58

1.1K 90 10
                                    

Ane's POV

Descanso mi cabeza por fin en el hombro de mi padre cuando nos sentamos en nuestros asientos en el avión. Me duele y ya no sé si es por resaca, por los gritos de nuestras familias y amigos al enseñarles el anillo, por no haber dormido absolutamente nada en las últimas 24 horas o por lo que nos espera en el día de hoy.
En resumen, todo el mundo se ha alegrado muchísimo por nuestro compromiso, como era de esperar, pero a mi padre casi le da algo. Pero literal que creo que he sentido cómo se mareaba por un momento, aunque el grito de mi suegra le ha devuelto a la conciencia pronto.

-Ay, la última vez que mi hija duerme sobre mi hombro...- dice suspirando cuando despegamos y suelto una carcajada.

-Mira que eres dramático, eh.- respondo y veo como Amaia asiente.

-El anillo es una pasada.- comenta ella mientras coge mi mano y la acaricia.- Qué fuerte que haya cumplido sus amenazas de pedírtelo en la Eurocopa...

-Pues como cumpla yo las mías se va a enterar.- añade mi padre causando que le de un golpecito en el pecho.- ¿Qué? Yo a Robin le quiero mucho, pero le acaba de pedir matrimonio a mi niña.

-Papá, no soy ninguna niña ya...- susurro con ternura.- Y no significa que nos vayamos a casar pasado mañana.

-No, peor aún. Pasado mañana te lleva a la otra punta del mundo.- responde haciendo referencia a nuestras vacaciones en Maldivas.

No hay manera de que un padre celoso entre en razón así que me doy por vencida e intento dormirme porque sé que estas serán las únicas horas que duerma hasta Dios sabe cuándo.

Cuando entramos a nuestra habitación en el hotel veo que Robin deja nuestras maletas en un rincón y directamente se tira en la cama derrotado.

-No te duermas que tienes media hora para bajar a comer.- le advierto mirándole desde mi posición.

Su respuesta es estirar los brazos para llamarme y que vaya junto a él. Como la buena novia que soy -ahora prometida- hago caso inmediatamente y me tumbo encima de su cuerpo. Robin me recibe apretándome contra su torso y dejando besos en mi pelo y me siento la chica más afortunada del mundo.

-Me tengo que volver a ganar a tu padre.- susurra y me río.

-Diría que sí.- bromeo.- Nada, se le pasará cuando lo asimile. Es un celoso.

-El grito de tu madre no se si lo he escuchado por el teléfono o se ha oído desde Italia hasta Alemania. Me dejó sordo.- ríe haciendo referencia a la reacción de mi madre cuando la llamamos.

-Pues no sabes cómo se ha puesto luego por whatsapp. Quería buscar iglesia ya, no te digo más.

-Bueno, mi madre creo que ya está mirando qué ponerse. Ya le he dicho que igual llueve y le arruina el outfit pero ella sigue...- bromea y levanto mi cabeza para mirarle con una ceja alzada.

-¿Por qué iba a llover?

-Porque en Donosti siempre llueve.- responde obvio.

-¿Ya te he convencido de que la boda será en Donosti? Qué fácil...

-¿Acaso pensabas que nuestra boda iba a ser lo mismo fuera de nuestra ciudad? Nos casaremos en nuestro hogar y con nuestra gente.- afirma y asiento emocionada.- Eso sí, cuando acabe la fiesta te secuestro y no quiero ver a nuestra gente ni en pintura. Tú solo para mí.

Lo único que corta la carcajada que suelto son sus labios encima de los míos. Pasamos un rato más simplemente hablando y compartiendo tiempo juntos pero ya nos da la hora de comer.
Tras el almuerzo, que ha acabado a las 5 de la tarde por culpa de los retrasos en nuestros vuelos que hicieron que llegásemos a Madrid mas tarde, los chicos tienen que ducharse y vestirse con la ropa que les entregan para comenzar con el protocolo.

-O sea que pasas de aprovechar para descansar tras 24 horas sin dormir y te vas a ir a Cibeles ya.- repite Robin sin poder creerse aún mi plan.

-Es que es un día grande, quiero disfrutarlo. Esta noche ya dormiremos, si es que te dejo hacerlo después de verte con ese traje que te han dicho que debes ponerte.- le miro pícara y sonríe.

-Pues si te vas a ir tendrás que arreglarte ya... Podemos ducharnos juntos, ¿no?

Su sonrisa prometedora hace que no tenga ni que sopesar mi respuesta. Simplemente ya estoy camino del baño de su mano. Así de fácil soy con él.

Robin se encarga de deshacerse de nuestras ropas y regula el agua para, cuando considera que ya está bien, tirar de mi cuerpo hacia dentro de la ducha. Mientras el agua cae sobre nuestros cuerpos se para a mirarme y coge la mano que porta mi anillo para llevarla a su boca y besarla. Sus besos siguen bajando por todo mi brazo y llegan a mi clavícula. De ahí pasa a mi cuello y luego a la mandíbula para, por fin, acabar en mi boca. Lleva sus manos a mi culo para pegar más nuestros cuerpos y suelto un jadeo. Esto solo consigue que vuelva a repetir su acción, clavando su erección en mi vientre y dejándome con ganas de más contacto.
Como siempre con Robin, no hace falta que le pida las cosas porque sabe perfectamente lo que quiero, pero le encanta que lo haga, así que cojo una de sus manos y la llevo hacia mi pecho izquierdo para que atienda a mis pezones. Mientras estimula mis pechos, sus besos vuelven a bajar por todo mi cuerpo hasta que lleva a mi bajo vientre.

-Robin...- vuelvo a gemir y levanta su mirada para regalarme la imagen más excitante de mi vida.

-¿Qué necesitas?- pregunta con sorna mientras muerde la cara interior de uno de mis muslos.

-A ti.- respondo poniendo una mano en su pelo para empujar su cabeza a mi centro.

No hace falta que haga nada más porque ya siento su lengua recorrer mis pliegues y tengo que poner mis manos en la pared para evitar caerme. Sigue un rato ahí mientras mis piernas tiemblan y, cuando menos lo espero, para y sube sus besos de nuevo a mis pechos y después a mis labios. Siento que introduce un par de dedos dentro de mi y comienza a moverlos tan rápido que comienzo a venirme a chorros, literalmente. Tengo que sujetarme a sus hombros para no caerme y él aferra uno de sus brazos a mis caderas para sostenerme pero con su otra mano libre vuelve a repetir la misma acción, que vuelve a acabar igual segundos más tarde. Me gira sobre mi misma, haciendo que apoya mis manos contra la mampara y se introduce dentro de mi de una estocada, lo que hace que pegue también mis pechos y mi cara a la mampara, que se empaña con el vaho que desprenden mis gemidos.
Sentir su respiración acelerada y sus constantes gemidos en mi oído hace más excitante aún el ritmo frenético con el que está entrando y saliendo de mi, pero cuando muerde mi lóbulo y me susurra que se va a correr soy yo quien se viene sin poder evitarlo. En mitad de mis temblores fruto del orgasmo siento cómo su líquido me llena y suspiro derrotada.
Me quedo completamente apoyada sobre la mampara y Robin hace lo propio sobre mi espalda, dejando descansar su cabeza en mi hombro.

-Definitivamente no necesitamos dormir. Prefiero que nos quedemos haciendo esto.- susurra y río sin fuerzas.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora