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Eunwoo puso el intermitente, y el furgón de reparto alquilado abandonó la Interestatal 10 y tomó la 641 en dirección a la 61. Doce horas antes habían tomado un vuelo desde Montreal hasta Houston, desde allí emprendieron por carretera el resto del viaje hacia Nueva Orleans. Eunwoo conducía y Hyunjin lo acompañaba en la cabina; en la zona de carga iban veintisiete licántropos del tamaño de un oso XXL, incluido Changbin.

No había sido nada fácil calmarlos y hacerlos subir a un avión. Nunca habían visto uno de cerca. Conocían su existencia, máquinas voladoras que habían ido evolucionando en forma y velocidad; pero para los hombres de Daleh eran como engendros del demonio. Las aves volaban, no los hombres.

No dejaba de ser curiosa la percepción que tenían del mundo. Nunca habían abandonado las montañas en las que Dongseok los exilió, unos bosques donde solo moraban algunos pueblos nativos: nómadas que viajaban junto a los grandes rebaños de renos, alces y caribús para poder alimentarse. Cientos de años viviendo en un lugar salvaje que se había convertido en su hogar. Desde allí habían visto cómo el mundo avanzaba y evolucionaba, cómo aparecían nuevas máquinas, vehículos y objetos electrónicos; sabían en teoría qué eran todas aquellas cosas, pero nunca les interesaron ni trataron de comprenderlas. Eligieron vivir una vida solitaria y aislada de todo; hasta que los Lee habían aparecido de nuevo para cambiarla.

El viaje había estado salpicado de momentos raros, tensos, incluso divertidos. Vestirlos fue el primer problema. No se acostumbraban a las camisetas de algodón ceñidas, ceñidas porque en la tienda no encontraron tallas lo suficientemente grandes para ellos. Se sentían torpes con las botas, parecían niños aprendiendo a andar. En el aeródromo tuvieron serios problemas para no llamar la atención. Los tipos estaban nerviosos e irascibles; la idea de despegar los pies del suelo, unos cuantos cientos de metros, parecía suficiente para volverlos locos. Hyunjin logró alquilar un avión de carga con suficientes arneses y cables como para mantenerlos quitecitos. Con dinero podías conseguir prácticamente todo lo que te propusieras, incluso cruzar una frontera y medio país en un vuelo sin declarar.

Hyunjin miraba por la ventanilla del furgón. Todo lo acontecido en los últimos días le parecía algo muy fácil que había sucedido hacía mucho; pero solo lo parecía porque lo que estaba por venir era muchísimo peor. Un destello llamó su atención. Se enderezó en el asiento y vio los coches aparcados en la cuneta. Todo estaba saliendo según lo planeado. Los señaló con la mano y Eunwoo asintió mientras empezaba a reducir la velocidad. Se detuvieron tras un Hummer H2 negro y un GMC Yukon.

Hyunjin saltó del vehículo, mientras del Hummer descendían Christopher y Cyrus, y del GMC bajaban Junho y su hermano Rowon.

—Me alegro de verte —dijo Christopher yendo al encuentro de su hermano. Le dio un fuerte abrazo—. Sin problemas por lo que veo.

—Changbin lo hizo bien—comentó Hyunjin con una sonrisa.

Eunwoo fue hasta la parte trasera del furgón y levantó la puerta. El primero en descender fue Changbin. Aún cojeaba un poco y lucía varios moratones en la cara y en los brazos desnudos. Los ojos de Christopher se abrieron como platos.

—¡Ni que te hubiera pasado un tren por encima! —exclamó el vampiro. Changbin le dedicó un gruñido y una mueca de dolor se dibujó en su cara al enderezarse—. Venga, no seas llorón. Seguro que no era para tanto. ¿Al cachorrito le han hecho daño? —se burló como si lo estuviera arrullando.

—Un día de estos voy a cerrarte esa bocota, Christopher. Aunque después tenga que aguantar la bronca que me echará tu hermana.

Christopher iba a replicar, cuando los lobos comenzaron a descender del camión. Se quedó mudo al ver a Daleh. El tipo era enorme (superaba con facilidad los dos metros de altura), sus hombros, bajo la chaqueta de aire militar, eran anchos como los de un defensa. De él emanaba un aire de amenaza que despertaba todos los instintos de los vampiros presentes. Cyrus se llevó la mano al costado donde una daga reposaba en su funda de cuero. La apretó con fuerza cuando todos los hombres quedaron a la vista.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora