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Nada más terminar el funeral por Rowon, Hyunjin regresó a casa de los Lee. Estaba preocupado por el estado de Minho; y sobre todo por Felix. Él se sentía culpable por todo lo ocurrido, por las muertes, y nadie mejor que él sabía lo que un sentimiento así podía destrozarte.

La vuelta desde las montañas se le había antojado eterna. Podría haberse desmaterializado sin más, pero no tuvo el valor de dejar a Junho, ni a ningún otro Lee, de ese modo.

Cuando se bajó del coche de Eunwoo, estaba de los nervios. Había sentido una extraña opresión en el pecho durante las dos últimas horas, una sensación instintiva que le avisaba de un peligro real. Entró en la casa, cada vez más alarmado, y subió la escalera sin hacer ruido. La puerta del cuarto de Minho estaba entreabierta. Jisung se había quedado dormido junto a él, sentado en una silla. Suzy descansaba profundamente en un sillón al otro lado de la cama. De repente, sus ojos se encontraron con los del chico. Había recuperado la consciencia, su piel el color y, por el sonido de su estómago, también el apetito.

Hyunjin entró en el cuarto sin hacer ruido.

—Hola, campeón —susurró.

Minho le sonrió y utilizó sus brazos para incorporarse un poco sobre las almohadas.

—¿Mi tío…? —empezó a preguntar. Hyunjin sacudió la cabeza—. No puedo creer que haya… —se le rompió la voz. Parpadeó un par de veces para alejar las lágrimas que se arremolinaban bajo sus pestañas.

—Y yo no puede creer que te estés recuperando —musitó Hyunjin, mirándolo de arriba abajo sorprendido—. Estabas muy mal.

—Ni yo, creía que me moría. Pero he empezado a regenerarme y ahora me encuentro bien. Sentí algo extraño, unas manos sobre mi cuerpo, y te juro que creí ver a alguien en la habitación…

—Sea lo que sea, parece un milagro.

—¿Minho? —la voz somnolienta de Jisung los interrumpió. Pegó un bote de la silla al verlo despierto—. ¡Oh, por Dios, estás aquí! ¿Te encuentras bien?

Suzy también se despertó. Hyunjin aprovechó el momento y salió, dejándolos solos. Fue hasta su antigua habitación y entró. El estómago le dio un vuelco a comprobar que él no estaba allí. Había dejado a Somi a cargo de su vigilancia. Sacó su teléfono móvil y lo llamó por si habían vuelto a la casa de huéspedes. Tenía el teléfono apagado. Encontró papel sobre el escritorio y un bolígrafo, que no recordaba que estuviera allí antes. En la papelera vio un par de folios arrugados. Recogió uno y lo estiró con cuidado.

«No sé cómo decirte esto…», no había nada más. Hyunjin se agachó y recogió otro. Deshizo la pelota y leyó. «Nunca creí que me resultaría tan difícil…», lo había tachado, pero aún se podía leer.

Empezó a ponerse nervioso, paranoico. Su teléfono móvil sonó. El número de la casa de huéspedes iluminaba la pantalla.

—¿Felix?

—Soy Sarah —dijo la voz de la nefilim al otro lado del teléfono. Estaba alterada y junto a ella se oía un llanto desconsolado—. Acaba de llegar una mujer, buscándote. Está histérica. Dice que se llama Rachael y que es hermana de Felix. No para de decir incoherencias y no sé qué le pasa.

—¿Lix está ahí?

—No, aquí no está.

—Bien, no te preocupes. Gracias.

Hyunjin colgó el teléfono y se quedó petrificado. Aún seguía aquella opresión en su pecho, como un mal augurio. Recorrió toda la casa y no encontró ningún rastro de Felix. Con un mal presentimiento que le erizaba el vello, se desmaterializó y tomó forma en el porche de la casa de huéspedes. Entró y encontró a Rachael en el salón, sentada en el sofá con Sarah y Salma. En cuanto lo vio, la chica se puso de pie y corrió a sus brazos. Temblaba como un flan y no dejaba de llorar, de una forma tan amarga y violenta que apenas podía respirar.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora