•Capitulo 54•

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MADELINE
|¿ME FUISTE INFIEL?|

No había hablado mucho con Victoria últimamente. Quizás le respondí algunos mensajes, pero ella notó mi indiferencia. Después de la foto que me envió esa cuenta desconocida, ya no sabía qué pensar de la cantante.

¿Me fue infiel? ¿Se acostó con Davina? ¿Me lo confesará alguna vez? Tenía mil preguntas y cero respuestas. La platinada—o mejor dicho, la ex platinada—no había mencionado nada sobre la fiesta. Parecía evitar el tema a toda costa.

Insistió en venir a Londres, y aunque me negué varias veces, como la terca que es, decidió hacerlo por su cuenta. Me enteré por Mariana, quien me escribió preocupada, diciendo que Victoria andaba muy desesperada por venir. Algo definitivamente no estaba bien.

Estaba en mi habitación, mirando el techo blanco, con las manos sobre mi estómago mientras mis pensamientos se arremolinaban sin control. Vicky venía en un avión, sin señal, así que no podía hablar con ella, lo que solo alimentaba mi incertidumbre. No tenía ni idea de qué haría cuando la viera, ni cómo enfrentar los mensajes que recibí, ni qué había pasado realmente esa noche.

Las tres de la madrugada y ni una pizca de sueño. Mi cabeza no paraba de inventar escenarios, desde una simple conversación hasta lo peor: el más mínimo roce que se convirtiera en un beso. Cada posibilidad, por mínima que fuera, me carcomía por dentro, dejándome atrapada en un ciclo de dudas y ansiedad.

Sin darme cuenta, me había quedado dormida. El vibrar constante de mi teléfono me despertó, y al mirar la pantalla, vi el nombre de Victoria en una llamada entrante.

—Victoria, ¿qué pasa?—dije, aún adormilada.

—Baby, acabo de aterrizar. Estoy abajo de tu departamento y necesito verte—. Su voz sonaba desesperada.

—Vic, deberías ir a descansar—respondí.

—No, Maddie, necesito hablar contigo porque estás muy indiferente conmigo.

Miré el reloj; marcaba las 4:50 de la madrugada. Colgué la llamada, busqué una chaqueta por el frío y bajé. Apreté el botón del elevador, sintiendo una oleada de nervios.

Cuando salí, vi el coche negro de Victoria. La calle estaba completamente vacía. Miré a los lados antes de abrir la puerta del copiloto y allí estaba ella, con los ojos llenos de súplica.

—Hola—dije, sin saber qué hacer.

—¿Qué tienes, baby?—preguntó mientras me daba un pequeño beso en los labios. Por más que intenté resistirme, me dejé llevar y le correspondí.

—Nada, Victoria, son casi las cinco de la mañana. Deberías estar en tu hotel descansando—le dije cuando nos separamos.

—Lo sé, pero no puedo estar en paz cuando tú estás molesta. ¿Qué hice mal?—su voz estaba llena de preocupación.

—Vic, ya te dije que nada—mantuve mi vista fija en la calle, evitando mirarla a la cara.

—Mentirosa—pude sentir su mano en mi pierna desnuda.

—Bien, ¿qué pasó en la fiesta de Davina? Y no me mientas, porque tengo pruebas—dije con firmeza.

—Nada, solo fui a work y ya—respondió ella.

—María Victoria Ramírez, una cuenta me envió una foto de ustedes dos, donde decía que estabas borracha y bailando muy cerca de Davina. ¿Qué pasó ahí?

Vi cómo ella cerró los ojos, y un nudo se formó en mi garganta. ¿Me había engañado? Ella levantó la mirada y, sin poder soportar más, decidí salir del auto. Cuando abrí la puerta, Victoria alzó la vista rápidamente y me suplicó:

I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora