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El pánico, crudo y descarnado, se apoderó de los renegados. Pandemónium.

Hyunjin vació su último cargador. Tiró la pistola al suelo, se llevó las manos al pecho y desenvainó las dagas que llevaba cruzadas sobre él. El estrés era literalmente veneno en su torrente sanguíneo. Apenas era capaz de procesar todos los ataques que recibía. Giraba en un remolino de puñetazos y patadas, que él desviaba con los antebrazos y esquivaba agachando el torso y la cabeza.

Roland apareció frente a él, armado hasta los dientes y con una mirada desquiciada. El renegado parecía de verdad furioso. Hyunjin entornó los ojos y se permitió el lujo de sonreírle. Roland le lanzó un tajo con su daga, Hyunjin interceptó el golpe, lo hizo girar y, utilizando su impulso, lo lanzó contra un grupo que intentaba acorralar a su hermano. Roland se recuperó rápidamente del inesperado impacto y arremetió contra él. Hyunjin se apartó en el último momento girando sobre sí mismo; sus brazos eran como aspas y se movieron con precisión. Su mano atravesó tejidos y huesos. Se quedó inmóvil con una rodilla en el suelo y los brazos extendidos, al igual que Roland. La expresión de este era de sorpresa y horror. Muy despacio miró hacia abajo y contempló el agujero en su pecho. Se desplomó hacia delante de golpe.

Hyunjin dejó caer el corazón del renegado al suelo. Le dio una patada con desprecio y apuntó a su siguiente objetivo. Ser un semiángel tenía sus ventajas, cada vez que lanzaba una de aquellas lenguas de fuego, unos cuantos renegados se convertían en cenizas; pero no podía usarlas sin correr el riesgo de herir a uno de los suyos. Estaban demasiado mezclados, así que tenía que calcular muy bien el momento para no lamentar un daño irreparable. Intentaba por todos los medios no perder de vista a Christopher y a los Lee, pero entre aquel mar de cuerpos era imposible ver nada ni a nadie.

Los hombres de Daleh eran cuanto habían esperado de ellos y mucho más. Eran auténticas máquinas de combate con los pistones bien engrasados, y parecían funcionar con una perfecta mezcla de alto octanaje, porque no aflojaban el ritmo, ni mostraban cansancio. La mirada de Hyunjin se cruzó con la del lobo, una milésima de segundo que aprovechó un vampiro gigantesco del nido de Seattle para abalanzarse sobre Daleh; nada que una daga en el pecho no pudiera arreglar.

Mientras desnudaba los colmillos y un gruñido se elevaba en su garganta, Hyunjin dio un salto y voló sobre sus cabezas. Giró en el aire como lo haría un proyectil. Un movimiento de muñeca y la cabeza del renegado se descolgó de su cuello a cámara lenta. Al aterrizar sobre el suelo, los pies de Hyunjin resbalaron en la sangre que lo cubría. Parecía una pista de patinaje en la que sus botas se hundían unos buenos cinco centímetros. Miró a su alrededor. Había sangre por todas partes: las paredes, las puertas, las ventanas; incluso ellos estaban cubiertos por una capa pegajosa que escondía sus facciones, convirtiéndolos en una especie de figuritas de acción, todas iguales. Casi no podía distinguir a amigos de enemigos.

El descuido tuvo sus consecuencias.

Notó un golpe seco en el hombro y la punta de una hoja apareció bajo su clavícula. Sintió el mango del arma golpeándole la espalda. ¡Lo había atravesado de lado a lado! El dolor lo sacudió como un latigazo. Un grito ronco salió de su garganta mientras se giraba y hundía una daga en el cuello del renegado que acababa de apuñalarlo. A unos cuantos metros de donde se encontraba, Somi tenía verdaderos problemas para mantenerse a salvo de las estocadas de dos proscritos.

Hyunjin se lanzó hacia delante como un tren de mercancías, embistiendo todo lo que encontraba a su paso. Era un guerrero increíble, las dagas giraban en sus manos emitiendo destellos bajo las luces. Sus brazos y piernas se movían cambiando de posición más rápido que un parpadeo, con una ejecución y un equilibrio perfectos que tuvieron como resultado otras cuatro bajas en el bando enemigo.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora