•Capitulo 53•

901 76 28
                                    

MADELINE
|USER0566|

Ya habíamos regresado a Londres, y Victoria a Puerto Rico. Hoy teníamos sesiones por milésima vez con Robert. Cuando entramos al estudio, una asistente me recibió, una un poco más amable de lo normal. Nunca la había visto, así que pensé que era nueva.

—Ven, siéntate aquí—me dijo la chica con una sonrisa.

Elena frunció el ceño, pero yo solo me senté donde ella me indicó. Empezó a arreglarme el cabello con el máximo cuidado, evitando cualquier tirón.

«Devuélvanme a Dani, esta es una impostora» pensé, sintiéndome un poco extraña por tanta delicadeza.

—¿Dónde está Daniela? Ella es la que mayormente se encarga de esto—le pregunté a la chica. Pero antes de que pudiera responder, Dani apareció detrás de ella.

—Lamento decirte, mi vida, que me estoy jubilando y necesito que alguien me sustituya—dijo Dani con una sonrisa.

Mientras la nueva asistente seguía peinándome, no pude evitar sentirme un poco extraña por lo amable que era. Dani, siempre tan directa y un poco brusca, me había acostumbrado a un trato más práctico, pero con ella me sentía como si estuviera en un salón de belleza.

—No mames, Dani, tienes 29 años—dije, riendo ante su comentario de jubilación.

Dani soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.

—Es broma, cariño. Aunque a veces siento que este trabajo me envejece el doble—bromeó mientras recogía algunos productos del tocador.

—Soy nueva y estoy en prácticas—dijo la chica que me estaba arreglando el cabello, con una sonrisa nerviosa.

—Ah, bueno, bienvenida al caos—respondí, dándole una sonrisa tranquilizadora. —Y gracias por ser tan cuidadosa.

Elena seguía observando con cierto escepticismo, pero no dijo nada más. Nos quedamos en silencio mientras la nueva chica terminaba de preparar mi cabello, y Dani bromeaba sobre su "jubilación", manteniendo el ambiente ligero. A pesar de la pequeña incomodidad inicial, me relajé, recordándome a mí misma que los cambios eran parte de la vida, y que, a veces, lo nuevo podía ser refrescante.

Después de un buen rato entre peinado y maquillaje, finalmente llegó la hora del vestuario. Comenzamos con piezas sencillas: algunos vestidos elegantes, trajes bien estructurados, prendas que no representaban un desafío mayor. Todo iba bien, hasta que me tocó modelar un vestido un poco más exótico, con decoraciones grandes y pesadas que dificultaban hasta el más mínimo movimiento.

—¡Robert, podrías tener compasión y ayudarme, pendejo!—grité, luchando por mantener el equilibrio en aquel monstruo de tela.

Robert se giró hacia mí y, al verme atrapada en aquel atuendo, soltó una carcajada.

—¿Qué es esa mamada?—preguntó, todavía riendo.

—Ni madres, el mundo de la moda a veces es bien raro—respondí, tratando de moverme mientras él se acercaba a ayudarme. —Siento que se me van a quebrar todos los huesos.

El rubio me sostuvo con cuidado, ayudándome a caminar sin tropezar con las decoraciones del vestido. La situación era ridícula, pero no pude evitar reírme junto con él. Mientras él se aseguraba de que no me desplomara en el suelo, me di cuenta de que, aunque las sesiones podían ser agotadoras, siempre había algo en estos momentos que me hacía disfrutar del caos.

—Maddie, muévete un poco a la izquierda—me dice Robert, con su tono serio habitual.

Le lanzo una mirada de frustración antes de intentar moverme.

I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora