•Capitulo 51•

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MADELINE
|PSICOLOGIA|

Todos estábamos en el hotel donde mis amigas y yo nos estábamos quedando. Estaba sentada en un sillón, observando cómo un tequila ocupaba el centro de la mesa mientras nos hacíamos preguntas. Si alguien no quería responder, tenía que darle un trago.

—Madeline, algo fácil—dijo Mariana, con una sonrisa traviesa—. Si no hubieras escogido ser modelo, ¿qué hubieras estudiado?

—Eso es fácil, hubiera sido psicóloga—respondí sin dudar.

—¿Psicóloga?—preguntó Vicky, mirándome un poco confundida.

—Sí—dije con seguridad, sosteniéndole la mirada—. De hecho, entré a la universidad con esa intención, pero al final terminé dedicándome al modelaje.

Vicky me observó por un momento, como si tratara de imaginarme en ese papel. Me recosté en el sillón, pensando en cómo habría sido mi vida si hubiera seguido ese camino. Quizás, en otro universo, estaba ayudando a la gente a entenderse a sí misma, en lugar de posar frente a una cámara.

Estábamos todos reunidos en la sala del hotel, con una botella de tequila en el centro de la mesa y listos para empezar con las preguntas. La tensión en el ambiente era palpable, especialmente después de la última ronda. Maggie y Elena estaban sentadas juntas, intercambiando miradas cómplices, mientras Vicky se acomodaba más cerca de mí, como si quisiera estar preparada para cualquier cosa que pudiera surgir.

—Bueno, sigamos—dijo Mariana, levantando la botella de tequila con una sonrisa traviesa—. Maggie, Elena... ¿Cuál es el secreto más grande que han escondido la una de la otra?

Elena soltó una risa nerviosa y miró a Maggie, que estaba claramente incómoda. Ambas se miraron unos segundos antes de que Maggie respondiera, intentando sonar casual.

—No tenemos secretos, lo contamos todo—dijo, pero la mirada que se dieron delató que no era del todo cierto.

—Eso suena a excusa para no decir la verdad—intervino Mauro con una sonrisa maliciosa.

Elena rodó los ojos y tomó un trago de su vaso, sin decir nada más. La tensión se sintió en el aire, pero Mariana decidió cambiar de enfoque, volviendo su atención hacia mí.

—Si tuvieras que volver con Ángela para salvar a Vicky, ¿lo harías?

—Siguiente pregunta—. respondí mientras me servía un trago, sintiendo el ardor del alcohol en mi garganta. La platinada arqueó una ceja.

—¿No lo harías?—preguntó Vicky, mirando fijamente.

Niego con la cabeza y Vicky me da un beso en la mejilla, un gesto que parecía indicar que la discusión no valía la pena.

—Ahora tengo otra para Maddie—. dice Mauro, cambiando de tema.

—¿Qué se tienen contra mí?—digo, rodando los ojos.

—¿Por qué todos los hombres te odian?—me pregunta Mauro, una pregunta que había pasado por mi mente pero nunca había respondido del todo.

—No lo sé, quizás porque gané en una semana lo que a otros les tomó un año—respondí, aunque no estaba seguro de si esa era la respuesta correcta.

Parece un juego adolescente, pero al menos es una distracción.





[...]




Me despierto por la claridad que atravesaba las cortinas de la habitación. Por eso odio las cortinas que no son lo suficientemente oscuras. Al sentarme en la cama para observar mejor, noto que Vicky no está. No le doy demasiada importancia y me levanto para ir al baño a lavarme la cara.

—Sí, claro, está to' bien—escucho la voz de la platinada proveniente de la cocina. Me acerco y justo la veo colgar la llamada.

—¿Con quién hablabas?—pregunté con curiosidad. Ella niega con la cabeza.

—Con mi mai, nada importante—.dijo nerviosa,  ¿Me estaba mintiendo?—. Buenos días, baby.

La platinada me deja un beso en los labios mientras me agarra de la cintura y me sube al mesón del desayunador. Ella se acomoda en mi pecho y yo acaricio su cabello que ya necesitaba un retoque.

—Necesitas un retoque en ese color de cabello—dije burlona.

—Sabes, me puse a pensar... ¿qué tal si me lo pintara rojizo?—dice ella, y mi mente de inmediato se imagina cómo se vería con ese color. Me mordí el labio.

—Se te vería genial, hazlo—le dije, y ella me sonrió, complacida.

Vicky me sonrió, divertida, al ver mi reacción. Mi mente seguía recreando cómo se vería con ese tono rojizo en su cabello. La idea me intrigaba más de lo que esperaba.

—¿Te lo harías hoy?—pregunté, curiosa.

—Quizás más tarde—respondió ella, todavía apoyada en mi pecho, sus dedos dibujando círculos en mi espalda. —Pero antes de eso, tenemos que hablar de algo.

La seriedad en su voz me hizo detener las caricias en su cabello. La miré a los ojos, buscando respuestas antes de que siquiera formulara la pregunta.

—¿De qué se trata?—murmuré, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.

Vicky desvió la mirada por un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Es sobre la llamada de esta mañana—dijo finalmente. —No era mi mai... Era Davina.

—¿Davina? ¿Por qué te llamaría?—pregunté, la curiosidad asomando en mi voz.

—Ha decidido contratarme para cantar en su cumpleaños, y lo celebrará en Puerto Rico—explicó, haciendo un leve mohín con los labios.

«Se madura, Madeline, tienes que confiar en tu novia», me dije a mí misma.

—Está bien, es tu trabajo de cantante y no tienes que dejar de hacer lo que te gusta por mí—respondí, intentando sonar segura.

Vicky hizo una pausa, sus manos en mi cintura apretando un poco más.

—Baby, le dije que lo pensaría—. Hizo una pausa, y sus ojos se encontraron con los míos, sinceros. —No quiero hacerte sentir insegura o incómoda.

—Vicky, no hay problema con eso, no me siento ni insegura ni molesta—le aseguré. Pude notar en sus ojos lo mucho que le importaba cómo me sentía, y eso era algo nuevo para mí. Se sentía bien.

—Mejor alístate y vayamos al salón para que ahora seas pelirroja—añadí, sonriendo mientras deslizaba mis dedos por su cabello.

—Está bien, bonita—murmuró cerca de mi oído, su aliento cálido enviando un escalofrío por mi espalda. Sus manos se deslizaron hasta mis piernas y me levantaron con facilidad.

Envolví mis piernas alrededor de su cintura mientras ella sostenía una mano en mi trasero y la otra en mi cintura, llevándome hasta la cama. Me recostó con suavidad y comenzó a besarme el cuello, sus intenciones claras, queriendo más de mí.

—Vicky, son las ocho de la mañana—dije entre jadeos, mi autocontrol tambaleándose.

—No me impolta'—susurró la platinada, su voz ronca y decidida. Me dejé llevar por su tacto, el mundo exterior desvaneciéndose mientras me rendía a lo que ambas deseábamos en ese momento.





 Me dejé llevar por su tacto, el mundo exterior desvaneciéndose mientras me rendía a lo que ambas deseábamos en ese momento

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BESOS, NIX💗

I CAN SEE YOU (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora