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Felix se alejó de Heaven Falls por la
tranquila carretera que llevaba hasta el Wildcat Grill. Conducía deprisa, Jisung lo había amenazado con no dirigirle la palabra nunca más si le daba plantón en una noche tan especial, y ya llegaba con media hora de retraso. En realidad no estaba para muchas fiestas.

No dejaba de darle vueltas a la cabeza,
repasando mentalmente las escenas de la tarde anterior. No dejaba de preguntarse dónde se habría metido Jeongin o si estaría bien, porque no había sabido nada de él desde su desaparición en el café. Se preguntaba quién sería realmente aunque tenía una ligera idea sobre la respuesta a esa pregunta, y hasta qué punto sus impresiones sobre él serían acertadas. Le costaba creer que la desesperación que había encontrado bajo su arrogancia y suficiencia fueran una mentira. Había captado su sufrimiento de una forma tan tangible, que le resultaba imposible imaginar que tal sentimiento se pudiera fingir.

La carretera comenzó a serpentear
adentrándose entre las montañas y Felix se obligó a prestar más atención a su forma deconducir. En aquella zona, y sobre todo durante la noche, no era difícil cruzarse con más de un ciervo que surgía de la nada asustado por los faros de los coches.

A través del parabrisas miró hacia el cielo, no había luna, la oscuridad era absoluta y las estrellas brillaban en el cielo como diamantes.

Era una noche preciosa.

Un rugido a su espalda lo sobresaltó, a la vez que un fogonazo de luz en el espejo retrovisor lo dejaba momentáneamente ciego. Parpadeó y el corazón le dio un vuelco al comprender de quién se trataba. La moto negra se colocó a su lado, con un violento acelerón la adelantó y se puso al frente, controlando la marcha. Continuaron así a lo largo de dos kilómetros, hasta que Jeongin puso el intermitente. Se hizo a un lado de la carretera, donde el arcén se ensanchaba, y se detuvo por completo. Felix lo imitó, sacó la llave del contacto y se apeó del coche. Con el corazón en un puño fue hasta él, que acababa de quitarse el casco y lo estaba colgando del manillar.

—Te he llamado como un millón de veces. ¿Dónde has estado todo este tiempo? —preguntó Felix.

—Hola —respondió nervioso. Metió los
pulgares en los bolsillos y empujó una piedra con el pie.

—Hola. ¿Dónde estabas? Llevo todo el día sin moverme de casa por si aparecías.

—Lo sé —respondió lanzando rápidas
miradas a su alrededor, como si esperara ver surgir algo de entre los árboles.

—¿Entonces por qué no…? Un momento, no has vuelto porque creías que te había delatado a los Lee —señaló boquiabierto, dando por hecho que él ya sabía quiénes eran.

—Yo lo habría hecho.

Felix frunció el ceño, ofendido.

—Pues yo no, al menos hasta después de
darte la oportunidad de explicarte.

—Debí suponerlo al ver cómo te
comportaste en el café, fuiste muy valiente. Por cierto, ¿cómo tienes la mano?

—Bien, el corte no era profundo.

—Me alegro.

Felix sentía su corazón golpear contra las costillas mientras contemplaba lo que parecía la silueta de Jeongin en la oscuridad. Y él lo observaba a él, lo sabía porque sus ojos brillaban como dos faros plateados.

—Tenemos que hablar —dijo Felix muy serio.

—Lo sé, pero es que… —Hizo una pausa y exhaló de golpe el aire que contenían sus pulmones—. No tengo ni idea de cómo empezar.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora