•Capitulo 31•

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MIKO

|SUPERARLA|

Han pasado dos meses desde que todo se vino abajo. Intenté contactar a Madeline, pero ella simplemente se alejó sin darme una razón clara. Le rogué que me dijera qué había pasado, pero solo me mandó a la mierda.

—Eso te pasa por enchularte tan rápido, baby—, escuché la voz de Mari desde la cocina—. Pero Madeline no tenía pinta de romper corazones de esa forma tan cruel.

Ruedo los ojos y dejo el celular a un lado. Sabía que una parte de mí todavía quería volver a verla, pero al final, quizá para ella solo fui una aventura pasajera. Me sumergí en Instagram, intentando distraerme, pero era imposible escapar de su sombra. Mientras navegaba, apareció un video de una entrevista reciente.

Sí, era Madeline.

Dios, se veía tan hermosa. Su cabello castaño caía en ondas suaves, y su sonrisa... esa maldita sonrisa que me tenía atrapada. Sus ojos verdes brillaban en la pantalla, y aunque intenté ignorar el video, seguí bajando, pero cada publicación parecía gritar su nombre.

Revistas, marcas, videos, entrevistas, prensa... estaba en todos lados.

—Ya supérala, Vicky—, escuché la voz de Mauro mientras se acomodaba a mi lado.

Me hundí más en el sillón, cerrando los ojos con fuerza y cubriéndome la cara. Sentí unas palmaditas en mi cabeza; supongo que era Mariana, intentando consolarme.

"—¿Y estás saliendo con Abril Martínez?"

Al escuchar esa pregunta en el video, me levanté de golpe y me acerqué más a Mauro, quien soltó una carcajada junto a Mariana al ver mi reacción.

—Cállense, puñetas—, solté frustrada.

"—No quiero hablar sobre eso; es mi vida privada."

Dejé escapar un suspiro pesado. ¿Y si realmente estaba con ella mientras yo me ahogaba en recuerdos? ¿Era esa la razón por la que Madeline se había alejado?

Mauro y Mariana seguían riéndose, pero yo no podía apartar la mirada de la pantalla. El video de la entrevista continuaba, y aunque intentaba ignorar lo que sentía, cada palabra de Madeline me calaba más hondo.

—Vicky, tienes que dejarla ir—, dijo Mariana, ahora más seria, sentándose a mi lado—. Si ella está con otra persona, no puedes hacer nada al respecto. Solo te estás lastimando.

—I know... pero no puedo evitarlo—, respondí en voz baja, casi en un susurro—. Pensé que... no sé, que lo nuestro era real.

Mauro apagó el televisor y se giró hacia mí.

—Mira, Vicky, todos hemos pasado por eso—, comenzó—. A veces pensamos que algo es para siempre, pero la realidad es otra. No te digo que lo superes de la noche a la mañana, pero sí que dejes de castigarte. Si Madeline decidió seguir adelante, tú también deberías hacerlo.

—¿Y si no quiero?—, murmuré, sintiendo que el nudo en mi garganta se hacía más grande.

—Nadie dice que será fácil—, dijo Mariana, pasándome un brazo por los hombros—. Pero tienes que empezar por algo. ¿Qué tal si tomas un descanso de las redes? Así no estarás viendo su cara cada dos segundos.

Asentí, aunque sabía que no sería tan simple. Era difícil cuando cada rincón del internet, y del mundo, parecía recordarme a Madeline.

—Quizá deberías enfocarte en tu música, en tus fans—, sugirió Mauro—. Ellos siempre están ahí para ti.

Pensé en eso por un momento. La música siempre había sido mi refugio, mi escape. Quizá volcar todo lo que sentía en una canción no sería tan mala idea.

—Sí... tal vez eso me ayude—, respondí finalmente—. Pero primero, necesito salir de aquí. No puedo estar encerrada pensando en lo mismo todo el tiempo.

—Perfecto—, dijo Mariana con una sonrisa—. Vamos a dar una vuelta, despejar la mente. Además, necesitas un poco de aire fresco.

Nos levantamos y, mientras me preparaba para salir, un último pensamiento cruzó mi mente. Si Madeline realmente estaba con Abril, tendría que encontrar la manera de seguir adelante. Y si algún día nuestros caminos se cruzaban de nuevo... obviamente volvería a caer.

Salimos del apartamento con la intención de despejar nuestras mentes. Mariana sugirió ir a la playa, así que nos dirigimos hacia una pequeña cala que no estaba muy lejos de donde nos encontrábamos. El trayecto fue tranquilo, con el sonido de las olas acercándose cada vez más a medida que nos acercábamos a la costa.

El lugar estaba casi desierto, lo cual era perfecto. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa. El viento marino era suave y refrescante, una bienvenida distracción para mi cabeza llena de pensamientos.

—Este lugar siempre ayuda—, comentó Mauro mientras caminábamos por la arena.

—Sí, es tranquilo—, respondí, inhalando profundamente el aire salado.

Mientras avanzábamos, mi vista se fijó en una figura femenina de espaldas, no muy lejos de donde estábamos. Tenía el cabello castaño con ondas sueltas, y su postura, la forma en que la luz del atardecer acariciaba su piel... por un segundo, todo en ella me gritaba "Madeline".

Mi corazón comenzó a latir más rápido, y sin pensar, mis pasos se aceleraron hacia esa dirección. Mis pensamientos iban a mil por hora. ¿Podría ser ella? ¿Habría decidido venir aquí después de todo?

Mariana y Mauro, al notar mi prisa, también se apresuraron, pero mantuvieron una distancia prudente, observando desde atrás.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, la mujer se giró lentamente hacia mí, con una sonrisa amable en su rostro. Pero no era Madeline. Su semblante, aunque bonito, no tenía esos ojos verdes intensos que tanto conocía. Sentí un nudo formarse en mi estómago mientras el aire escapaba de mis pulmones.

—¿Estás bien?—, me preguntó la chica, notando mi confusión.

—I'm sorry... te confundí con alguien más—, respondí, intentando esbozar una sonrisa para disimular mi decepción.

Ella sonrió de nuevo y, sin decir más, se alejó caminando hacia el agua. Me quedé allí, mirando cómo las olas rompían en la orilla, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.

—No era ella, ¿verdad?—, dijo Mariana mientras se acercaba a mí.

—No...—, susurré, aún mirando el horizonte—. No era ella.

Mauro puso una mano en mi hombro, brindándome un apoyo silencioso.

—Maybe es mejor así—, añadió Mariana—. Necesitas dejar de buscarla en todas partes. Es la única forma de que puedas seguir adelante, Vicky.

Asentí, sabiendo que tenía razón. Pero eso no hacía que el proceso fuera menos doloroso. Quizá lo que necesitaba no era olvidarla, sino aceptar que no estaba destinada a ser parte de mi vida de la forma en que lo había imaginado.

—Vamos—, dije finalmente—. Aún queda tiempo antes de que se haga de noche.

Seguimos caminando por la playa, intentando dejar atrás los fantasmas del pasado que aún me atormentaban, con la esperanza de que el tiempo, y la distancia, eventualmente me ayudarían a sanar.





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HOLAAAAAA, miko baby si necesitas consuelo aquí estoy pa ti

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BESOS, NIX

I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora