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Diez minutos después, Hyunjin abandonaba la cabaña con una extraña sensación de alivio. Ariadna había aceptado sin dudar, a pesar de que él apenas le había dado información sobre lo que se esperaba de ella y de Jeongin. Por seguridad, no podía decirles nada hasta que todo estuviera dispuesto.

Miró la hora en su reloj, rezando para que Felix aún continuara en la bañera. Se desmaterializó y segundos después tomó forma a pocos metros de la casa. Sacó su teléfono móvil del bolsillo y llamó a su hermano.

—Hecho. Asistirán y harán cuanto les pida. Prepáralo todo —informó cuando la voz grave de Christopher respondió al otro lado.

—Será dentro de tres días. Padre está enviando en este momento misivas a todos los miembros del Consejo.

Hyunjin se estremeció y el estómago le dio un vuelco. Infinidad de emociones cruzaron por sus ojos.

—¿Solo tres días? —preguntó algo ansioso.

—No hay tiempo que perder. Sé que querías estos días para pasarlos con Felix, sobre todo en estos momentos, pero...

Hyunjin suspiró, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. El teléfono crujió entre sus dedos y los aflojó un poco.

—Tranquilo. No pasa nada. Con un poco de suerte saldremos de esta y tendré toda la eternidad para compensarlo.

Hubo una larga pausa al otro lado del teléfono.

—¿Cuándo se lo vas a decir? —preguntó Christopher.

—No sé cómo decírselo—susurró—. Joder, ¿cómo voy a decirle que es posible que estos días sean los últimos que pasemos juntos? ¿Cómo voy a mirarlo a los ojos y a decirle que estoy poniendo en peligro a todos los que significan algo para él en este momento? Acaba de perder a su abuela.
Mantener el contacto con su hermana ya no es prudente...

—Jin, debes decírselo. Tiene derecho a saberlo y, sobre todo, a prepararse para despedirse. Llevo mucho tiempo en este mundo. He sobrevivido a una esposa, a muchas amantes y a mi propia madre. Sé lo importante que es despedirse.

Los ojos de Hyunjin brillaron y su cuerpo se iluminó con un tenue resplandor. Notaba el estómago revuelto. Levantó la mirada al cielo, sin importarle si desde allí arriba alguien podía ofenderse por el odio que sentía.

—Quizás sea yo el que no está preparado para despedirse —dijo con voz áspera.

—¡Hyunjin! —lo llamó Felix desde el interior de la casa.

—Tengo que colgar, Chris. Envía a unos guerreros para que acompañen a Jeongin y a su familia hasta Roma. Y que Cyrus esté aquí a primera hora de la mañana.

Colgó el teléfono. Se sacudió, incómodo, y miró al suelo. Entró en la casa y fue hasta el dormitorio. Encontró a Felix frente al armario, enfundándose en un traje de pana rojo. Lo contempló desde la puerta. Su piel era pálida y tersa; su rostro hermoso y delicado; y su cuello largo y esbelto. «Perfecto» no lo definía, era mucho más que eso. Su mirada lo recorrió de arriba abajo. Fue descendiendo por la espalda hasta las caderas ceñidas por la fina tela, y su cuerpo se agitó. Sus ojos brillaban de nuevo, casi deslumbraban. Jamás pensó que podría desear a alguien tanto como lo deseaba a él. Lo necesitaba de un modo que rayaba la locura.

Felix se sobresaltó al notar a Hyunjin pegándose a su espalda.

—¡Dios, me has dado un susto de muerte! —protestó. Felix intentó darse la vuelta, pero él no lo dejó. Las manos del vampiro le recorrieron los costados en un lánguido descenso hasta sus muslos. Tenían un tacto lento y deliberado. Agarró el borde del hoodie y, con la misma lentitud, lo fue enrollando en torno a sus caderas mientras con los dedos le acariciaba la piel. Tragó saliva y cerró los ojos cuando él escondió el rostro en su cuello, rozándole la piel con la nariz. —Creía que querías salir a cazar esta noche —susurró él.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora