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Recorrieron el laberinto de callejuelas del barrio de Trastevere hasta llegar al río, y continuaron caminando deprisa bajo la sombra de los árboles que cubrían la zona.

Un rápido vistazo a su espalda, le bastó a Felix para darse cuenta de que los otros guerreros que les habían acompañado durante el vuelo habían vuelto a unirse a ellos, junto con otros dos que ni siquiera había visto aparecer.

—Asegurense de que no nos ha seguido nadie —dijo Cyrus a dos de ellos. Después, se acercó a otros dos—. Quiero a todo el mundo en su sitio. Si la seguridad se ve comprometida, decapitaré al responsable.

Los guerreros asintieron una sola vez y dieron media vuelta. Felix sabía lo difícil que les resultaba moverse a plena luz del día, rodeados de humanos de corazones palpitantes y bajo un sol que hasta hace poco era letal para ellos. Pero nada en su aspecto manifestaba el tormento que, estaba seguro, sufrían en su interior.

Dos minutos después, se detenían frente a un pequeño palacete de muros rojizos. Cyrus golpeó una enorme puerta de madera oscura. Inmediatamente se abrió y en el umbral apareció un vampiro de pelo oscuro y ojos rasgados. Se inclinó con una profunda reverencia, que no abandonó hasta que todos estuvieron dentro. Felix dedujo que debía ser algo así como un mayordomo.

—Mi príncipe —dijo con tono ceremonioso una vez hubo cerrado la puerta.

Volvió a inclinarse y, con un gesto de la mano, les indicó que lo siguieran.

Felix se quedó boquiabierto en cuanto abandonó el vestíbulo y penetró en la siguiente sala. Los techos y las paredes estaban recubiertos de frescos. Los dorados de las puertas y las ventanas entraban por los ojos como destellos, que rivalizaban con el brillo del suelo de mármol y las columnas. El lujo y la opulencia lo dejó mudo. Cruzaron un pasillo que era casi tan ancho como la casa de huéspedes, con enormes ventanales que daban a un jardín interior donde una fuente impresionante humedecía el ambiente. Al final del pasillo una puerta se abrió, y Christopher apareció a través de ella. El vampiro vestía de esa forma tan elegante habitual en él; con el porte de un príncipe, pero la expresión de un condenado.

—Hermanito —saludó con una sonrisa. Abrazó a Hyunjin y lo sostuvo apretado contra su pecho unos segundos. Felix empezó a preocuparse de verdad. Ni una broma sobre su atuendo, ni un pique, nada. Solo un abrazo desesperado que no había visto nunca. —Hola, Lix —Christopher se dirigió a él. Lo tomó de las manos y se las llevó a los labios para besarlas—. Tan precioso como siempre.

—Hola, Chris. Me alegro de verte.

El vampiro le dedicó una sonrisa y le rodeó los hombros con el brazo.

—Madre ha dispuesto una habitación para ustedes en la primera planta —empezó a explicar a Hyunjin. Señaló con la barbilla al mayordomo—. Giusto ya ha subido su equipaje y lo ha preparado todo... —Se detuvo un instante y olisqueó el aire. Una sonrisa se extendió por su cara—. ¿Se han puesto de acuerdo para llegar al mismo tiempo?

El sonido de unos pasos apresurados repiqueteó contra el suelo. Una de las puertas se abrió y Yeji entró a la carrera tirando del brazo de Changbin; Junho los seguía con Eunwoo pisándole los talones; y Rowon cerraba el grupo con cuatro de sus cazadores vigilando con ojos atentos hasta el último rincón.

—¿Qué hacen ellos aquí? Creía que el Consejo no se reunía con los lobos —preguntó Felix a Hyunjin.

—Esta reunión es algo diferente. El tema que vamos a tratar nos incumbe a todos —respondió antes de que Yeji saltara sobre él y se colgara de su cuello—. Hola, pequeña.

Donde el cielo cae... [HYUNLIX ver.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora