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20 de Septiembre de 1478

Riccardo Salvatore era uno de los hombres más ricos de todo Mystic Falls.

Lo tenía todo.

Una esposa, dos hijos maravillosos, una vida tranquila sin que ocurriese ningún percance a su alrededor...

Hasta que una noticia hizo que esa tranquilidad en la que vivía él y su familia se tambalease.

Ahora mismo se encontraba en su despacho, sentado detrás del escritorio, con una carta en la mano que acababa de recibir después de varios días. La cual arrugó al terminar de leerla y tratando de asimilar esas palabras escritas en el papel.

"Alessandro ha empezado a practicar magia, es solo cuestión de tiempo que también suceda con Avery ."

No, esto no podía estar pasando.

Se levantó tras arrastrar la silla, acercándose a la mesa de las bebidas alcohólicas, y de un manotazo las tiro al suelo. El cristal se hizo añicos al tocar el suelo.

Después de años de plena tranquilidad, esto no podía estar pasando.

El sonido de la puerta al abrirse, hizo que se girara hacia la persona que había entrado.

Su esposa.

– ¿Que diablos ha pasado aquí? –preguntó Francesca, viendo el pequeño desastre que su esposo había formado.–

Riccardo sonrió de manera falsa, levantando la carta que aun sostenía en la mano.

– Ha pasado lo que más me temía que pasara. –le tendió la carta para que la agarrase, cosa que su esposa hizo, comenzando a leerla.–

Francesca frunció el ceño, volviendo a mirar a su marido.

– ¿Todo este alboroto es por qué Avery es bruja? –preguntó.–

– Cállate.

Caminó hacia ella rodeándola para acercarse a la puerta y cerrarla.

– Mi hija no es bruja.

– Tarde o temprano esto pasaría, y lo sabes. –respondió Francesca, girándose hacia él.–

– No. Buscaremos alguna manera de que no pueda practicar magia.

– Riccardo...

– No, Francesca. No voy a permitir que mi hija se vea involucrada en el mundo sobrenatural.

– Se que es tu hija, pero también es mía. Biológicamente no, pero la estoy criando a mi manera. Se su cumpleaños, se lo que le gusta... y yo también debería derecho, voz y voto en esto.

Riccardo se quedó callado durante unos minutos, dándose la vuelta y sujetándose el puente de la nariz.

Tenía razón, pero seguía siendo su hija y no la metería en esto.

𝗗𝗔𝗥𝗟𝗜𝗡𝗚 ¹ | 𝐊𝐨𝐥 𝐌𝐢𝐤𝐚𝐞𝐥𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora