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Felix salió al pasillo y cerró la puerta de su habitación, dejando a Changbin y Yeji dentro para que pudieran hablar. Unos segundos antes, él se había presentado ante la puerta bastante alterado y, con la voz entrecortada, había formulado una disculpa y su deseo de estar a solas con Yeji unos minutos.

Felix avanzó por el pasillo sin saber muy bien adónde ir. Se detuvo en el rellano de la escalera y desde allí contempló el vestíbulo.

Había Guerreros apostados en la entrada y junto a la puerta que daba paso al salón de baile. Se oían numerosas voces y la música de Vivaldi fluyó hasta él. No se sentía con fuerzas para bajar. Las manos le temblaban y el corazón comenzó a latirle cada vez más deprisa. El deseo de volver arriba se apoderó de él.

Cyrus apareció en el vestíbulo y sus ojos
descubrieron a Felix. Subió la escalera y lo saludó con una inclinación de su cabeza.

—Buenas noches, Felix. Permíteme
que te acompañe —dijo con una sonrisa.
Le ofreció su mano y él posó la suya
temblorosa sobre la de él.

—¿Y Hyunjin? —preguntó con timidez.

—Completamente asediado por sus
invitados. Así que tendrás que ser tú quien lo rescate —respondió Cyrus mientras descendían los peldaños.

—¿Yo? —Las piernas le flaquearon y el
vampiro tuvo que sostenerlo con más fuerza.

—Te llevaré hasta él si así te sientes mejor.

—Te lo agradecería —dijo él aliviado, y apretó los dedos del vampiro. Él le devolvió el apretón y ese gesto hizo que se sintiera un poco más seguro.

Felix recorrió con la mirada el vestíbulo. Guirnaldas de flores colgaban por todas partes y la luz dorada de las velas iluminaba cada rincón proyectando extrañas sombras.
Cyrus lo condujo hasta las puertas del salón. Estaban a punto de entrar cuando una voz sonó tras ellos.

—Señor, siento molestarle —se disculpó
el Guerrero—, pero debería ver una cosa.

—¿Ahora?

—Sí, señor. No le hubiera molestado si no fuera importante.

Cyrus, que aún no había soltado la mano de Felix, se giró hacia él con una sonrisa de pesar.

—Lo siento. Debo acudir —se disculpó.

—No importa —susurró Felix.

Cyrus entornó los ojos, dudando por
momentos. Miró hacia el salón, después al Guerrero que esperaba y por último posó su mirada en el chico humano. Se inclinó sobre él.

—Cuando cruces las puertas, no los mires. Alza la barbilla y avanza sin dudar hasta encontrar a uno de los Hwang, estarán al fondo. No les tengas miedo. Aquí el único de verdad peligroso soy yo y estoy de tu parte —dijo con una sorprendente calidez, y dando media vuelta se alejó.

Felix contempló las puertas. Llenó de aire su pecho y lo soltó todo de golpe, como si así pudiera deshacerse de los nervios que le estrujaban el estómago. El corazón le latía tan rápido que parecía un pajarito aleteando con fuerza. Sin que le diera tiempo a pensar en nada, los Guerreros empujaron las puertas del salón.

Contuvo el aliento completamente inmóvil, y una ráfaga de aire frió lo envolvió erizándole la piel. En aquel salón debía haber diez grados menos que en el resto de la casa. Todo quedó en silencio, a excepción de la música que continuaba sonando.

Felix sentía todas las miradas de los
presentes sobre él, y una fuerza extraña que también lo obligaba a él a contemplarlos. La boca se le secó de repente. Decenas de ojos de todos los colores inimaginables lo estudiaban con curiosidad, de una forma tan aguda que pensó que podían penetrar a través de su piel, hasta lo más profundo de su ser.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora