45

1.2K 114 16
                                    

Ane's POV

Que mi madre ya estaba encantada con Robin antes de conocerle era una realidad, pero no podría explicaros con palabras lo enamorada que está de él ahora que le conoce. Que yo la entiendo porque soy la primera que está completamente enamorada de él, pero me parece surrealista.
Por poneros en situación, ayer llegamos a casa de mi madre en Roma sobre las nueve de la noche, por lo que fuimos a cenar a un restaurante cercano y tuvimos una gran sobremesa para que pudieran conocerse más. La mañana de hoy, mi madre tenía que trabajar, por lo que he podido disfrutar de mi novio y llevarle a ver el Vaticano. Ha sido a mediodía cuando mi madre se ha unido a nosotros para comer y no sabéis, desde entonces no tengo ni madre ni novio.

-Bueno, chicos. Pago los cafés y voy para casa, que yo turismo ya he hecho bastante en mi vida.- informa mi madre levantándose.

-Es increíble... Con ella no haces ni el intento de discutir por pagar y a mí me montas cada show...- me quejo sorprendida arrancando una carcajada de mi novio.

-Tú eres mi novia y todo lo mío es tuyo.

-Y lo mío también es tuyo, ¿no?- pregunto entrecerrando los ojos.

-Lo tuyo también es tuyo.- se ríe y me cruzo de brazos.- No me atrevería a discutirle a tu madre, tiene más mala leche que tú.

Me río pegándole en el pecho y mi madre vuelve ya con la cuenta pagada. Nos despedimos de ella y nos decidimos a seguir con nuestra turistada. Comenzamos la tarde en el Castel Sant'Angelo y después vamos caminando hacia la Piazza Navona. Nos compramos un par de helados y decidimos sentarnos allí a descansar.

-Hace unos años cuando vivía aquí no me imaginaba volviendo así.- pienso en voz alta.

-¿Así como?

-Así. Contigo, con planes de futuro... De aquí se fue una niña con la universidad recién terminada y con el único sueño de trabajar en Vogue.- suelto una risita.- He vivido muchas cosas en estos años y siento que tengo una vida muy plena. Y en gran parte es gracias a ti, Robin.

-Yo no he hecho nada. Tú te has ganado todo lo que tienes, incluido a mi. Apareciste con un móvil en la mano, toda tímida, concentrada y pasando de nosotros y yo ya no podía dejar de mirarte. Ni yo, ni muchos más. Y en otra ocasión habría sido más rápido por tratar de adelantarme a cualquier movimiento de Take por ti, pero te prometo que sentía que no hacía falta. Sabía que el destino en algún momento te pondría en mi camino.- confiesa y apoyo la cabeza en su hombro emocionada.

-Al principio me escudaba en que quizá solo querrías acostarte conmigo, que a veces es real.- bromeo y ambos reímos.- No paraba de intentar convencerme de que harías eso y me dejarías. Pero bastó hablar dos veces contigo para saber que eso no pasaría. Yo no sé si ha sido el destino o no, Robin, pero yo quiero estar contigo siempre.- digo entrelazando nuestros dedos y sonríe mirando nuestras manos.

-¿Quieres ya el anillo, amor?- se burla y ruedo los ojos. Se acerca a mi riendo para dejar un beso rápido en mis labios y me contagia la risa.- Vamos a estar juntos siempre. Y te pondré ese anillo. Está claro que o me caso contigo o no me caso.

Me deja sin palabras. Como siempre. ¿No os pasa a veces que os preguntáis cómo es físicamente posible ser tan feliz? Pues me pasa mucho desde que estoy con Robin.

Nos acabamos nuestros helados y seguimos paseando cogidos de la mano hacia la Fontana di Trevi. Verla por la noche siempre ha sido un espectáculo, verla con Robin lo multiplica por dos.

-Ven, amor. Vamos a pedir un deseo.- digo tirando de su mano hacia uno de los pocos huecos libres que quedan.- No vale que pidas ser convocado para la Eurocopa, que eso ya lo has conseguido tú solito.- le advierto entregándole la moneda.

Lanza su moneda con una sonrisa en la cara y pienso que a saber qué ha pedido. Pero rápidamente cambiamos posiciones y me toca a mí lanzar mi moneda. Mi deseo está más que claro: "que sigamos toda la vida queriéndonos así de bien y así de bonito".

Decidimos seguir caminando, dirigiéndonos a Trastevere para tomar algo tranquilos y pasear viendo las lucecitas. En Roma hace súper buen tiempo en estas fechas y caminar se hace más que agradable.

-Mira, amor. Esta era mi uni. Aquí me convertí en una gran empollona.- río mostrándole la fachada del edificio de la universidad en la que estudié.

-No quiero ni preguntar cuantos novios italianos conseguiste en esta universidad.- bromea y suelto una carcajada.

-Pues ninguno, idiota.- finjo sinceridad y rueda los ojos.- A ver, ya sabes que eres mi segundo novio, pero el primero no fue aquí. Aquí... hubo otras cosas.- me río y pone cara de asco.

-No pienso seguir con esta conversación. No quiero imaginar la de pobres italianos que se habrán quedado enamoraditos de ti.- me vuelvo a reír y tiro de su mano para atraerle hacia mi.

-Para al final quedarme con un francés... Manda huevos.- bromeo y vuelve a rodar los ojos. Me encanta picarle, es un hecho.- Menos mal que eres un francés reconvertido... Eso hizo que accediera a estar contigo, aunque no seas italiano.

-Esta noche dormimos en camas separadas.- sentencia y suelto una carcajada.

-Perdón, bebé. Ya no te pico más.- digo cerca de su boca y me hace la cobra intentando contener la risa.- Gordi, es que eres muy gracioso cuando te picas. Por eso me tengo que inventar cosas. Pero tú sabes que no hay nada que me ponga más que escucharte hablar francés.- digo en su oído y aprovecho para dejar un mordisquito en el lóbulo de su oreja.

-Haces conmigo lo que quieres.- susurra sobre mis labios para después besarme.

Cuando te vi - Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora