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—Olvídalo —dijo Felix mientras se movía por el salón buscando las llaves del coche—. No pienso llevar escolta. ¿Sabes... sabes lo raro que sería ir por ahí rodeado de unos tíos que parecen clones de Riddick?

—¿Quién? —preguntó Hyunjin.

Felix lo miró como si tuviera delante a un extraterrestre. Sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco.

—No necesito guardaespaldas —aseguró con voz firme.

Hyunjin se reclinó en el sofá, acomodándose de un modo perezoso y arrogante. Lo miró con las pestañas bajas.

—Lix, por favor, serán discretos. No puedes ir por ahí desprotegido.

—No estoy desprotegido. Sabes muy bien que puedo defenderme, y estos días he practicado con Jeongin. Pregúntale, verás cómo te dice que sé protegerme bastante bien.

La sonrisa desapareció del rostro del vampiro. No le gustó oír aquello. Intentó apartar de su mente la imagen de un combate cuerpo a cuerpo entre ellos. Imposible. Ahora no lograba pensar en otra cosa que no fueran brazos y piernas entrelazados. Se puso de pie y se dirigió a la cocina. Sacó de la nevera una bolsa de sangre y la rasgó con los dientes. Empezó a beber. Necesitaba calmar los nervios que sentía en el estómago.

Él lo siguió. Se quedó parado junto a la puerta, mirándolo. Solo llevaba un pantalón de pijama que colgaba por debajo de sus caderas, mostrando lo suficiente para que pudiera distraerse con su perfecta anatomía.

—Jinnie —dijo con tono mimoso. Él lo miró de reojo, enfadado. Unos mechones de pelo oscuro le cayeron por la frente cuando ladeó la cabeza hacia la ventana—. Sé que te preocupa mi seguridad. Pero, intenta pensar, no puedo pasearme por Heaven Falls con un ejército de vampiros. Llaman demasiado la atención, son... son enormes y dan miedo. La gente hará preguntas, empezaran a fijarse en nosotros y a especular. Sabes que eso no sería bueno para nosotros. »Además, no hay motivos para pensar que en este momento los renegados vayan a atacarnos. Y si lo que te preocupa son los ángeles, sabes que solo necesitan un pensamiento para reducir a cenizas a uno de nosotros. Si deciden ir a por mí, ni siquiera tendrán que acercarse.

Hyunjin dejó de beber. Parpadeó y pareció caer en la cuenta de lo que él acababa de decir. Que tuviera una escolta no era suficiente. ¡Dios, cómo no se había dado cuenta antes!

—Tienes razón, por eso será mejor que te quedes en casa hasta que todo esto pase y estemos seguros. Puedo traer a Jisung para que te haga compañía, seguro que a Minho no le importa. También trasladaré a Yeji. Los podremos proteger mejor si están juntos.

—¿Qué? —Felix dio un respingo—. No pienso quedarme en casa encerrado.

—Solo será hasta que todo acabe. Hasta que eliminemos el peligro.

—¿Eliminar el peligro? ¡Siempre habrá ángeles! No puedes tenerme encerrado por toda la eternidad.

—Lo que no puedo permitir es que te hagan daño.

—¿Incluso a costa de mi libertad? ¡No eres mi dueño!

—Estoy cansado de discutir. Es lo único que hacemos, discutir y discutir —respondió exasperado.

Tiró la bolsa vacía a la pila. No lograba entender la actitud de Felix. ¿Acaso no se daba cuenta de que lo hacía por él, para mantenerlo a salvo? Que lo quería tanto que perderlo no era una opción.

—Puede que dejemos de discutir si tú intentas ser más razonable —le espetó Felix.

La irritación aguijoneó a Felix. Se plantó delante de él, tan cerca que el aire apenas circulaba entre sus cuerpos. Apretó los labios con una mueca de escepticismo.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora