírse por detrás.

-No, papá. Vive en Sanse, pero hemos venido aquí.

-¿Y si vive aquí por qué tu padre no sabía de su existencia y te ha llevado hasta Málaga sin que yo le ponga ni siquiera cara?

-Cuando volvamos te lo presento, ¿vale? Es que ha sido todo muy improvisado... El equipo tenía tres días libres y...- me tapo la boca a mí misma y Robin que vuelve del mar hacia mi posición me mira con una ceja alzada, a lo que vocalizo un "mi padre".

-¿Pero qué tiene que ver el equipo? No entiendo nada, Ane...- vuelve a decir mi padre y Amaia le interrumpe.

-Bueno, Aitor, ya ha dicho que nos lo presenta cuando vuelva. Ahí haces todas tus preguntas, cariño.- interviene Amaia y agradezco internamente.

-Gracias, Amaia.- le digo y escucho un bufido de mi padre.

-Bueno, hija, te dejamos disfrutar. Tened cuidadito y nos vemos a la vuelta. Un beso fuerte.- se despide Amaia y le mando un beso.

-Adiós, hija. Y dile a ese, sea quien sea, que el mismo día que volváis le quiero en mi casa dando la cara.- añade mi padre y suelto una carcajada, sobre todo porque Robin se ha enterado de eso último y ha puesto cara de pánico.

-Que sí, papá. Adiós, un beso, os quiero.

Cuelgo y Robin se tira encima de mí todo mojado y frío de haberse bañado en el mar.

-Ay, que estás frío.- me quejo.

-Por eso, vengo a que me calientes, que se te da muy bien.- bromea y me río dándole un golpe. Siempre estamos igual, pero me da años de vida estos piques.

-Ten cuidado que estás bajo la amenaza de mi padre.- le recuerdo haciendo alusión al final de la conversación.

-Sí sí, ya me ha quedado claro que el martes tenemos cena familiar.- hace una pausa y levanta la cabeza para besarme.- El miércoles ya tendré a tu padre llamándome yerno.- añade muy seguro de sí mismo y asiento.

Está claro que mi padre y Amaia le van a adorar. Mi madre ya lo hace y no sabía ni quién era Robin Le Normand hace dos meses.

-Bueno, quita, que contigo encima no cojo sol.- le digo pidiendo que se aparte y se hace el ofendido.

Aún así, mágicamente me hace caso a la primera pero, cuando me doy cuenta, está arrastrando su hamaca hacia la mía, dejándolas completamente pegadas. Le miro con una ceja alzada y se encoge de hombros.

-Te he traído aquí para estar juntos y no quitarte las manos de encima, ya te lo advertí.- se tumba y comienza a jugar con mi pelo.

La sonrisa que se plasma en mi cara y la paz que se instala en mi pecho tienen un nombre: Robin Le Normand.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora