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Hyunjin tomó forma frente a la casa de huéspedes. Jeongin estaba en medio de jardín, como si le esperara. Felix se encontraba con él y hablaban en susurros. Guardaron silencio en cuanto se percataron de su presencia. Sintió una punzada en el pecho, allí estaban de nuevo los malditos celos: profundos y dolorosos; y también ese deseo desmesurado que sentía con solo tenerlo cerca.

Recompuso su actitud fría e indiferente de la mejor forma que pudo. Después de todo, habían terminado. Pero lo había llamado y ese pequeño detalle lo estaba volviendo loco.

—¡Estás horrible! —le hizo notar Jeongin. Menuda novedad, Hyunjin sentía la piel tirante por toda la sangre seca que la cubría, sin contar con el olor nauseabundo que lo rodeaba.

—¡No me digas, porque yo me siento de maravilla! —le espetó en tono mordaz. Su mirada se cruzó con la de Felix, que lo miraba con los ojos muy abiertos y una expresión de horror deformando su precioso rostro. Se obligó a continuar impasible. La máscara se le cayó en cuanto se percató de que ambos tenían las ropas manchadas de sangre; y del aspecto de la casa, parecía que la había azotado un tornado o una explosión. —¿Qué demonios ha pasado? Me dijiste que estaban todos bien.

—Y lo estamos —ratificó Jeongin. Hyunjin lo fulminó con la mirada mientras se acercaba con paso rápido—. Menos por los desperfectos de la casa y los nefilim que hay muertos en el interior.

—¡¿Qué? —exclamó.

—Tranquilízate, ¿vale? En las últimas dos horas han pasado muchas cosas que aún trato de asimilar. ¿Qué te parece si te pongo al día mientras nos deshacemos de todos esos cuerpos? Pronto amanecerá —sugirió Jeongin.

—Pues empieza —dijo Hyunjin mientras se dirigía a la casa para ver con sus propios ojos qué había sucedido.

Una hora más tarde. Todos los cadáveres habían desaparecido y la casa estaba limpia de restos.

—…y eso es todo lo que ha pasado —terminó de contar Jeongin a Hyunjin mientras apoyaba contra la pared lo que quedaba de la puerta principal.

Hyunjin estaba paralizado, con la vista clavada en el suelo y la mandíbula tan apretada que era un milagro que no estuviera escupiendo trozos de dientes. Su frustración y su rabia se podían palpar en el aire. Un ligero temblor empezó a sacudir las paredes. Sarah y Salma se miraron la una a la otra, nadie más parecía preocupado por el terremoto; solo que no era un terremoto. El temblor aumentó y un extraño zumbido surgió del suelo. Una luz blanquecina iluminó la piel de Hyunjin. La luz se encogía y se expandía como si palpitara; y con cada latido, el temblor cobraba intensidad.

Felix se dio cuenta de inmediato de qué ocurría. Quiso acercarse a Hyunjin e intentar calmarlo, pero se quedó clavado junto a la chimenea cuando él levantó la vista del suelo y lo taladró con una frialdad capaz de helar un desierto a mediodía. Estaba muy enfadado, aun así, en lo más profundo de sus ojos, pudo captar un destello de algo más.

Hyunjin se enderezó y se pasó una mano por el pelo revuelto y salpicado de sangre.

—Según la profecía, solo queda un sello que romper: el alma dos veces nacida y no sé qué más…

Mientras hablaba, el temblor disminuyó hasta desaparecer.

—Sí —dijo Jeongin.

—Y nada apunta a que pueda haber más sellos.

—El libro termina ahí, después no se volvió a escribir en él.

Hyunjin ladeó la cabeza y miró a Salma.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora