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—¿Te importaría recordarme qué tengo yo que ver con una fiesta benéfica y con las familias fundadoras de este pueblo? —preguntó Changbin desde el asiento trasero del Porsche.
Desde que habían pasado a buscarlo por su casa, no había dejado de refunfuñar. Felix se giró para mirarlo a los ojos.
—Nada, pero eres fuerte y se te dan bien
las chapuzas. Y harás esto por mí, ¿verdad? —respondió con ojitos tiernos. Changbin no contestó y se dejó caer sobre el asiento esbozando una sonrisa torcida. —Gracias —vocalizó él y le lanzó un beso—. A ti también, Hyunjae, gracias por echarnos una mano.—No tenía nada que hacer —respondió el chico contemplando el paisaje.
Tomaron un camino asfaltado a las afueras del pueblo. Unos tres kilómetros más adelante, el camino terminaba a los pies de una enorme verja abierta de par en par, por la que no paraba de entrar y salir gente. Aparcaron a la sombra de un frondoso seto y continuaron andando hasta la casa, una construcción blanca de estilo sureño de grandes columnas dóricas también blancas, rodeada de árboles centenarios, arbustos decorativos y rosales. Emma salió a recibirlos, agradeciéndoles por millonésima vez que hubieran acudido. Pronto asignó a los chicos una lista interminable de tareas y se llevó a Felix al interior de la casa.
—¿Qué te parece si me ayudas en la
cocina? Hay un centenar de pastelitos que hornear, kilos de limones que exprimir y un montón de cosas más —dijo Emma en tono aburrido.—¡Claro!
—Gracias por haber venido, de verdad, y gracias por haber traído a tus amigos. Peter, Justin y los demás llevan por aquí toda la mañana, pero no dejan de perder el tiempo con sus tonterías. Para ligar deberían haber elegido otro lugar. —Puso los ojos en blanco, mientras se enfundaba unos guantes de cocina.
—No te preocupes, Emma, verás como
todo sale bien.—¡Mira quién ha venido! —exclamó la
señora Stanford, la madre de Emma, desde la puerta—. ¡Lixie, mi niño, me alegro de verte! —Se acercó con una gran sonrisa y lo abrazó presionando su mejilla ligeramente con la de ella—. Emma ya me ha contado. Tus padres estarían orgullosos. Una beca completa para Harvard y te has prometido. Me alegro mucho de que las cosas te vayan tan bien.—Gracias, señora Stanford —respondió Felix.
—¿Me dejas verlo? —preguntó la mujer
señalando el anillo. Felix alzó la mano
completamente ruborizado—.¡Un diamante azul, es precioso! Ese chico debe de quererte mucho.Felix se limitó a sonreír. Entonces hubo un estruendo en la entrada y la señora Stanford se apresuró a salir para ver qué ocurría.
—Quizá no debí pedirte que vinieras. Eres la novedad y todo el mundo va a andar tras de ti para cotillear —dijo Emma en voz baja, consciente de que todas las personas que había en la cocina estaban pendientes de ellos.
—No te preocupes. Bien, ¿por dónde
empiezo?Changbin terminó de comprobar la última bombilla y descendió de la escalera limpiándose el sudor de la cara con la camiseta. El sol estaba en lo más alto y hacía un calor insoportable. Hyunjin apareció con un montón de antorchas decorativas y le pasó unas cuantas al licántropo. Las colocaron alrededor de la fuente y a lo largo de toda la baranda que rodeaba la planta baja de la casa. Después siguieron a la señora Stanford hasta el salón, de allí tomarán unas cuantas cajas con objetos que la mujer quería guardar en la biblioteca por miedo a que pudieran romperse durante la fiesta. Tras eso, por fin habrían terminado.
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Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]
Hayran KurguHyunjin es callado, distante, y su mirada esconde grandes secretos. Sus cambios de personalidad intimidan y su atractivo revela tantas luces como sombras. Quizá, por eso, Felix no puede quitárselo de la cabeza. Pronto descubrirá que no es un chico...