•Capitulo 50•

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MADELINE
|THE MAN|

Estaba alistándome para salir a caminar por las calles de España. El día se sentía aburrido, y después de discutir varias ideas de lugares para visitar, ninguna opción convenció al grupo, así que decidimos simplemente caminar sin rumbo fijo. Mientras me ponía los tacones, llegó una notificación en mi teléfono que me dejó atónita: "David Montoya habla sobre la modelo Madeline Bennett y la mala reputación que da por tener dinero."

«¿Qué putas?» fue lo único que pensé al leer el titular.

Ruedo los ojos, sintiendo una mezcla de frustración e incredulidad. Salí de la habitación hacia la sala donde todos estaban esperándome. Victoria estaba absorta en su teléfono, pero al escucharme, levantó la mirada rápidamente y sus ojos azules se iluminaron al verme.

—¿En serio? ¿Tacones?—dijo Elena con una mezcla de asombro y burla al verme entrar.

—Sí, ¿y? Déjame, no eres tú la que los anda—repliqué, defendiendo mi elección con un toque de obstinación.

—Vamos a caminar, así que espero que no te quejes después de que te duelan los pies—añadió la pelirroja, claramente divertida con la situación.

Ruedo los ojos, pero antes de que pueda responder, Vicky se acercó a mí. Llevaba su típica ropa ancha, que contrastaba con mis tacones y vestido. Me agarró de la cintura y me dejó un pequeño beso en los labios, llenándome de una cálida sensación de seguridad.

—Te ves preciosa—me dijo con una sonrisa, y no pude evitar devolverle la sonrisa, sintiendo cómo mi mal humor se desvanecía un poco.

—Me llegó una notificación de un tal David Montoya hablando sobre mí. ¿Quién es ese tipo?—pregunté, aún algo confundida y un poco molesta.

—¿No es un actor? Creo que salió en una película buenísima hace poco—dijo Maggie, intentando recordar dónde lo había visto.

—¿Y qué fue lo que dijo?—preguntó Mariana, uniéndose a la conversación con curiosidad.

—Que según daba mala reputación por mi dinero, o eso decía en el título—respondí, sintiendo cómo la molestia volvía a burbujear dentro de mí. Maggie, siempre rápida, agarró su teléfono y empezó a leer lo que decía la prensa.

—Aquí está—dijo Maggie, mientras repasaba el artículo con los ojos—. El tipo básicamente dijo que presumir tu dinero y publicar fotos de ropa de alta costura te hace ver más como una puta que como la empresaria y modelo que eres. Un comentario bastante despreciable, la verdad.

La indignación llenó el aire, pero en lugar de dejar que me afectara, sentí una oleada de rebeldía. La letra de una canción de Taylor Swift se me cruzó por la mente, perfecta para la situación.

—What's it like to brag about raking in dollars and getting bitches and models?—tarareé en voz baja, disfrutando del momento—. If I was out flashing my dollars, I'd be a bitch not a baller.

Elena se rió por lo bajo, apreciando mi reacción. La canción de Taylor capturaba perfectamente el doble estándar al que tantas veces nos enfrentamos. Mientras continuábamos con nuestros planes de salir, sentí que esa pequeña tarareo había disipado gran parte de mi frustración. No iba a dejar que los comentarios de alguien como Montoya me afectaran. Después de todo, I am the man.

—Lo bueno es que Taylor tiene una canción para cada momento que pases—dijo Mauro con una sonrisa burlona, notando cómo había pasado de la molestia a la tranquilidad en cuestión de segundos.

—'Cause if I was a man, then I'd be the man—continué, dejándome llevar por la melodía en mi mente. Mi irritación inicial se disipaba con cada palabra, recordándome que, a pesar de los comentarios y las críticas, yo estaba en control de mi propia narrativa.

La energía en la habitación cambió, y sentí cómo el apoyo de mis amigos me daba aún más fuerza para ignorar los comentarios malintencionados. Estábamos listos para salir y disfrutar del día, sin dejar que nada ni nadie nos robara la paz.

Salimos del hotel y mientras avanzábamos por las calles de la ciudad, algunas chicas se acercaban a Vicky o a mí. La verdad, no me molestaba para nada. Lo que más amaba era ver a esas adolescentes decirme que yo era su ídola, y que algún día querían ser como yo. Recordarme que un día fui esa niña y ahora estaba aquí, viviendo lo que alguna vez fue un sueño.

—¡Oh, por Dios! ¿Puedo tomarme una foto con las dos?—preguntó una chica rubia de ojos azules, acercándose a nosotras con una sonrisa que irradiaba felicidad.

—Claro—respondí con una sonrisa, posando junto a Vicky para la foto.

La noche había caído sobre nosotros y pasamos por una tienda para comprar algunas golosinas españolas que se me había antojado probar. Al salir de la tienda, el dolor en mis pies se hacía cada vez más presente, pero no iba a dejar que eso me detuviera.

—Esta mierda sabe feo—dije con disgusto, tirando el dulce a la basura.

—Te dijimos que no te gustaría—dijo Vicky con una sonrisa burlona, a lo que yo solo me encogí de hombros.

—No me importa, al menos lo probé—respondí, rodando los ojos.

Llegamos al lugar turístico donde Maggie había insistido que fuéramos a visitar. La vista desde allí era hermosa, y se veía mucho más interesante de noche. Había muchas personas alrededor, y noté cómo Vicky se ponía su capucha para intentar pasar desapercibida.

Mientras bajábamos unas escaleras, sentí que ya no podía más. Vicky me llevaba de la mano, pero tuve que detenerme un momento. Ella me miró con curiosidad, sin entender por qué me había parado.

—No es por ser mala onda, pero ya me cansé de caminar y no soporto mis pies—me quejé, viendo cómo Elena me lanzaba una mirada de "te lo dije".

—Te lo advertí—se quejó Elena.

—No pensé que íbamos a durar tanto aquí, salimos temprano—me defendí, aunque en realidad sabía que llevaba la batalla perdida.

Me agarré del hombro de Vicky para poder quitarme los tacones y acabar descalza.

«Eso no es muy glamuroso», pensé, mientras mi conciencia me reprochaba. Pero, honestamente, hasta descalza me veo glamurosa.

Vicky se agachó sin decir nada, recogiendo mis tacones con una sonrisa divertida en sus labios. La miré con curiosidad, preguntándome qué haría a continuación, pero antes de poder procesarlo, me envolvió en sus brazos y me levantó del suelo con facilidad.

—¿Qué haces?—pregunté entre risas, sorprendida por su acción.

—Te dije que no ibas a aguantar con esos tacones—me respondió, sin dejar de caminar mientras me llevaba en brazos—. Y como soy la responsable de tu comodidad, me toca llevarte.

No pude evitar sonreír, apoyando mi cabeza en su hombro mientras avanzábamos por la calle. Las luces de la ciudad brillaban a nuestro alrededor, y aunque algunas personas nos miraban, no me importaba. Me sentía cuidada y querida, y eso era lo único que importaba en ese momento.

—Gracias—le susurré, disfrutando del momento mientras continuábamos nuestro camino.

Vicky me dio un beso en la frente, sin dejar de caminar con una determinación tranquila. Mis pies finalmente estaban a salvo, y la noche, aunque un poco más larga de lo que esperaba, se había vuelto perfecta.

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BESOS, NIX💗

I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora