•Capitulo 27•

1.2K 85 10
                                    

MADELINE
|PARIS|

Habíamos aterrizado en París después de un vuelo largo y agotador. Al bajar del avión, lo primero que hice fue estirarme para aliviar un poco la tensión acumulada. El aire fresco de la ciudad me recibió con una ligera brisa, pero antes de que pudiera disfrutarla, escuché la voz inconfundible de Maggie quejarse.

—Odio los putos vuelos largos—, soltó la rubia con frustración.

No pude evitar reírme ante su comentario. Sabía que Maggie no se quedaría mucho tiempo con nosotras en París; a la mañana siguiente tomaría un vuelo hacia España. Maggie se dedicaba al arte, y tenía una exposición importante donde presentaría una de sus obras más recientes.

—Espero que te vaya genial en España, Maggie—, le dije mientras la abrazaba.

—Gracias, bonita. Ahora vámonos que necesito descansar porque será otro vuelo largo—, respondió mientras se soltaba del abrazo y tomaba la mano de Elena, preparándose para caminar hacia la salida.

Cuando llegamos a nuestra suite, no pude evitar notar que la pareja no se separaba ni un momento. Era como si estuvieran pegadas con silicón, inseparables.

—No sean tan dramáticas, ¿de verdad van a estar así todo el tiempo?—, dije, rodando los ojos.

«La menos envidiosa», pensé.

—Cállate, Madeline. Seguro tú te estás muriendo por ver a tu platinada pronto—, respondió Maggie con una sonrisa burlona, sacándome la lengua. Yo no me quedé atrás y le mostré el dedo de en medio.

—Vale, mientras ustedes siguen con sus cursilerías, yo saldré en busca de algo bueno. No hagan cochinadas—, dije mientras las dejaba en la suite y me dirigía hacia el elevador.

El bullicio de las calles parisinas me rodeó en cuanto salí del hotel. París era una ciudad que conocía bien, pero esta vez la sentía diferente, quizá por la ausencia de Victoria o la dinámica entre Maggie y Elena, que me hacía sentir un poco descolocada.

Mientras caminaba por las calles parisinas, sintiendo el ritmo de la ciudad bajo mis pies, de repente sentí una mano suave en mi hombro. Me giré, encontrándome con una madre joven acompañada de su hija, que no tendría más de doce años.

—¿Tú eres Madeline?—, preguntó la madre con una sonrisa tímida.

—Sí, mucho gusto—, respondí con una sonrisa cálida, extendiendo mi mano.

—Mi hija es una gran admiradora tuya. Sueña con ser una modelo como tú algún día—, explicó la mujer, con evidente emoción en su voz—. ¿Podríamos tomarle una foto contigo?

Asentí con la cabeza, y la pequeña pelirroja, que hasta entonces había estado escondida detrás de su madre, se acercó a mi lado con ojos brillantes. Me incliné ligeramente hacia ella, sonriendo a la cámara mientras la madre capturaba el momento.

Después de la foto, me agaché para estar a su altura, envolviéndola en un abrazo suave y dejándole un beso en la frente. La niña sonrió, sus mejillas enrojecidas por la emoción.

—Algún día serás una gran modelo, pequeña—, le susurré con una sonrisa alentadora—. No dejes de perseguir tus sueños, ¿vale?

La niña asintió con entusiasmo, y su madre me agradeció antes de despedirse. Mientras se alejaban, me quedé un momento observándolas, sintiendo una calidez en el pecho que solo esos pequeños gestos pueden ofrecer.

Mientras la madre y su hija se alejaban, me tomé un momento para ajustar mi cabello y acomodar mejor mi gabardina, asegurándome de que no atrajera más miradas de curiosos o algún paparazzi al acecho. Justo cuando estaba por continuar, alguien se colocó a mi lado y habló con un tono conocido.

I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora