°•● 114 ●•°

27 4 0
                                    

•● 42 ●•

El funeral de Felix se celebró en la más estricta intimidad. Todos pensaron que Hyunjin por fin había recapacitado y reunido el valor para despedirse de él como era debido. De pie, frente a la tumba, él miraba impasible el féretro mientras era cubierto por capas y capas de tierra. Rachael estaba a su lado, llorando en silencio, aferrada a la mano del vampiro. El shock que había sufrido al presenciar la muerte de su hermano, fue comparable al que le sobrevino después al descubrir la verdad sobre las personas que la rodeaban. La incredulidad había dado paso al miedo, después a la rabia, finalmente a la aceptación. Vampiros, licántropos y ángeles velaban el cuerpo de su hermano, lloraban su muerte, y ella solo podía pensar que se había vuelto loca de remate.

Hyunjin apretaba entre sus dedos una cadena de la que colgaba el anillo de Felix. Notaba los eslabones clavándose en su piel. Si al menos hubiera podido convertirlo en su esposo. No sabía por qué, pero tenía la necesidad imperiosa de poder tener ese recuerdo. Felix siendo su marido. Ahora era demasiado tarde para ello. Era demasiado tarde para volver a sentirlo, para tocarlo, para tenerlo de nuevo entre sus brazos. Tarde para compensarle la vida que no pudo ni supo darle.

—¿Estás bien? —preguntó Changbin.

—Sí —respondió Hyunjin—. Solo quiero estar un rato a solas con él.

—Te esperaremos en casa, ¿vale? —dijo Yeji.

Hyunjin asintió y se inclinó hacia su hermano cuando él se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla. El vampiro rodeó los hombros de Rachael con el brazo y se la llevó consigo. Poco a poco, todos regresaron a los coches y abandonaron el cementerio. Hyunjin se quedó solo, con los ojos clavados en la tierra húmeda. Aún con la esperanza de que todo fuera un mal sueño y que de un momento a otro despertaría con él a su lado. No iba a despertar. Felix solo se encontraba vivo en su mente. Siempre con él, por siempre fuera de su alcance.

Iba a tener que cargar con su sufrimiento un poco más, pero esa clase de sufrimiento era como un purgatorio para alguien que no había muerto.

Jeongin se paró a su lado. Segundos después, Gabriel apareció frente a ellos.

—Se ha lanzado el desafío —dijo el arcángel al cabo de unos segundos.

Hyunjin alzó los ojos hacia él.

—Estamos listos.

—Sí —confirmó Jeongin.

No se habían despedido de sus familias. Ninguno de los dos había dicho nada a nadie; no tenía sentido preocuparlos. Si todo salía bien, ya tendrían tiempo de aclarar lo sucedido; si no acababa como esperaban, ya se verían al otro lado.

Gabriel esbozó una sonrisa y su voz adquirió un tono grave.

—Un consejo: sostengan se de las manitas —dijo entre dientes.

Gabriel se esfumó arrastrándolos consigo. El aire crujió y una intensa luz brilló en el cielo. Jeongin y Hyunjin se encontraron cayendo al vacío sin ningún control. Se estamparon de bruces contra el suelo y sus cuerpos se hundieron varios centímetros en la arena. Una arena fina y suave que debía rondar los cincuenta grados de temperatura, a pesar de que el sol ya se estaba poniendo.

Ambos se levantaron, sacudiéndose el polvo de las ropas y escupiendo tierra.

—Les dije que se dieran la mano —se rio Gabriel.

Jeongin estaba a punto de mandarlo al infierno, cuando se percató del paisaje que los rodeaba. Ante ellos se extendían kilómetros y kilómetros de páramos pizarrosos y cañadas arrasadas por la
erosión. A lo lejos se intuían unas ruinas, difuminadas como si fueran un espejismo. Nunca habían visto un lugar tan inhóspito como aquel. El sol se ocultó por completo a sus espaldas y en el cielo comenzaron a brillar las estrellas. Puntos borrosos entre dos luces. La temperatura bajaba a toda prisa y el escenario se transformó con una rapidez increíble. En la tierra debía haber pocos lugares tan hermosos como aquel.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora