•Capitulo 57•

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MADELINE
|ANILLO DE PROMESA|

Meses después de la discusión que casi terminó con nuestra relación, las cosas entre Victoria y yo se habían asentado. Habíamos pasado por altibajos, pero esos momentos nos habían hecho más fuertes. Había días en los que nos mirábamos y simplemente sonreíamos, agradecidas por tenernos la una a la otra.

Era una mañana soleada cuando Victoria me sorprendió con una invitación inesperada. Había planeado un viaje a un lugar hermoso y romántico que no me había mencionado antes. La sorpresa me hizo sentir mariposas en el estómago.

Llegamos a un resort en una pequeña isla caribeña, rodeada de playas de arena blanca y aguas cristalinas. Victoria había organizado todo hasta el más mínimo detalle, desde el alojamiento hasta las cenas bajo las estrellas. Todo estaba diseñado para que nos sintiéramos como en un cuento de hadas.

Una noche, después de una cena a la luz de las velas, Victoria me condujo a la playa. La luna llena iluminaba el lugar, creando un ambiente mágico. Caminamos juntas por la orilla, el sonido de las olas rompiendo suavemente contra la playa era el único ruido que acompañaba nuestra conversación.

—Maddie—, empezó Victoria, con una sonrisa nerviosa—. Han pasado meses desde que resolvimos todo. No ha sido fácil, pero cada día a tu lado me hace darme cuenta de lo afortunada que soy.

Me detuve, mirándola con curiosidad. Sus palabras llenaban el aire de una intensidad palpable.

—Victoria, ¿qué está pasando?—pregunté, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.

Ella se arrodilló en la arena y sacó una pequeña caja de su bolsillo. Abrió la caja lentamente, revelando un anillo de promesa deslumbrante, con un diseño delicado y un pequeño diamante en el centro.

—Este es un símbolo de mi amor y de mi compromiso contigo—, dijo, con lágrimas en los ojos—. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, en cada momento, sin importar lo que venga. Este anillo no es solo una joya; es una promesa de que siempre estaré a tu lado.

Me agaché a su nivel, con el corazón latiendo en un ritmo frenético. Victoria me tomó la mano, colocó el anillo en mi dedo y me miró con una mezcla de esperanza y ternura.

—¿Dices que sí?—preguntó con voz temblorosa.

—Sí—respondí, emocionada—. Sí, claro que sí.

Nos abrazamos y nos besamos, sintiendo la brisa del mar acariciando nuestra piel. La noche se volvió aún más especial con ese gesto de amor y devoción. En ese momento, supe que había encontrado a mi compañera de vida, la persona con la que quería compartir cada momento del futuro.

El resto del viaje fue una celebración de nuestro amor renovado, lleno de risas, caricias y promesas compartidas. Victoria y yo regresamos a casa con el corazón rebosante de felicidad, preparadas para enfrentar juntas lo que viniera, con el anillo de promesa como símbolo de nuestro compromiso eterno.

La vida continuó su curso con una mezcla de rutina y momentos especiales. El anillo de promesa de Victoria se convirtió en un símbolo tangible de nuestro compromiso mutuo. Cada vez que lo miraba, recordaba la noche mágica en la playa y todo lo que habíamos superado juntas.

Unos meses después, la vida diaria empezó a asentarse nuevamente. El trabajo, los compromisos sociales y nuestras responsabilidades personales seguían marcando el ritmo de nuestras vidas, pero ahora había una nueva capa de significado en cada día.

Un sábado por la tarde, decidimos hacer una pequeña escapada a un pueblo cercano para relajarnos y disfrutar del tiempo juntas. Era un lugar pintoresco, con calles adoquinadas y cafés acogedores. Mientras paseábamos por el mercado local, Victoria se detuvo frente a una pequeña tienda de antigüedades.

—¿Vamos a echar un vistazo?—preguntó, con una sonrisa traviesa.

—Claro, me encantaría—respondí, intrigada por su entusiasmo.

Dentro de la tienda, descubrimos una variedad de objetos antiguos, desde muebles hasta joyas vintage. Victoria se mostró particularmente interesada en un antiguo reloj de bolsillo que parecía tener una historia interesante. Después de preguntar al dueño de la tienda, descubrimos que el reloj había pertenecido a un antiguo marinero que había viajado por todo el mundo.

—¿Qué te parece si compramos esto?—preguntó Victoria, sosteniendo el reloj con cuidado.

—Es precioso—respondí—. ¿Qué te llevó a elegirlo?

—No lo sé—dijo Victoria, con un brillo en los ojos—. Pero me parece que encaja perfectamente con nuestra historia. Es como un recordatorio de que, al igual que el reloj ha viajado por el mundo, nosotros también estamos explorando nuestro propio viaje juntas.

Nos reímos y decidimos comprar el reloj, que ahora descansa en nuestro hogar como un símbolo de nuestras propias aventuras.

—Nunca creí que después de tanto, ahora vivas con Victoria—comentó Maggie, mientras nos sentábamos en la terraza de nuestro apartamento en Puerto Rico. Vicky y yo nos habíamos mudado juntas hace un año a esta hermosa isla, a su petición.

—Yo también sigo sin creerlo—dije, mientras le mostraba emocionada el anillo de promesa. Aunque ya había pasado un tiempo desde que me lo había dado, mis amigas no habían tenido la oportunidad de verlo en persona.

—Está precioso—dijo Elena, admirando el anillo—. Es lo que te mereces. Victoria te ha demostrado de mil maneras que te ama.

—Sí, es más de lo que podía haber imaginado—respondí, sintiendo una oleada de gratitud y felicidad.

—¿Cómo te sientes viviendo aquí?—preguntó Maggie, su mirada curiosa.

—Es maravilloso—dije, sonriendo—. La vida aquí es diferente, más relajada. Y estar aquí con Victoria ha sido increíble. Hemos creado un hogar que realmente sentimos como nuestro.

—Me alegra escuchar eso—dijo Elena—. A veces, los cambios más grandes traen las mejores sorpresas.

Mientras el sol se ponía y la brisa cálida acariciaba nuestra piel, disfrutamos de una tarde tranquila. Conversamos sobre nuestros planes futuros, sobre cómo nos estábamos adaptando a la vida en Puerto Rico, y reímos sobre anécdotas recientes.

—¿Qué planes tienen para el futuro?—preguntó Maggie, con un tono de curiosidad.

—Estamos pensando en explorar más la isla—dijo Victoria, que se unió a la conversación con una sonrisa—. Y quizás, en un futuro cercano, hacer algo especial para celebrar nuestro primer aniversario aquí.

—Eso suena genial—respondió Elena—. ¿Y los planes para la boda?

—Todavía estamos pensando en eso—dijo Victoria, tomando mi mano—. Queremos que sea algo especial, que refleje lo que somos y lo que hemos construido juntas.

La conversación continuó, llena de entusiasmo y cariño. El ambiente en la terraza era alegre y relajado, y el amor y la amistad que compartíamos se sentían tan fuertes como siempre.

Mientras el día llegaba a su fin, me sentí agradecida por todo lo que había vivido y por todo lo que estaba por venir. Había aprendido que el amor verdadero no siempre es fácil, pero cuando se encuentra, es un regalo que vale la pena atesorar. Y, rodeada de mis amigas y de la mujer que amaba, sabía que todo lo que habíamos pasado y lo que estábamos construyendo valía la pena cada momento.





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I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora