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Hyunjin terminó de recoger sus cosas y dejó las maletas junto a la puerta. Se marcharía en cuanto la fiesta hubiera terminado. Había reservado un vuelo privado hasta Génova y desde allí viajaría en coche a su villa cerca de Laglio; le encantaba hacer esa ruta. Esa mañana se había puesto en contacto con Teresa, la mujer que se encargaba de la casa, y le había dado todas las instrucciones necesarias para que preparara su llegada y la de Changbin.

Había pensado en pasar allí el verano, hasta que el curso en Oxford comenzara y, entonces, quizá, él también se matricularía. Podría ser divertido hacer algo diferente, pasar más tiempo en casa y disfrutar de la vida que había abandonado durante décadas. Tenía una posición dentro de la raza y, tal vez, había llegado el momento de asumirla.

Ya había anochecido cuando tomó el camino que conducía a la casa de huéspedes. Sabía que esa iba a ser la última vez que vería a Felix, así se lo había prometido a sí mismo; una rápida despedida y se acabó para siempre. Sintió cómo su corazón se hacía añicos por esa realidad. Detuvo el coche frente a la casa y se quedó sentado un momento, con el motor apagado. Sacó el paquete plateado de la guantera, se bajó del coche y cruzó el jardín dirigiéndose a la entrada.

—¡Hyunjin! —dijo Alice con afecto al verlo frente a su puerta.

—Buenas noches, Alice —saludó con su mejor sonrisa—. ¿Está Felix en casa? Tengo algo para él. —Alzó ligeramente el regalo.

—Sí, está arriba —contestó radiante.

Sus ojos recorrían el rostro de Hyunjin con adoración.

—¿Le importaría decirle que estoy aquí? —sugirió al ver que la mujer no se movía del umbral de la puerta.

—¡Oh, por supuesto! Pero pasa, no te quedes ahí.

—Gracias, prefiero esperar aquí, si no es una molestia —indicó Hyunjin forzando otra sonrisa. En su interior todo se estaba desmoronando.

Alice regresó adentro y Hyunjin aprovechó para volver al aire limpio y fresco del exterior. Dentro de aquella cristalera el calor era sofocante incluso para él. Enseguida oyó que alguien bajaba las escaleras a toda prisa. La puerta se abrió de golpe y Felix apareció a través de él dando un pequeño traspiés. Se enderezó atusándose el pelo.

—Hola —saludó él con la respiración entrecortada.

—Hola —repitió Hyunjin tras contemplarlo unos segundos, y un doloroso nudo se formó en su garganta.

Él llevaba unos pantalones oscuros que se aferraban con determinación a sus delgadas piernas y una camisa de manga corta en seda color verde oscuro que hacía juego con sus ojos con un par de botones sueltos en la parte superior.

Estaba precioso.

—Me sorprende verte después de cómo te fuiste el otro día —dijo un poco dolido.

—Lo siento, debería haber cuidado mis modales —se disculpó. Dio un par de pasos hasta colocarse frente a él y de forma vacilante le tendió el paquete—. Es para ti, por tu graduación. Creo que te gustará —comentó sin perder detalle de sus gestos.

Felix miró el paquete y después a Hyunjin. Debería estar enfadado con él, de hecho, lo había estado hasta el mismo instante en el que cruzó la puerta y se encontró con su hermoso rostro y aquellas dos llamas azules que eran sus ojos; unos ojos que le cortaban la respiración. Tomó el regalo y lo abrió.

—¡No puedo aceptarlo, es demasiado! —repuso con las mejillas arreboladas, el libro de fotografía temblaba entre sus manos.

—Por favor, acéptalo —rogó él con un tono muy tierno y afectuoso.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora