24

1.8K 132 7
                                    

Ane's POV

Es increíble lo rápido que pasan los días cuando estás ocupada y feliz. Parece que fue ayer cuando estaba conociendo a la hermana de Robin y ya estamos casi a mediados de abril. Esto quiere decir que ya hace prácticamente dos meses que Robin y yo nos vemos casi a diario.
¿Qué deciros? Estar pillada ya hace semanas que se quedó corto para definir lo que siento por él. Es simple, me hace muy feliz. Es la persona más divertida que conozco y podemos hacer cualquier plan que jamás nos aburrimos. Y ni hablemos de sus muestras de cariño continuas, de cómo me cuida, de cómo me demuestra cada día que todo lo que siento es mutuo...
Su hermana antes de irse me dijo unas palabras que cada vez que las recuerdo me dejan pensando: "cuidaros mucho. Mi hermano te quiere, yo se lo noto, pero le da mucho miedo decírtelo. Quiérele mucho, por favor. Se merecía algo como esto y alguien como tú". Sonrío al volver a recordarlo y solo me interrumpe el coche de Robin viniendo a buscarme a la salida del trabajo, ya que han tenido sesión de entrenamiento de tarde.

-¿Cómo es posible que estés más guapa que esta mañana cuando te vi?- pregunta cuando entro en el coche y me lanzo a darle un pico rápido.

-¿Qué tal ha ido el entreno?- me intereso porque llevan una semana intensa con mucha presión de cara al final de la liga y la final de Copa.

-Pf, bueno... Ahí estamos. Parece que ya no dan las piernas a ratos, ¿sabes?- resopla y se que esta conversación le está poniendo de mal humor, así que intento cambiar un poco el rumbo de la conversación.

-¿Quieres que vayamos al restaurante ese que decían Ainhoa y Alex el otro día? Así salimos un poco.- me ofrece y frunzo el ceño.

-Robin... Nos pueden ver.- digo y al momento resopla claramente enfadado.- ¿Por qué no cenamos en tu jardín? Preparamos un aperitivo al lado de la piscina y...- no me deja terminar porque me interrumpe.

-¿Cuánto tiempo piensas estar así? Joder, me escondes como si fuese algo malo.- contesta de mala gana y activa en mi el modo defensa.

-Es muy fácil para ti porque tu trabajo nunca quedará en entredicho, ¿sabes? ¿Te has puesto en mi lugar?

-Pues sí, cada uno de los días de estos dos últimos meses. Y he acatado tus tiempos y tus reglas sin presionarte.

-Claaaaro, porque no me estás presionando ahora mismo.- río irónica y me mira mal mientras conduce.

-O sea que este es el tipo de relación que vas a querer siempre, ¿no? Estar en casa escondidos y, como mucho, salir con amigos. Pues de puta madre...

-Mira, Robin, si vienes cabreado del entreno conmigo no la pagues... Yo te he ofrecido un plan alternativo con toda mi buena fe, si no te sirve nada que no sea lo que tú quieres pues ya está.- ni siquiera me contesta y bufo mirando por la ventanilla.- Déjame en mi casa, por favor.

Unos minutos después para en mi puerta, me mira con la misma cara de enfadado y no me molesto siquiera en despedirme. Cierro de un portazo y las lágrimas me salen solas. Aunque hayamos tenido alguna discusión leve anteriormente que se ha solucionado al momento, nunca habíamos discutido así. Y nunca me había dejado en casa sin darme un beso al despedirse.
Preparo las cosas para meterme en la ducha con la esperanza de que suene el timbre y sea él, pero no lo es. De hecho, me paso toda la noche mirando el móvil y deseando que cada mensaje que llega sea suyo, pero no lo es.

Al día siguiente me vuelvo a despertar sin un mensaje suyo y barajo la opción de ser yo quien de el paso de hablarle, hasta que recuerdo lo gilipollas que fue y se me pasa.
Y si hablamos de mala suerte, me ha tocado cubrir el entrenamiento de viernes pre-partido. Cuando los jugadores saltan al césped trato de no mirarlo, pero mi mirada le encuentra casi sin querer. Tiene cara de estar cansado y triste, la misma que yo, y cuando me mira las lágrimas amenazan con salir. Y por esto mismo sabía que acabaría afectando a mi trabajo, porque ahora mismo solo me apetece salir de aquí.

-Sois dos idiotas...- dice Remi en mi oído mientras me abraza cuando finaliza el entrenamiento.

-Puede ser. Él más que yo, ha sido un gilipollas.- me quejo y se ríe.

-Pero le quieres. Y él a ti. Así que ya lo estáis arreglando, por favor.- me ordena apuntándome con el dedo y marchándose.

Veo que Robin nos mira y vuelve a agachar la cabeza para retirarse al vestuario. Suspiro y sigo con mi trabajo.

El resto del día se me hace corto porque me cargo de trabajo al máximo para no tener tiempo de pensar y directa del trabajo me voy al gimnasio.
Llego a casa a eso de las ocho y media de la tarde y, para redondear el día, llamada entrante de mi madre. No sé qué magia usan las madres pero, en cuanto descuelgo el teléfono, ya me nota que algo pasa. Agradezco internamente la confianza que tengo con mi madre y haberla puesto en contexto de toda mi relación con Robin para que ahora sea mucho más fácil explicarle qué es lo que ha pasado.

-Ay, hija.- suspira.- A veces hay que dar un poco el brazo a torcer y ponerse en el lugar del otro antes de ponerse a discutir.

-Dos no discuten si uno no quiere...

-¿No has pensado que quizá él solo quería que esta vez cedieras tú? Él lleva dos meses haciendo las cosas como tú quieres, llevándolo todo en secreto.- expone y asiento aunque se que no me ve.

-No es en secreto... Es solo en privado. Y a él tampoco le va mucho lo de exponer su vida en redes y tal si es a lo que te refieres.- replico.

-Pero quizá le va lo de poder pasar a buscarte por la puerta del trabajo sin tener que esperarte alejado, o lo de salir a cenar un día cualquiera, o dar un paseo de la mano por el centro...

-¿Entonces qué? ¿Dejo de trabajar y me dedico a ser una mantenida para poder pasear por el centro de la mano?- ruedo los ojos y agradezco que no me vea porque me habría regañado.

-Ane, hija, no tienes que dejar de trabajar. Solo tienes que ir con la verdad por delante, hablar con tu jefe y, entonces y solo entonces, ver cómo lo lleváis.

-Está bien...- contesto derrotada.

-No, está bien no. Tengo razón.- suelta y me río.

-Hablaré con Robin mañana, quédate tranquila. Te echo mucho de menos, mamá.- confieso y se me saltan las lágrimas.

-Yo a ti también, mi amor. Arréglalo con el chico y venís a verme o iré yo y no seré precisamente cariñosa con vosotros.

Cuando cuelgo barajo la opción de llamar a Robin pero, para evitar malos entendidos, mejor hablar en persona. La parte buena es que mañana jugamos a las 2 y no tendré que esperar mucho para verle.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora