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Ane's POV

¿Cómo una semana puede empezar tan bien y desarrollarse tan increíblemente mal? Es alucinante cómo la carga de trabajo y el estrés hacen que sea imposible desconectar del trabajo, ni siquiera cuando voy a dormir. A Jose, mi jefe, se le ocurrió el martes que deberíamos hacer un vídeo extenso sobre nuestra andadura en Champions que serviría tanto si remontábamos en una semana ante el PSG como si nos eliminaban y se acababa ahí nuestro sueño. A priori, una gran idea. En la práctica, tener que buscar y buscar entre miles de vídeos y fotos y editarlo todo dándole un sentido. Todo esto añadido al trabajo del día a día de los entrenamientos, a contenidos añadidos y al partido de Liga del sábado, que al menos es en casa. Todo lo anterior se traduce en trabajo, trabajo y más trabajo. De hecho, estamos a jueves y aún no he visto a nadie fuera del trabajo: ni a mis amigas, ni a mi padre y Amaia, ni a Robin.
Evidentemente a Robin le he visto en los entrenamientos y hemos hablado por whatsapp en los pocos momentos de tranquilidad que he tenido y un gran punto a su favor es que no me ha presionado por no habernos visto. Al contrario, me ha entendido y escuchado en todo momento. Lo que os decía, es perfecto.
Cuando dan las 8 de la tarde salimos por fin de la oficina. Parece que ya vemos la luz al final del túnel y tenemos el video montado, faltando solo el contenido del partido del martes que viene como desenlace, así que mañana probablemente hagamos un horario normal de trabajo de viernes: de 9 a 2.
Reviso mi móvil antes de arrancar el coche y veo varios mensajes de Robin preguntándome cómo llevo la tarde, que si estoy más tranquila, que si puede hacer algo por mi y una foto en el sofá de su jardín diciendo que me echa de menos ahí con él. Es un amor y no sé qué habré hecho para merecerlo pero lo pienso aprovechar. Sin pensarlo mucho más, bloqueo el móvil sin responder y me dirijo con el coche hacia su casa.

Cuando llego y llamo al timbre, solo escuchar su voz a través del interfono ya hace que esté un poco más feliz. Cruzo el jardín viendo cómo abre la puerta con una cara entre de felicidad y de sorpresa.

-Hola.- saludo al llegar a su posición y no necesita nada más para atraerme hacia su cuerpo.

Cierra la puerta, quita el bolso de mi hombro para colgarlo en la percha de la entrada y me vuelve a abrazar fuerte dejando besos en mi pelo.

-¿Estás mejor?- asiento y dejo la cabeza en su pecho.

-Ahora mucho mejor.- respondo levantando mi mirada para ver su cara.- Qué guapo estás.

-¿Me has echado de menos?- pregunta sonriendo y me separo para mirarle frente a frente.

-Ya sabes que sí.- contesto siendo sincera y coge mi cara entre sus manos para darme un beso y volver a abrazarme.- ¿Qué hacías antes de que irrumpiera en tu casa la okupa oficial?

-Nada... Solo tocaba un poco el piano.

-¿Sigues y así te veo, porfa?- propongo con mi mejor cara de pena.

-¿Habrá algún día que pueda decirte que no a algo?- dice rodando los ojos y me río bajito.

Ambos nos dirigimos al salón y nos sentamos en la banqueta del piano. Mientras toca me quedo ensimismada mirando su perfil, sus manos, la tranquilidad que me transmite y que me contagia. He llegado aquí con la ansiedad y el estrés por las nubes y en 10 minutos ha sido capaz de disipar todo. Mi madre siempre me ha dicho que hay que quedarse con quien te haga bien y creo que ahora mismo esa definición tiene nombres y apellidos y se llaman Robin Le Normand.
Apoyo la cabeza en su hombro mientras toca los últimos acordes de Another Love y sonríe dejando un beso en mi cabeza. Cuando acaba de tocar me encuentra con los ojos cerrados y coge mis piernas para sentarme encima de él.

-¿Te ibas a quedar dormida?- se burla y me abraza más a él.

-No, idiota. Estaba relajada por primera vez en días.- sonríe satisfecho y acaricio su cara antes de besarle.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora