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Era una noche agradable. En el cielo una enorme luna resplandecía entre las nubes y su luz plateada incidió sobre Hyunjin cuando cruzó la plaza a paso ligero. El vampiro serpenteó entre el laberinto de calles hasta localizar el estrecho callejón, cubierto en toda su longitud por arcos de piedra que lo sumían en una oscuridad absoluta. Se detuvo bajo uno de esos arcos. Aguzó todos sus sentidos y percibió a su alrededor, para asegurarse de que nadie le observaba. Buscó en el muro la pequeña juntura y la empujó, la losa de piedra se deslizó dejando escapar una ráfaga de aire con olor a rancio. Arrugó la nariz y se dejó caer dentro de la abertura.

Marchó a través de los oscuros y mohosos pasillos de piedra. Roma estaba surcada por infinidad de pasadizos subterráneos que solo unos pocos conocían, casi todos vampiros que se servían de ellos para vivir ocultos a los humanos. Se adentró en la tierra hasta el final de uno de aquellos túneles. Empujó una puerta de hierro y entró a otro corredor repleto de anaqueles cubiertos de la cera derretida de grandes velones. Subió por una escalera con forma de caracol y golpeó con fuerza la puerta de madera que había al final. Tres golpes, después dos y de nuevo tres.

Una figura diminuta apareció al otro lado y con una profunda reverencia lo saludó.

—¡No hagas eso, Laura! —exclamó Hyunjin con una mueca de disgusto.

—Señor, es como debo saludarlos.

Hyunjin contempló a la niña: su cabello
dorado, sus ojos grises, su cuerpo impúber. El mismo aspecto que tenía quinientos años antes cuando fue transformada con apenas trece por un Renegado.

—Laura, si no me das un abrazo ahora
mismo pensaré que no te alegras de verme, y eso me causará una profunda tristeza —replicó Hyunjin colocando los dedos bajo su barbilla para obligarla a que lo mirara.

Laura sonrió y su bonito rostro se iluminó. Se lanzó a los brazos de Hyunjin y lo estrechó con sus delgados y pequeños brazos.

—Tengo una cosa para ti —dijo el vampiro mientras la posaba en el suelo con cuidado. Sacó algo de su bolsillo y extendió el puño cerrado frente a Laura, lentamente lo abrió y dejó a la vista un camafeo de coral rosa.

—Aún sigues coleccionándolos, ¿verdad?

Laura asintió con los ojos como platos.

—Gracias. Es el más bonito que he visto
nunca —dijo la niña mientras rozaba con los dedos la superficie de la joya.

Hyunjin le colocó el collar alrededor del
cuello y le rozó la nariz con la punta del dedo.

—¿Están bien? ¿Necesitán algo? Si le
pregunto a ese viejo cascarrabias me dirá que no.

Laura sonrió con timidez.

—Solo algo de tinta para Silas.

—¿Y para ti?

Laura negó con la cabeza.

—Hay algo que deseas, puedo verlo en tus ojos —dijo él.

—Me… me gustaron mucho los libros que me trajiste la última vez. —Hyunjin asintió dando a entender que le conseguiría más—. Y… me gustaría probarme unos de esos pantalones que llevan las chicas ahora.

Sacó un papel doblado de un bolsillo de su vestido, la página de una de esas revistas para adolescentes sobre chicos y moda, y se la entregó. Hyunjin la desdobló y una sonrisa asomó a sus labios.

—¿Quieres unos pantalones tejanos?

La niña asintió.

—También me gustan esos zapatos con
cordones y puntera blanca —dijo a la vez que señalaba unas zapatillas Converse de color rosa.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora