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Felix salió de la ducha con un estremecimiento y se envolvió en la toalla. Tomó otra del armario y comenzó a frotarse el pelo para secar el agua que le escurría por la espalda. Entonces se acercó al espejo y con la mano limpió el vaho de su superficie.

Contempló su imagen detenidamente,
estiró los dedos para tocar su reflejo y se dio cuenta de que no dejaban de temblar. Había pasado la mayor parte del día muy nervioso, pero ahora, a solo unos minutos de que una legión de vampiros invadiera Blackhill House, sus nervios se habían transformado en pánico. Era un humano en un nido de vampiros, como vino para un alcohólico.

Se obligó a desenredarse el pelo sin prisa y, aparentando la misma calma, se aplicó una loción por la piel. Volvió a mirarse en el espejo y sonrió para infundirse confianza.

Felix salió del baño y se encontró con
Sana y Yeji que lo esperaban junto a la
cama. Las dos vampiras ya estaban vestidos para el baile de solsticio, con el que celebrarían el aniversario del pacto, y eran la viva imagen de la belleza y la elegancia.

Sana llevaba un vestido rojo de satén que marcaba su preciosa figura. Se había recogido el pelo en un moño alto decorado con perlas negras y dos plumas que colgaban rozando su nuca. Lucía un collar, también de perlas negras, que resaltaba la extrema palidez de su piel. A su lado, Yeji resplandecía con luz propia, enfundado en un vestido de seda verde oscuro con un ribete de encaje que decoraba las mangas y orilla de su cintura . Un par de preciosas hebillas de diamantes mantenía su larga y ondulada melena apartada de su rostro.

—¡Están… increíbles! —exclamó Felix.

—Tú también lo estarás cuando hayamos terminado contigo —dijo Yeji con una gran sonrisa.

Con un gesto de su mano lo invitó a que se sentara frente al tocador en el que habían cubierto el espejo. Felix dejó que lo peinaran y maquillaran, disfrutando del mimo con el que lo trataban. Al cabo de un rato, Sana le puso unas gotas de perfume en el cuello y con una sonrisa orgullosa se alejó unos pasos para poder contemplarlo.

—¿Qué tal estoy? —preguntó Felix poniéndose en pie.

Se giró y alargó el brazo para descubrir el espejo.

—¡No, todavía no! —le pidió Sana sujetando su mano—. Falta lo más importante.

Yeji salió de la habitación para regresar un instante después con un atuendo en los brazos. Lo dejó sobre la cama con mucho cuidado.

—Es para ti. Un regalo de nuestra parte — dijo la vampira pelirroja mientras se abrazaba a su madre. Ambas observaron con adoración la expresión boquiabierta de el chico.

—Es precioso —susurró él sin poder
apartar los ojos del traje de seda negro. Con lentitud acarició las mangas, la suave tela de los pantalones, los accesorios junto a estos —. No puedo aceptarlo —dijo de repente dando un paso atrás.

—¿Vas a rechazar nuestro regalo? —
preguntó Sana sin poder disimular una nota de desencanto.

—Es que… es demasiado bonito, y seguro que cuesta una fortuna —las palabras salían a borbotones de su boca—. Es imposible que pueda quedarme bien. Parecerá que voy disfrazado de… de… ¡Por favor, mirense, yo jamás podría lucir así!

—¡No digas tonterías! —lo interrumpió
Sana. Se acercó a él y le rozó la mejilla con los dedos—. Eres precioso, Felix, por dentro y por fuera. ¡Ojalá pudieras ver lo que yo veo! — Lo rodeó con sus brazos y lo estrechó—. Ahora deja a un lado esas ideas y vístete. Te esperaremos fuera.

Yeji siguió a su madre sin dejar de sonreír ni un segundo, estaba encantado con el baile y con tener a Felix a su lado.

—¡Ni se te ocurra mirar!—le dijo al chico antes de salir.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora