54

1.1K 101 16
                                    

Robin's POV

Quien me conoce sabe que soy un chico que siempre trato de mantener la calma, sacar mi lado más racional y enfrentar las situaciones de estrés o de máxima tensión con la mayor tranquilidad posible. Pero es que no sabéis lo que se siente por el cuerpo cada vez que dejas la mente en blanco y te viene a la cabeza que mañana juegas una final de Eurocopa. Ni en los mejores sueños del pequeño Robin que jugaba en el jardín con su hermano había un guion tan perfecto.

Y no hablemos del mayor de los alicientes para mostrar calma, seguridad y normalidad: tener a mi novia aquí. Si yo soy la parte racional en nuestra relación, ella es completamente la parte pasional. Y no negaré que me encanta que lo sea. La conozco demasiado bien como para saber que no está tan nerviosa solo por lo mucho que desea como aficionada ganar esta eurocopa, sino que está atacada por mi. Al final del día, ella solo se preocupa por mi bienestar y porque todo me vaya bien, al igual que yo la antepongo a ella a cualquier cosa, así que puedo entender sus nervios.
Además, os diré que es demasiado gracioso tratar de calmarla y que eso solo haga que ponerla más nerviosa. Es demasiado divertida, pero qué os voy a decir yo si es que es el amor de mi vida.

Hablando del amor de mi vida, justamente me acaba de enviar una foto de toda la familia al completo en el ascensor del hotel en el que se están alojando. Amplío la foto para verle bien la cara y veo que lleva la nota que le di en la funda del móvil. Un día de estos me la comeré, os lo digo de verdad. De hecho, como ella misma diría, "a veces siento que me explota el corazón de lo enamorado que estoy". No admitiré en voz alta haber tenido este pensamiento tan cursi pero la realidad es que, desde que la conozco, me ha dado bastante igual sonar cursi al hablar de ella. Normal, ¿no? ¿Habéis visto esa cara? Pues eso.

Ane's POV

De camino al hotel de concentración de los jugadores voy hablando con Amaia y con mi suegra tranquilamente sobre Berlín. La verdad que es la ciudad que más nos está gustando hasta ahora e incluso anoche hablaba con Ainhoa que es una pena que ya se acabe esta experiencia. Es cierto que tengo ganas de volver a España, tener un poco de tranquilidad y, sobre todo, disfrutar de mi novio. Pero también es cierto que esto solo se vive una vez en la vida y ha sido absolutamente increíble. Y más lo será si ponemos el broche ganando mañana.

Abrazo a Robin en cuanto le vemos como si llevásemos sin hacerlo una vida entera. Lo siento, somos así de dramáticos. Hoy me toca compartirlo un poco más porque también han venido sus amigos y no seré yo quien se lo robe. Además, os confesaré que esta tarde vuelvo a verle después del entrenamiento hasta la hora de la cena. Y esta vez a solas. No os digo la ilusión que me hace a mi, mejor os cuento lo contento que está mi novio.
Pasamos los cuarenta minutos establecidos antes de su comida charlando todos sentados en unos sofás mientras Robin mantiene nuestras manos entrelazadas y yo apoyo mi cabeza en su hombro. Aún estando rodeados por todos, este momento de paz siempre se sentirá íntimo y mi novio lo sabe porque aprieta mi mano para hacérmelo sentir también.

———————————————————————————

-De verdad, más vueltas que una peonza por Alemania ya, eh.- dice Ainhoa mientras nos recorremos una de las calles de tiendas de Berlín.

-Literal. Podemos hacer check en la to do list como que hemos hecho un interrail por Alemania entera.- comento y ambas reímos.

-Alemania, mi país. Además, el dineral que llevamos aquí gastado otro rollo.- se queja señalando las bolsas que ambas llevamos, y es que no paramos de caer en tentaciones.

-Desde luego, el PIB per capita lo estamos aumentando pero bien.- secundo.- No quiero ni mirar la cuenta.

Seguimos un par de horas más dando vueltas por Berlín y ponemos rumbo por fin a ver a nuestros novios. O como le hemos llamado nosotras: al vis a vis. Porque claramente esto lo han hecho para lo mismo, a mí que no me engañen. Dejarnos verles dos veces en un día... Raro.

Robin está en la habitación 224 según me ha dicho así que, tal dar mi nombre al personal del hotel, me encamino hacia la habitación. Sé que estoy enamorada de este hombre por muchos motivos, pero una señal de ello es que siempre que voy a su encuentro me pongo nerviosa como la primera vez.
Llamo a la puerta y en cuanto abre y veo cómo a él también se le ilumina la cara al verme recuerdo otro motivo por el cual no puedo estar más enamorada de él: nunca nadie me había querido tanto y tan bien.

Como os podréis imaginar, porque vosotras ya le conocéis igual de bien que yo, lo primero que hizo mi novio tras dejarme pasar fue conducirme a la cama. Y yo, por supuesto, encantada.
Salgo del baño tras limpiarme y adecentarme un poco únicamente llevando la camiseta que le he quitado antes ya que nos queda aún media hora juntos.

-¿Y todas estas bolsas? ¿Algún regalo para mi?- pregunta y niego riéndome.- Qué mala eres. Pues yo sí que me he acordado de ti.- dice y se levanta yendo hacia el escritorio.

-Miedo me das...

Me entrega una caja de Adidas y la abro extrañada hasta que veo lo que hay dentro y abro la boca sorprendida y emocionada a partes iguales, lo cual causa la sonrisa de mi novio.

-¿En serio, Robin?- pregunto emocionada y el asiente sacando una de las botas para que la vea mejor.

Mi novio ha decidido que en las botas con las que jugará la final mañana ponga en una "Ane" y en otra "Amore". Y yo... ¿Qué os digo yo? Yo me muero por él.

-Es súper bonito, amor.- le abrazo dejando a un lado la caja.- Espero darte suerte mañana.

-Mi mayor golpe de suerte fue conocerte. Esto solo es un detalle, uno de tantos que te prometo que tendré toda la vida que nos queda juntos.- sonrió ampliamente ante sus palabras y suelta una risita.- No te voy a pedir matrimonio ahora, puedes estar tranquila. Pero sí que te voy a hacer una promesa: tú y yo vamos a estar toda la vida juntos, te lo prometo. Y voy a mejorar cada día y hacerte cada día un poco más feliz que el anterior. Y cada día trataré de demostrarte que eres la mujer de mi vida y decirte cuánto te quiero. Porque te quiero más que a nada en el mundo, Ane.

-Robin... Al final me haces llorar.- digo mientras pasa sus pulgares por mis ojos para borrar el rastro de emoción que ya dejaban estos.- Te amo con toda mi alma. Más que a mi vida. Y no importa cuando me pidas matrimonio, eres el hombre de mi vida para siempre. Y te prometo que te lo diré cada día de nuestras vidas.

Y así, abrazados en mitad de una habitación de hotel en Berlín a menos de 24 horas de una final, es como surgió la primera de las promesas de nuestras vidas: querernos para siempre.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora