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Ane's POV

Si en el último capítulo de mi vida os hablaba de un día sospechosamente tranquilo, el día de hoy ha sido estresante por los dos. Nunca un jueves había tenido tantas horas y a la vez tan pocas. Además de trabajar, hemos tenido comida familiar al completo para que la familia de Robin y mi padre y Amaia se conozcan. A eso se le suma volver a trabajar por la tarde y, al llegar a casa, terminar de meter las cosas en la maleta. Por supuesto, añadamos el factor clave: los nervios. Que estoy yo mil veces más nerviosa que Robin es un hecho. Es increíble cómo está teniendo que calmarme él a mi cuando es él quien va a jugar la final.

-Camita por fin.- suspiro al tumbarme a su lado en nuestra cama.

-Mi novia por fin.- responde abrazándose a mi cuerpo y juego con su pelo mientras reparto besos por su mejilla.- Me tienes abandonado.- dice poniendo cara de cachorrito.

Y así, tras una sesión de mimos, nos quedamos dormidos las escasas ocho horas que voy a dormir hasta sabe Dios cuándo.

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Que mi novio es muy cariñoso es algo que ya sabéis, pero cuando está recién despierto esa virtud se eleva a su máximo exponente. Conseguimos salir de la cama y llegar con tiempo de sobra a Zubieta, siendo de los primeros en llegar.

-No sabía que se podía venir con la familia a cuestas.- bromea Jose a forma de saludo llegando hacia nuestra posición.- Fuera de aquí, desertora.- dice haciéndome burla y le saco el dedo.

Hablé con él en cuanto pude para contarle que, en cuanto acabasen los partidos, me iría del Club. Hizo algún que otro esfuerzo por retenerme pero después comprendió mi punto y no me puso ningún tipo de problema.

-Las caras de dormidos, por Dios.- dice Tomás llegando también.- ¿Y este qué hace aquí? ¿Te has perdido, bonito?- se dirige a Robin, que es el primero de los jugadores en llegar.

Tras algunas charlas y bromas más, por fin estamos todos y nos subimos al bus que nos llevará al aeropuerto. Antes de subir dejo un beso rápido en los labios de mi novio y nos despedimos para cada uno poder ir por su lado.
Es una suerte para mí no ser de esas personas que se marean en los viajes porque lo pasamos entero de pie grabando a la afición que se agolpa a cada metro que recorre nuestro autobús. Los jugadores, emocionado, también se levantan y golpean los cristales y ya se siente como si hubiéramos ganado.

Una vez llegados al aeropuerto solo tenemos que pasar el control y esperar 20 minutos para nuestro embarque. Nos dedicamos a editar y subir lo grabado en el bus mientras los jugadores se toman un café y, al momento, ya estamos subidos en el avión.
Antes de que despeguemos, Paula y yo nos recorremos el avión grabando últimos mensajes de los jugadores antes de dejar San Sebastián.

-A ver, déjame trabajar a mi.- dice Robin quitándome el móvil de las manos.

Se graba junto a Zubi, que va sentado con él, y me lo devuelve tras lanzar un mensaje a la afición.

-Editarlo lo editas tú.- dice sacándome la lengua y ruedo los ojos.

Me siento en el asiento que queda entre los dos a editarlo rápido bajo la atenta mirada de ambos. Cuando lo subo doy una palmada indicando que me voy y revuelvo el pelo de Zubi como despedida. Voy a saltar las piernas de Robin y tira de mi cintura para sentarme sobre su regazo. Me revuelvo para que me suelte sin suerte alguna y termino por dejarme abrazar.

-¿Me dejas trabajar, por favor?- pido nerviosa y más se divierte.

-Pues dame un beso.

-Robin...

-Uno solo.- vuelve a insistir.- Si no nos ve nadie. Zubi está empanado, no se entera.

-¡Oye! A mi me dejas.- se defiende nuestro amigo.

Suspiro dándome por vencida y le doy un beso que él trata de alargar.

-Venga, me voy.- digo levantándome de sus piernas.

Entrecierro los ojos amenazandole cuando trata de tirar de mi mano para volver a sentarme sobre sus piernas y se ríe de mí en mi cara.

Consigo huir y paso el resto del vuelo con mis compañeros tratando de descansar para lo que nos viene en cuanto aterricemos.

Por fin en el hotel, tenemos una hora y media escasa después de comer para descansar antes de partir hacia La Cartuja para el último entrenamiento antes de la Final. En ese tiempo hablo un poco por whatsapp con Robin hasta que deja de contestarme y entiendo que se habrá quedado frito. De hecho, lo confirmo cuando bajo al hall y está allí esperando para subir al bus junto a sus compañeros.

-Qué carita de dormido, bebé.- susurro abrazándome a su brazo y deja un beso en mi pelo.

-Estaba reventado. Necesito un café.- confiesa y me río.

-Ahora te lo tomas allí. ¿Ves normal que nos llueva en pleno mayo en Sevilla?- pregunto mirando al cielo desde la puerta del hotel.

-Para que nos sintamos como en casa.- responde Merino que se une a nuestra conversación.

Asiento riéndome y nos dan la señal que indica que podemos ir subiendo al bus. Robin coge el gorro de mi chubasquero y me lo pone, metiendo los mechones libres de mi pelo hacia adentro. Sonrío agradecida y deja un beso en la punta de mi nariz, a lo que respondo arrugándola y provoca en él una risita.

Nos llueve todo el entrenamiento y, por más que he intentado refugiarme en los banquillos, en cuanto llego al hotel tengo que irme directa a la ducha para poder entrar en calor. Me coloco una sudadera del club que le robé a Robin un día en casa y jamás le he devuelto (ni lo haré) y bajo al comedor. Hemos quedado todos excepto los jugadores allí para prepararles una sorpresa. Es algo simple: colgamos mensajes y dibujos que los más pequeños de los seguidores del club han hecho para ellos.

A la hora de cenar bajan y a todos les emociona la sorpresa. Los cámaras son quienes se encargan de grabar las reacciones, así que yo solo estoy de incentivo para que lean mensajes y comenten impresiones.

-Este me lo quedo.- oigo decir a Robin mirando un dibujo en el que supuestamente salen él y Remiro abrazándose tras parar un gol.- Para casa.- me dice y el capullo de Raúl graba mi reacción.

-Sois idiotas. Todos.- digo y me voy riéndome.

Son ya las 12 de la noche y aún sigo despierta dando vueltas en la cama. Me consta que muchos jugadores están en las habitaciones de unos y otros jugando a la play o simplemente pasando el rato. De pronto, me llega un mensaje de Robin avisándome de que viene a mi habitación a darme las buenas noches.

-Hola, amor. ¿Todavía con mi sudadera? ¿Me echas demasiado de menos en la cama o es que has cogido frío de verdad?- pregunta abrazándome mientras andamos hacia la cama.

-Más lo primero.- admito y reparte besos por toda mi cara.

Nos tumbamos en la cama a hablar, simplemente mirando al techo y acariciandonos uno al otro. Nos dedicamos a hablar del partido pero, cuando la conversación se está poniendo muy intensa, como siempre, se encarga de romper la tensión.

-¿Echar un rapidito quieres?- pregunta y me río.

-Vete ya a dormir, que mañana quiero celebrar un título. Y te advierto que como ganemos yo no me acuesto, eh.- amenazo y ríe incorporándose.

-Me parece bien. A la cama no nos vendremos a dormir, desde luego.- suelta con una sonrisa pícara y niego con la cabeza.

Me trae loca, de verdad. Nos despedimos en la puerta y, ahora sí, me acuesto un poco más tranquila.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora