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—¡¿Qué?! —estalló Felix, cansado de la mirada escrutadora de Jeongin sobre él.

—Nada, solo espero —respondió el chico mientras guardaba en el coche unos botes de pintura que acababan de comprar.

Él puso los ojos en blanco.

—Vale, ni siquiera sé por qué pregunto, pero... ¿a qué esperas?

Jeongin adoptó su pose habitual de suficiencia. Se apoyó en el coche con los brazos cruzados y entornó los ojos.

—Estoy esperando que empieces a patalear y a quejarte porque has tenido que quedarte aquí, a mi cuidado. No sé... pero los dos sabemos que no te va el papel de princesa en la torre. —Se agachó y tomó otro par de cubos—. Y si soy sincero conmigo mismo, me preocupa que intentes jugármela, largándote durante algún (seguro que improbable) despiste por mi parte.

Felix se lo quedó mirando, dudando entre darle un puñetazo o echarse a reír. Se colocó el pelo tras las orejas y se acomodó a su lado.

—No tienes que preocuparte —dijo, dándole un empujón cariñoso con el codo—. No voy a ir a ningún lado. Sé que lo mejor que puedo hacer es quedarme aquí y rezar para que todo salga bien. Me mata no tener noticias, ni saber qué está pasando; pero me da más miedo ponerlos en peligro. No lo soportaría. —Lo miró de reojo y sonrió—. Me portaré bien, tranquilo.

—¿De verdad?

—De verdad —le aseguró—. Sé que no hay nada que pueda hacer para ayudar. Salvo quedarme aquí, a salvo, para que él no tenga que preocuparse por mí. ¡No pasa nada por ser de vez en cuando la princesa en la torre!

—Ya, y me lo creería si no supiera que te dan arcadas con solo pensarlo.

Felix soltó una carcajada. Jeongin también rió y le rodeó los hombros con el brazo de forma protectora.

—Bueno. Ya tenemos la pintura, las herramientas y la madera. ¿Qué más necesitas?

—Nada más —respondió él.

—Entonces, ¿nos vamos?

Felix sacudió la cabeza mientras rebuscaba en su bolso.

—No. Tengo que pasar por la oficina de correos y recoger unos paquetes para Suzy. Jane y yo le prometimos que nos encargaríamos de la librería mientras ella estuviera fuera con los niños.

—No te preocupes, yo me encargo de eso. Si a cambio tú entras en Lou’s y me consigues una tarta de calabaza para Eunwoo. Esa camarera, Mandy, me acosa cada vez que me ve —le dijo con un guiño travieso.

—¿Lo dices en serio?

—Y tan en serio. Intenta meterme mano en cuanto tiene ocasión.

Felix sacudió la cabeza, muerto de risa.

—Está bien. Yo compraré la tarta. Nos vemos aquí en cinco minutos —dijo mientras comprobaba que llevaba dinero—. ¡Eh! —llamó al chico, que comenzaba a alejarse—. Me gusta que empieces a llevarte bien con ellos. Me hace feliz.

Jeongin se dio la vuelta sin dejar de caminar.

—¿Lo dices por los lobos? —preguntó.

—Y por Hyunjin —aclaró él.

—Mi familia necesita un lugar seguro, y yo haré lo que sea para que lo tenga. Si el precio es convertirme en un buen chico. —Se encogió de hombros con una sonrisa que dibujó hoyuelos en su cara. Vestido con unos tejanos desgastados y un jersey de lana gris, era imposible no contemplarlo.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora