•Capitulo 11•

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MADELINE
|QUIERO PROBARTE|

+18

Cada que avanzaba la película me iba asustando mucho más. Podía sentir la mano de Victoria acariciar mi muslo para intentar tranquilizarme, pero lo único que lograba era ponerme más nerviosa.

Una escena particularmente sangrienta apareció en la pantalla, y sin pensarlo, escondí mi cara en el cuello de Victoria. Su perfume llegó a mi nariz y olía demasiado bien. Ella me abrazó con suavidad y me susurró algo al oído.

—Acho, baby, pero no da tanto miedo.

—Cállate, María Victoria. Prefiero ver Barbie que estas cosas— respondí, todavía escondida en su cuello.

Victoria soltó una risa suave y acarició mi cabello, intentando calmarme. Pero la cercanía y el contacto solo lograban acelerar mi corazón aún más.

—Lo siento, mami. No sabía que te asustabas tanto— dijo con un tono divertido, aunque noté un toque de ternura en su voz.

—No te preocupes, solo... no soy fan de las películas de terror— admití, tratando de controlar mis nervios.

—Bueno, si quieres, podemos cambiarla— sugirió, aunque su tono dejaba claro que estaba disfrutando de mi reacción.

—No, ya estamos a la mitad. Solo... mantente cerca— dije, sin moverme de su abrazo.

Victoria sonrió y me abrazó un poco más fuerte.

—No me quejo de estar cerca de ti— escuché en ese tono coqueto que hacía que mi corazón latiera aún más rápido.

La mano de Victoria iba subiendo un poco más, acariciando mis piernas de manera lenta y deliberada. Sus caricias llegaban hasta mi cadera, pero no me moví, dejé que su mano siguiera su recorrido sin hacer ningún reproche. Acomodé mis piernas encima de las de ella, acercándome aún más, mientras mi mano entraba debajo de su suéter para acariciar su espalda.

Sabía lo que estaba haciendo, y sabía que esto podría llegar a algo más, pero no me detuve. Sentía una mezcla de nervios y excitación que me mantenía pegada a ella, deseando más de su contacto.

Victoria se inclinó un poco más, sus labios casi rozando mi oído.

—¿Te sientes mejor ahora?— susurró, su voz apenas audible sobre el sonido de la película.

—Sí— respondí, mi voz temblando ligeramente—. Mucho mejor.

Sentía su respiración en mi cuello, cálida y reconfortante. Cada caricia, cada susurro, me hacía sentir más conectada a ella. La tensión entre nosotras crecía, y no pude evitar preguntarme qué pasaría si cedíamos a nuestros deseos.

Victoria movió su mano hacia mi cintura, tirando de mí para terminar encima de ella. Sentí un estremecimiento recorrer mi cuerpo, y me encontré mirándola a los ojos, perdiéndome en su mirada intensa.

—Miko...— susurré, pero ella puso un dedo sobre mis labios para callarme.

—Shh, no digas nada— dijo suavemente—. Solo siente.

Y eso hice. Cerré los ojos y dejé que sus caricias y su presencia me envolvieran, permitiéndome disfrutar del momento sin pensar en nada más.

Sus besos bajaban por mi cuello, húmedos y llenos de deseo. Nuestros labios volvieron a encontrarse, y en mi cabeza rondaba el recuerdo de la primera vez que me besé con Victoria. La desesperación se hacía cada vez más visible en cada movimiento, en cada caricia.

Victoria acariciaba mis muslos, apretándolos con cuidado, mientras su otra mano se colaba por mi espalda, dándome caricias que hacían que me tensara de placer. Su toque era eléctrico, y sentía cómo mi cuerpo respondía a cada uno de sus movimientos.

—Miko...— susurré, intentando controlar mi respiración.

Ella no respondió con palabras. En su lugar, me besó más profundamente, sus labios moviéndose con una urgencia que hacía que todo a nuestro alrededor desapareciera. Sentía su deseo, su pasión, y todo lo que podía hacer era dejarme llevar por la marea de sensaciones.

Su mano en mi espalda bajó hasta la base de mi columna, haciendo que me arqueara hacia ella. Cada caricia, cada beso, me llevaba al borde del deseo, y sabía que esto era solo el comienzo.

—Te necesito, Madeline— susurró contra mis labios, su voz ronca de deseo.

—Yo también, Miko— respondí, mis manos recorriendo su espalda, sintiendo cada músculo bajo mis dedos.

La película seguía de fondo, pero ya no tenía importancia. Todo lo que importaba en ese momento éramos nosotras, nuestra conexión, y el deseo que nos consumía.

No recuerdo en qué momento terminé desnuda, los dedos de Victoria entre mis piernas mientras yo soltaba gemidos, podía sentir que el placer invadía mi cuerpo entero, cada beso, cada acaricia era lo que necesitaba para sentir el placer suficiente que ella me generaba. La boca de mi se encontraba en mis tetas, su lengua hacia el trabajo y yo solo me arqueaba al sentir el tacto, sus dedos iban cada vez rápido dentro de mi.

—Quiero probarte, Madeline—. dijo en un susurro lleno de placer.

Me quedé sentada en el sillón mientras Victoria iba dejando besos por todo mi abdomen. Su rostro se acercó entre mis piernas, y sentí una mezcla de anticipación y necesidad mientras su boca dejaba marcas suaves en mis muslos.

Su lengua punzó mi clítoris y un gemido escapó con fuerza. Mordí mi labio intenso callar las olas de placer que empezaba a sentir, su lengua jugaba con mi clitoris de una forma placentera

—No te muerdas el labio, baby. Quiero escucharte.

Arqueaba mi espalda con cada movimiento de Victoria. Sus manos jugaban con mis pezones, jalándolos de una manera que era a la vez dolorosa y placentera. Sentía cómo la intensidad de cada toque se incrementaba, llevándome a un estado de completo éxtasis.

Luego, Victoria se levantó y me dio un suave beso en los labios. Su mirada estaba cargada de deseo mientras me decía en un tono decidido:

—Siéntate en mi cara—. ordena.

Me acomodé en la posición que me pidió, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación. No quería caer con todo mi peso sobre ella, así que me aseguré de no presionarla demasiado. Victoria, sin embargo, me ayudó a acomodarme, sus manos firmes en mis piernas, y sus ojos azules se fijaban en mí con una intensidad que me hacía temblar.

Cuando sentí su lengua moverse dentro de mí, perdí el control por completo. El placer era tan abrumador que me sentía casi ahogada. Cada movimiento de su lengua me llevaba más cerca del borde, y no pude evitar soltar un gemido.

—Victoria...— murmuró mi voz entrecortada por el placer.

Ella no se detuvo; su habilidad solo mejoraba con cada instante, llevándome a un nivel de éxtasis que me hizo perder la compostura. Finalmente, el placer se desbordó y me dejé llevar, sintiendo cómo me corría sobre su cara. Exhausta, mis piernas temblaban, y me sentía completamente drenada pero satisfecha.

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HELOUUUUU, EL CAPÍTULO ESTUVO UN POQUITO POTENTEEEEEE

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I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora