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Hyunjin se sentó en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared, y contempló sus manos cubiertas de sangre. Le temblaban, con un hormigueo que comenzaba a ascender hasta sus hombros. Últimamente, siempre que perdía el control y dejaba salir al asesino que llevaba dentro, ese picor aparecía. Era como si su cuerpo protestara al verse de nuevo encarcelado bajo el poder de su mente.

Trató de ignorar aquella sensación, y observó cómo Rowon y Changbin conversaban entre susurros al otro lado del callejón. Changbin hablaba con rapidez y Rowon asentía muy serio, a la vez que ambos le dedicaban rápidas miradas. Si prestaba un poco de atención, podía oír la mayor parte del diálogo, en el que su nombre aparecía con demasiada frecuencia.

Dejó a un lado la conversación por la que no sentía ninguna curiosidad, y se limitó a contemplar cómo el resto de licántropos decapitaban los cuerpos de los renegados. Unos minutos antes habían desaparecido en la oscuridad, para volver convertidos en hombres a bordo de una furgoneta negra con el logotipo de una empresa de viajes y deportes de aventura; vistiendo ropas de color negro y con más aspecto de mercenarios que de monitores de campamento.

—Pobre chica —dijo uno de los lobos, mientras contemplaba el cuerpo de la joven en el suelo—. ¿Cómo lo hacen? —preguntó a Hyunjin.

—¿A qué te refieres? —preguntó él a su vez.

—A cómo consiguen hipnotizar así a los humanos para que hagan todo lo que les piden sin dudar —contestó con un tono que dejaba entrever un pequeño atisbo de resquemor.

—No funciona así, y no todos los vampiros tienen el poder de la sugestión.

—¿Tú lo tienes? —preguntó. Hyunjin se encogió de hombros, sin muchas ganas de hablar—. Pues explícame cómo es, cómo los hipnotizas.

—No es hipnotismo, ¿vale? Ni siquiera sabría decirte con exactitud lo que es —dijo Hyunjin muy serio. No era precisamente el tema del que le apetecía hablar en ese momento, y aquel tipo parecía empeñado en no dejarlo correr.

—Inténtalo, te aseguro que soy más listo de lo que parezco —insistió el licántropo, pero esta vez con una actitud menos amable.

—Es algo instintivo, un arma… —empezó a decir. El gesto interrogante del lobo le hizo plantearse si de verdad era tan listo como aseguraba. Suspiró, cansado, y durante un par de segundos pensó en una explicación que el otro pudiera entender—. Verás, no es un truco que se pueda aprender, ni una actitud que se pueda imitar. Forma parte de nosotros , como la fuerza o la velocidad y, al igual que estas, se puede controlar. El influjo de nuestra voz o nuestro olor es como un hilo invisible que atrae a los mortales hasta nosotros.

—¿Y cuántas veces te has aprovechado tú de ese don? —preguntó el licántropo con malicia, bajo la atenta mirada de sus dos compañeros.

—Bastantes, pero no para lo que imaginas —el tono de Hyunjin se volvió frío y cortante, y un destello carmesí iluminó sus ojos durante una fracción de segundo. No iba a tolerar que aquel tipo lo juzgara.

—Ya está bien, chicos, terminen con esos y marchense —intervino Rowon con cara de pocos amigos. Se sentó junto a Hyunjin con las manos entrelazadas sobre las rodillas. No dijo nada y se limitó a contemplar cómo Changbin echaba una mano a los Cazadores que se afanaban en trasladar los cuerpos de los renegados a la furgoneta—. Le he prometido que hablaré con su padre, trataré de convencerlo para que le permita venir conmigo —dijo al cabo de unos segundos, con los ojos clavados en su sobrino—. Es un buen chico y le caes bien… quizá podrías enseñarle algo… Llevas muchos años luchando contra esos asesinos, tu experiencia…

—Dar rodeos nunca ha sido lo tuyo, Rowon. ¿Por qué no vas al grano? —replicó Hyunjin sin poder disimular su desconfianza, esa no era la actitud que esperaba del mayor de los Lee.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora